sábado, 4 de octubre de 2008

Psicología y Arqueología

El uso de la Psicología produce cierto ambiente negativo ante la dificultad práctica de su utilización como fuente explicativa de los procesos conductuales y culturales acaecidos en los tiempos prehistóricos. Siempre ha habido autores que han intentado aplicar sus teorías a la explicación arqueológica (Coolidge, F. L. y Wynn, T. 2001, 2004; Clottes y Lewis-Willians, 1996; Isaac, 1986; Leroi-Gourhan, 1983; Mithen, 1998; Noble y Davidson, 1996; Wynn, 1985, 1993; Wyn y Coolidge, 2004), naturalmente con diferente éxito, pero que en conjunto no han logrado introducir y mantener su interés en el mundo de la prehistoria. La causa fundamental radica en es una ciencia ajena a la formación académica de la arqueología, teniendo caminos científicos y divulgativos totalmente diferentes. Sin embargo, ambas ciencias (Prehistoria y Psicología) tienen un fin común, el estudio de la conducta humana.


¿Es la diferencia temporal suficiente causa para que no puedan compaginarse?


Un primer problema se sitúa en la existencia y utilización de diversas teorías psicológicas con diferente enfoque teórico, es una consecuencia del propio desarrollo de la Psicología como ciencia. Ésta, al ser de creación relativamente reciente, presentó en sus primeras fases de desarrollo una excesiva controversia respecto a sus propias directrices conceptuales, originando la confrontación de diferentes orientaciones metodológicas e incluso doctrinales. Así, no pudiendo desecharse con toda seguridad ninguna de ellas, se continuó su desarrollo de forma paralela durante largo tiempo.


En la actualidad, la Psicología se va centrando en metodologías más concretas y con mejor base doctrinal, lo que les confiere unos fundamentos más delimitados y precisos, aunque como es lógico, aún falta mucho para una total y general comprensión de la mente humana. La Psicología cognitiva trata de explicar la conducta humana a través del mejor conocimiento de las entidades mentales o cognoscitivas, pues son ellas las que realizan las acciones que nos caracterizan, sobre la base de la información que reciben por medio de los receptores sensoriales. Esta nueva dirección metodológica parece que presenta actualmente una hegemonía conceptual en la explicación de los procesos conductuales (Belinchón et al., 1992).


Uno de los enfoques más aceptados de la Psicología cognitiva corresponde al denominado Procesamiento de la información, que se asocia a la concepción del ser humano como un sistema neurológico capaz de recibir, procesar, almacenar y recuperar la información que le llega a través de sus sentidos (González Labra, 1998). Conceptualmente se basa en que todo proceso mental o cognoscitivo tiene como origen la información que previamente el cerebro ha tenido que recibir y procesar (Leahey, 1982).


¿Cómo pueden sernos útil las teorías psicológicas de la conducta humana?


Desde luego nos interesa conocer básicamente el funcionamiento psicológico del cerebro, pues éste fue, es y será la forma en la que el género Homo fue elaborando su conducta. Naturalmente, la teoría que empleemos debe de estar plenamente coordinada con los datos de la Evolución, Arqueología y Neurología que hemos expuesto en los anteriores post.


No parece ser una casualidad que esta teoría, además de ser la más aceptada en la actualidad en el mundo de la Psicología, se adapta perfectamente a las conclusiones de todo lo anteriormente dicho: la evolución produce una serie de capacidades psicológicas, es decir, de posibilidades cognitivas a desarrollar si el medioambiente con el que interactúan estos seres es el adecuado (entra dentro del concepto de exaptación). Por tanto, el desarrollo cognitivo sería la consecuencia de la acción del medio ambiente sobre estas capacidades evolucionadas, dando lugar a la aparición y/o evolución de propiedades mentales determinadas: Simbolismo autoconciencia, pensamiento verbalizado, lenguaje simbólico, escritura, etc., siempre y cuando las cualidades del entorno sean las adecuadas.


En el Paleolítico es cuando fueron apareciendo todas estas facetas culturales y simbólicas de nuestra cultura, su mejor comprensión sobre la forma en la que pudieron materializarse no cabe duda que nos aportara un mayor conocimiento sobre la realidad prehistórica.


* Belinchón, M.; Igoa, J. M. y Rivière, A. (1992): Psicología del lenguaje. Investigación y teoría. Ed. Trotta. Valladolid.
* Clottes, J. y Lewis-Willians, D. (1996): Les chamanes de la Préhistoire. Ed. Seuil.
* Coolidge, F. L. y Wynn, T. (2001): Executive functions of the frontal lobes and the evolutionary ascendancy of Homo sapiens. Cambridge Archaeol. Journal 11: 255-260.
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Coolidge, F. L. y Wynn, T. (2004): A cognitive and neuropsychological perspective on the Châtelperronian. Journal of Anthropological Research 60: 55-73. * González Labra, M. J. (1998): Introducción a la psicología del pensamiento. Ed. Trotta. Valladolid.
* Isaac, G. L. (1986): Foundation stones: early artifacts as indicators of activities and abilities. En G. N. Bailey y P. Callow, (eds.): Stone Age Prehistory, Cambridge University Press, Cambridge, pp. 221-241.
* Leahey, T. (1982): Historia de la Psicología. Ed. Debate. Madrid.
* Leroi-Gourhan, A. (1983): Símbolos, artes y creencias. Ediciones Istmo. Madrid.
* Mithen, S. (1998): Arqueología de la mente. Ed. Crítica. Barcelona.
* Noble, W. and Davidson, I. (1996): Human Evolution, Language and Mind. Cambridge: Cambridge University Press.
* Wynn, T. (1993): Two developments in the mind of early Homo. Journal of Anthropological Archaeology, 12: 299-322.
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Wynn, T. y Coolidge, F. L. (2004): The expert Neanderthal mind. Journal of Human Evolution 46: 467-487.

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