sábado, 29 de agosto de 2009

Creatividad



Supone la capacidad de generar nuevas soluciones a los problemas cotidianos. Su realización requiere una importante flexibilidad cognitiva que permita el cambio de conducta (lo que se veía muy poco desarrollado durante el Paleolítico Inferior y medio), la cual es una función ejecutiva, lo que indica la estrecha interrelación existente entre las diversas capacidades cognitivas humanas en relación con su conducta.


La forma de manifestación de la creatividad es por medio de cambios tecnológicos, sociales y simbólicos. Su desarrollo puede comprobarse por medio de la aparición en el registro arqueológico de nuevos aspectos tecnológicos (talla, útiles, materias primas), sociales (conductas que regulan y marcan los aspectos de la convivencia, caza, política y religión), y simbólicos (manifestaciones cargadas de simbolismo como el lenguaje, arte, religión, etc.), que con anterioridad no se tenían conocimiento de su existencia.


Desde los primeros indicios culturales atribuidos a los HAM se observa un gran desarrollo creativo en los avances tecnológicos, sociales y simbólicos. Destaca la importante innovación en el desarrollo y creación de nuevos tipos de útiles, algunos de ellos con el concepto de compuestos o preparados para enmangar (hojitas, útiles pediculados y óseos). Igualmente, vemos una mayor predilección y generalización geográfica en los materiales a utilizar, como puede comprobarse con el sílex importado de lejos y el uso de materias primas orgánicas (hueso, asta, marfil), con el desarrollo de una tecnología específica al trabajo de estos materiales. Igualmente, toda la infraestructura realizada en la producción de adornos (materia prima, tecnología para su elaboración y el producto final), es un claro exponente de la importante creatividad de las poblaciones que las elaboraron. Estos procesos aparecen en la mayoría de sus yacimientos, dando un aspecto creativo, generalizado y rápido.


Sin embargo, la creatividad de los neandertales siempre ha estado en discusión. Pero lo cierto es que, de la totalidad de su población europea, sólo en algunas áreas geográficas del SW de Europa (Chatelperroniense y Uluzziense) tenemos constancia de ciertos procesos creativos con características del Paleolítico Superior. En efecto, la industria lítica se desarrolló con el uso más extendido de la tecnología laminar, ya conocida en diversos lugares durante el Paleolítico Medio europeo (Boëda, 1990), la utilización de percutor blando y una mayor predilección por el sílex de mejor calidad (importado). Esta original y nueva producción creativa, parece ser una adaptación y desarrollo de la tecnología musteriense. Diversos autores ven al Chatelperroniense como una evolución local de un Musteriense de tradición Achelense B (Baffier, 1999; Mellars, 1989; Pelegrin y Soressi, 2007). Así, en niveles musterienses recientes (sobre el 45.000 BP) encontramos una mayor producción laminar y de piezas de dorso, que van progresivamente aumentando. La tecnología para la producción de puntas de Chatelperron se hace predominante, posiblemente por la gran utilidad de tales puntas (uso como cuchillo o puntas de lanzas), de tal manera que parecen ser el centro de toda la talla lítica, usando los subproductos de tallado como base para el resto de los útiles propios de esta cultura (Pelegrin y Soressi, 2007). Muchos autores opinan que la producción tecnológica laminar y su característica producción tipológica fueron desarrolladas independientemente por los neandertales, sin necesidad del aporte cultural de los HAM (Baena y Carrión, 2006; Pelegrin y Soressi, 2007).


La gran tradición de la tecnología lítica en todos los componentes de nuestro género, el posible dominio de su elaboración por parte de la mayoría de los componentes de cada grupo humano, y la importante relación entre la producción de útiles líticos con la supervivencia poblacional, hacen que el interés (motivación) en su desarrollo sea una constante en todos los homínidos. Cuando las capacidades cognitivas necesarias para su desarrollo son adquiridas evolutivamente, es cuestión de tiempo que los avances tecnológicos se produzcan. Los neandertales no son una excepción, su conocimiento de la tecnología Levallois (preparación previa del núcleo) y el comienzo del uso laminar, son claros antecedentes de la tecnología lítica del Paleolítico Superior. La motivación para elaborar mejoras en sus útiles, parece estar presente en algunas de sus poblaciones, logrando en ellas la producción de útiles en soportes laminares, con independencia creativa de los tipos y formas originarios de los HAM. Así, la gran utilidad práctica de la punta de Chatelperron hace que su difusión sea mayor que la propia tecnología que la produce, como puede comprobarse en el Musteriense con puntas de Chatelperron del norte de la Península Ibérica, incluso en yacimientos atribuidos a los auriñacienses (La Viña, El Castillo, Reclau Viver y L´Arbreda).

No obstante, la industria ósea estuvo muy limitada geográficamente, pues sólo se han encontrado en los siete yacimientos franceses, dos españoles, tres italianos y uno griego, reconociendo el uso de las materias orgánicas como una manifestación más de la tecnología moderna. Aún más exigua es la producción de adornos, pues sólo se encontraron en los seis lugares franceses y uno italiano, de los 125 yacimientos que componen el registro chatelperroniense en Francia y la Península Ibérica (Demars, 1996; D´Errico et al., 1998), y de los aproximadamente la veintena que representan al Uluzziense (Baffier, 1999).


Además, seis yacimientos comparten tecnología ósea y adornos, lo que aumenta la limitación geográfica del desarrollo creativo de estas manifestaciones culturales modernas. Curiosamente, tal desarrollo creativo se produce tras miles de años de un desarrollo cultural muy lento y en fechas similares a la irrupción de los HAM en Europa. En este sentido, es importante resaltar la total similitud que existe entre los tipos de adornos relacionados con las dos poblaciones, aunque existan diferencias tecnológicas en su producción, pero que actualmente no pueden aplicarse a ningún grupo humano en exclusividad (Zilhão et al., 2008). Debemos recordar lo indicado sobre la proximidad y la posible contemporaneidad de la mayoría de los yacimientos neandertalienses con adornos, con áreas de influencia de los HAM, pues indican que cierta relación tuvo que existir para su realización. En función de las características conductuales de ambas poblaciones, parece lógico pensar que el impulsor originario de las mismas (motivación y creatividad) debió de corresponder a los HAM, aunque no su realización por parte de algunos neandertales.


Por tanto, de la creatividad de los neandertales podemos indicar lo mismo que lo apreciado en la motivación, es decir, que no fue una manifestación generalizada, limitándose a muy pocos, los cuales vivieron rodeados de otros neandertales con una ausencia importante de elementos simbólicos y tecnología ósea, aunque los aspectos tecnológicos de carácter lítico si pudieran estar presentes. Es como si existieran, con cierto desfase cronológico, dos formas de Chatelperroniense:


- Uno antiguo y de tradición tecnológica, consecuencia de la tradicional industria lítica propia del género Homo, que ya desde el final del Paleolítico Medio caminaba por la leptolización de sus útiles. Así, parece demostrado que el Chatelperroniense fue la consecuencia de la evolución autóctona del Musteriense (MTA-B), creando las cadenas operativas y tipos que caracterizaron a esta industria. No hay dudas sobre las altas cualidades tecnológicas en el trabajo de la piedra de los neandertales (Coolidge y Wynn, 2004; Wynn y Coolidge, 2004).


- Otro más reciente y con mayor desarrollo tecnológico (industria ósea) y simbólico (adornos), pero limitado entre los neandertales. La evolución simbólica significa una conducta reflexiva y flexible. Esto se traduce por la apertura a nuevas fuentes de materia prima, de mejor calidad (sílex) o de naturaleza orgánica; nuevas formas de trabajar la piedra (laminar, microlitos, preparación para útiles compuestos, tipos) y el hueso (trabajado por herramientas apropiadas a sus características tecnológicas: buriles, raspadores, abrasivos, perforadores, etc.). El registro arqueológico parece confirmar tal evolución, apareciendo simultáneamente tres tipos de avances muy relacionados entre sí (Beaure, 1999): Uso de materias orgánicas, la creación de adornos, y el desarrollo de la tecnología lítica (aumento de buriles, raspadores) para adecuarla al trabajo de esta nueva materia (Eiroa et al., 1999). Serían soluciones empleadas (consecuencia de la acción conjunta de la motivación, creatividad y funciones ejecutivas) por las poblaciones de HAM y algunos neandertales, para solucionar nuevos problemas (diferenciación social y/o personal), consecuencia del desarrollo cognitivo emergente (Rivera, 2008, 2009).


* BAENA, J.; CARRIÓN, E. (2006): Problemas acerca del final del Musteriense. Zephyrus. Salamanca. LIX, p. 51-66.
* BAFFIER, D. (1999): Les derniers Néandertaliens. Le Châtelperronien. Histoire de la France Préhistorique de -36000 à -30.000 ans. Paris: La Maison des Roches.
* BEAURE, S. (1999): De la pierre à l´os: ou comment reconstituer des chaînes techniques opératoires impliquant l´os et la pierre. In CAMPS-FABRER, H. Préhistoire D´os: recueil d´études sur l´industrie osseuse préhistorique. Provence.
* BOËDA, E. (1990): De la surface au volume, analyse des conceptions, des débitages Levallois et laminaire. Paléolithique moyen et Paléolithique supérieur ancian en Europe. Memóires du Musée de Prehistoire d´lle de France. Nemours. 3, p. 63-68.
 
* COOLIDGE, F. L.; WYNN, T. (2004): A cognitive and neuropsychological perspective on the Châtelperronian. Journal of Anthropological Research. New Mexico 60, p. 55-73. * DEMARS, P. Y. (1996): Démographie et occupation de l’espace au Paléolithique supérieur et au. Mésolithique en France. Préhistoire européenne. Lièje. 8, p. 3-26.
* D'ERRICO, F.; ZILHAO, J.; JULIEN, M.; BAFFIER, D.; PELEGRIN, J. (1998): Neanderthal acculturation in western Europe? A critical review of the evidence and its interpretation. Current Anthropology. Chicago. 39 (supl.), p. 1-44.
* EIROA, J. J.; BACHILLER GIL, J. A.; CASTRO PÉREZ, L.; LOMBA MAURANDI, J. (1999): Nociones de tecnología y tipología en Prehistoria. Ariel Historia. Barcelona.
* MELLARS, P. A. (1989): Major issues in the emergence of modern humans. Current Anthropology. Chicago. 30: 3, p. 349-385.
 
* PELEGRIN, J.; SORESSI, M. (2007): Le Châtelperronien et ses rapports avec le Moustérien. En Les Néandertaliens. Biologie et cultures. Documents préhistoriques, 23, p. 283-29.6 Paris, Éditions du CTHS.
* RIVERA, A. (2008): Cognición y conducta de neandertales y humanos modernos.
Revista Portuguesa de Arqueología. Volumen 11 .

sábado, 22 de agosto de 2009

Motivación en la conducta humana

Casi siempre que se analiza la conducta humana se refieren a las capacidades cognitivas relacionadas con la cognición, racionalidad o inteligencia en general, sin hacer referencia a los aspectos emocionales y motivacionales. Sin embargo, entre los seres humanos las capacidades cognitivas emocionales tienen una importancia fundamental en el origen y desarrollo de su conducta.


En este sentido, ya vimos (Lóbulo prefrontal. LPF) cómo una parte de él se encarga de la coordinación de la cognición y la emoción (Ardila y Ostrosky-Solís, 2008). Se refiere a la habilidad de satisfacer los impulsos básicos siguiendo estrategias socialmente aceptables. En el último caso, lo que es más importante no necesariamente es el mejor resultado conceptual e intelectual, sino el resultado que va de acuerdo a los impulsos personales. En ese sentido, la función principal del lóbulo prefrontal es encontrar justificaciones aparentemente aceptables para los impulsos límbicos (los cuales constituyen las funciones ejecutivas emocionales). Sin duda, si las funciones ejecutivas metacognitivas fueran utilizadas en la solución de problemas sin involucrar impulsos límbicos. Las áreas ventromediales de la corteza prefrontal están involucradas en la expresión y control de las conductas instintivas y emocionales (Fuster, 2002). Las observaciones directas sugieren que los problemas cotidianos usualmente poseen un contenido emocional. Las acciones sociales no son emocionalmente neutras.


Las áreas ventromediales de la corteza prefrontal están involucradas en la expresión y control de las conductas emocionales e instintivas (Fuster, 2002). Por tanto, el aumento funcional del LPF (aumento de superficie, mayor interconexión, mejor neurofisiología) que va a facilitar el control metacognitivo de las acciones humanas, también facilitaría un mayor control y expansión de las cualidades humanas relacionadas con los parámetros emocionales (sociabilidad, motivación e interés conductual). La conducta siempre sería la resultante de la acción conjunta de las dos formas de funciones ejecutivas (metacognitivas y emocionales). El desarrollo de esta parte del LPF se manifiesta por la existencia de hechos que estimulen la necesidad (interés, componente afectivo) de elaborar mejores y más complejas conductas (plan de acción) de todo tipo (tecnológicas, sociales y simbólicas) para alcanzar una solución (meta). Su única manifestación arqueológica radica en la apreciación de tal necesidad y la propia comprobación del cambio de la conducta, pues para su realización es necesaria una motivación suficiente.


En la conducta humana la motivación representa a uno de los requisitos fundamentales de todo cambio conductual, aunque para su producción deberán de funcionar correctamente las demás capacidades cognitivas y existir cierto tradición cultural sobre él que basar el cambio. En general, siempre aparece cuando las condiciones de supervivencia y de convivencia se ven alteradas. Entre los cazadores-recolectores la explotación de sus territorios estaría limitada por las características de su cultura, así como por la estabilización logística y social de las poblaciones que convivan en una determinada área geográfica. Todo aumento demográfico o empeoramiento climático obligaría a elaborar cambios conductuales, que puedan paliar los aspectos nocivos de las nuevas condiciones del medio ambiente. Las posibilidades se limitan a la intensificación en la adquisición de recursos, la explotación de medios alternativos en el mismo territorio, el desarrollo tecnológico adecuado que facilite lo anterior o la emigración a zonas despobladas (Menéndez, 1996), lo que se aprecia con claridad entre los HAM de la transición, pero no en la mayoría de los neandertales.


Entre los neandertales las variaciones climáticas, tan importantes durante el Pleistoceno Superior, no fueron inconvenientes para su supervivencia durante el Paleolítico Medio. La relativa estabilidad poblacional y cultural parecen atestiguar tales hechos (Gamble, 2001). Sin embargo, en el inicio del Paleolítico Superior se produjo cierto desarrollo cultural de características modernas (Chatelperroniense y Uluzziense), aunque en limitados grupos de neandertales (minoritarios en el total de su población europea en este concreto período). Su evolución tecnológica es amplia y variada (Baena y Carrión, 2006), pero presenta importantes limitaciones geográficas y un desigual nivel de desarrollo tecnológico. Junto a tecnologías modernas (Chatelperroniense y Uluzziense) existen zonas geográficas donde el Musteriense pervivió con formas tradicionales (amplias áreas de España, Francia e Italia), o con leves avances tecnológicos que no son lo suficientemente importantes como para definirlas como una cultura moderna (Neroniense, Musteriense con puntas de Chatelperron o Final). Esta parcelación cultural, mantenida incluso entre zonas próximas entre sí, puede ser la consecuencia de diferentes grados de motivación, y/o del resto de las demás capacidades cognitivas. A pesar de todo, sus habilidades tecnológicas son ampliamente reconocidas (Coolidge y Wynn, 2004; Mellars, 2005; Wynn y Coolidge, 2004), considerándose similares a las de los HAM, aunque sólo en ciertos lugares.


Las principales diferencias de carácter social se centran en las características de sus yacimientos y en las relaciones sociales entre los miembros del mismo grupo. Los neandertales muestran una continuación de sus asentamientos, formas de vida y de relaciones sociales (Baffier, 1999). Actualmente, existen dudas sobre la realidad cultural del área de extensión de los chatelperronienses, entendiéndose como una prolongación de su potencial de abastecimiento (Gamble, 2001), o influencia de su tecnología más o menos intensa. Si hay algo que define a la mayoría de ellos, sería la continuidad en su ocupación territorial, de sus medios de subsistencia y en sus limitadas relaciones sociales, que justificaría la independencia y/o aislamiento cultural en poblaciones próximas entre sí, incluso podría ser la causa de las controvertidas facies musterienses del Paleolítico Medio.


Sin embargo, existe un nuevo proceso que complica y define la motivación humana. Sería la toma de conciencia de la necesidad de mejorar, de cambiar elaborando nuevas estrategias tecnológicas, sociales o simbólicas. En este sentido, el desarrollo de las capacidades cognitivas emergentes (individualidad social y personal, en un tiempo y espacio determinado, simbolismo moderno) adquiere un protagonismo crucial, pues son las capacidades que más van a favorecer la motivación y creatividad humana. Ya comentamos que la motivación sobre el origen de la conducta simbólica nace de la interacción social (Shennan, 2001) y del desarrollo socioeconómico de estas poblaciones (Hernando, 1999, Rivera, 2007 y 2008), surgiendo nuevas necesidades sociales e individuales que sólo pueden satisfacerse por medio elementos que resalten la identificación social y/o poblacional. Esta nueva situación (aparición del simbolismo) se produce en lugares con un aumento demográfico, cierto desarrollo socioeconómico, y la existencia de las capacidades cognitivas (creatividad, funciones ejecutivas y emergentes) que lo posibilitan, con la particularidad de que las tres condiciones tienen que tener un mínimo de desarrollo para que la conducta simbólica aparezca. Por supuesto, estas consideraciones existieron en el desarrollo cognitivo y cultural de las dos poblaciones en el inicio del Paleolítico Superior, aunque no en todas las áreas geográficas habitadas por los neandertales.


Aparece una importante cuestión: ¿Porqué la mayoría de los neandertales no pudieron desarrollar una cultura moderna, a pesar de compartir áreas geográficas muy próximas con aquellos que sí las tenían? Si la motivación medioambiental fue la misma, pues vivían en ecosistemas similares, su causa habrá que buscarla en su diferenciación cognitiva respecto de los HAM, en las motivaciones que no se dieron en todas las zonas habitadas por los neandertales, o en los dos casos a la vez. En este sentido, sin un importante cambio en el medio ambiente (como pudo ser la aparición de los HAM en áreas geográficas próximas) es difícil creer que, de una forma simultánea, rápida e independiente, se produjera el desarrollo cultural moderno que se aprecia en el inicio del Paleolítico Superior (Mellars, 2005; Rivera, 2008 y 2009).

Todos estos aspectos sobre la motivación en el desarrollo de la conducta son igualmente aplicables a los HAM, pero su respuesta fue diferente. El desarrollo tecnológico, social y simbólico que vemos en sus poblaciones presenta un carácter muy dinámico y notablemente expansivo, lo que es diferente a lo visto en los neandertales. El aumento demográfico favorecería el desarrollo de las relaciones regionales, junto con la extensión y la eficacia de redes de alianza, que unen zonas de altos recursos con otras de menor acceso a ellos, en busca de equilibrios económicos que faciliten la supervivencia en malas épocas (indica un desarrollo del concepto temporal: pensar en un futuro próximo pero indefinido). Así, se facilita la distribución de las materias primas, ya sea porque son escasas o se prefieren de gran calidad (Gamble, 2001). Esta importación de materias primas indica una sociabilidad extensa y desarrollada.


* Ardila, A.; Ostrosky-Solís, F. (2008): Desarrollo Histórico de las Funciones Ejecutivas. Revista Neuropsicología, Neuropsiquiatría y Neurociencias, Vol.8, No.1, pp. 1-21.
* Baena, J.; Carrión, E. (2006): Problemas acerca del final del Musteriense. Zephyrus. Salamanca. LIX, p. 51-66.
* Baffier, D. (1999):
Les derniers Néandertaliens. Le Châtelperronien. Histoire de la France Préhistorique de -36000 à -30.000 ans. Paris: La Maison des Roches.
* Coolidge, F. L.; Wynn, T. (2004): A cognitive and neuropsychological perspective on the Châtelperronian. Journal of Anthropological Research. New Mexico 60, p. 55-73.
* Fuster, J. M. (2002): Frontal lobe and cognitive development. Journal Neurocytology. Norwell. 31, p. 3-5.
* Gamble, C. (2001):
Las sociedades paleolíticas de Europa. Ariel Prehistoria. Barcelona.
* Hernando, A. (1999): Percepción de la realidad y Prehistoria, relación entre la construcción de la identidad y la complejidad socio-económica en los grupos humanos.
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 * Mellars, P. A. (2005): The Impossible Coincidence. A Single-Species Model for the Origins of Modern Human Behaviour in Europe. Evolutionary Anthropology. New York. 14, p. 12-27.
* Menéndez Fernández, M. (1996): Los primeros europeos. Arco/Libros. Madrid. * Rivera, A. (2008): Cognición y conducta de neandertales y humanos modernos. Revista Portuguesa de Arqueología. Volumen 11 .
* Rivera, A. (2009): La transición del Paleolítico Medio al Superior. El Neandertal.
ArqueoWeb, 11.
* Shennan, S. (2001): Demography and Cultural Innovation: a model and its implications for the emergence of modern human culture. Cambridge archaeological journal. Cambridge. 11: 1, p. 5-16.

sábado, 15 de agosto de 2009

Las funciones ejecutivas en el Paleolítico

La aceptación de estas capacidades cognitivas como fundamentales en las acciones humanas (inicio, planificación y desarrollo de la conducta, facilitando una adecuada secuencia de la acción en el tiempo y en el espacio), es algo que parece asumido por la comunidad neurológica y psicológica. Incluso dentro de la Arqueología se están estudiando estas capacidades en las dos poblaciones europeas de la transición (Neandertales y HAM). Así, muy recientemente se ha indicado que la causa fundamental de su diferente conducta se debe al distinto desarrollo de sus funciones ejecutivas, concretamente en la denominada como memoria de trabajo (memoria temporal que recupera la información almacenada necesaria para realizar las acciones del momento). Su limitación (en los neandertales) actuaría como un cuello de botella en el correcto funcionamiento de las demás capacidades cognitivas (Coolidge y Wynn, 2001, 2004; Martín-Loeches, 2006; Wynn y Coolidge, 2004). Sin duda, para lograr una correcta funcionalidad conductual es condición necesaria la existencia de una memoria de trabajo realzada, pero no es suficiente por sí sola, pues es necesario tener desarrolladas las demás funciones ejecutivas y una adecuada funcionalidad de las capacidades cognitivas en conjunto.   

Ya vimos que olvidar que en realidad las funciones ejecutivas son constructos de difícil definición funcional, ubicación y grado de independencia de unos con otros. Es más, incluso sobre su origen, claramente innato (Psicología evolutiva) o más dependiente de las características del medio ambiente (Psicología cognitiva: procesamiento de la información) (Biología evolutiva, Psicología y conducta humana), existen diferencias académicas no resueltas actualmente. Sin embargo, casi nadie duda de su existencia, así como de que están muy relacionadas con el lóbulo prefrontal humano. Sobre sus funciones existe igualmente un amplio consenso, pues actúan en todo tipo de cambios tecnológicos, sociales y simbólicos, siendo imprescindibles para su realización. Sin un plan organizativo y ejecutivo es imposible construir herramientas, crear nuevos útiles y adornos, organizar las redes sociales y estructurar el complejo simbolismo de una sociedad.   

Por tanto, la manifestación en el registro arqueológico de cualquier avance cultural, significa la aparición y desarrollo de estas funciones. La rapidez, intensidad y complejidad de su aparición estarían en relación directa con el nivel de operatividad de las funciones ejecutivas. En este sentido, podemos pensar que algún grado de funciones ejecutivas siempre ha existido en el género Homo, y en mayor medida que las que también tienen los primates actuales. Pero, hay que admitir que en el paso al Paleolítico Superior la capacidad organizativa, creativa y tecnológica adquiere un rápido desarrollo (nunca visto hasta esas fechas).   

No hay que olvidar que la conducta también depende de su acción conjunta con otras capacidades cognitivas (creatividad y motivación). Estos tres procesos cognitivos siempre actúan en conjunto, representando las tres facetas de toda realización cultural (motivación, creación y ejecución).

¿Qué debemos y podemos buscar?

Dos son las cuestiones que tenemos que afrontar: ¿Qué pudo pasar evolutivamente que facilitó estas capacidades? y ¿Qué características medioambientales tuvieron que existir en esas fechas, y no antes, para que tuviera lugar el desarrollo cognitivo que nos ocupa?   

* De la primera pregunta poco podemos decir, pues nos limitamos al simple conocimiento de un aumento del LPF (con las características neurológicas propias de nuestra especie: aumento de superficie cortical funcionante, mayor interconectividad al tener menor densidad, maduración o mielinización muy tardía). A lo que se añade la seguridad de que las funciones ejecutivas están totalmente relacionadas con estas áreas corticales. Naturalmente, tales ideas no son totalmente aplicables a los neandertales, pues no hay que olvidar que son la consecuencia de una evolución diferente, y la anatomía de su cerebro no es exactamente igual a la nuestra (a proposito de la ontogenia del Neandertal).   

Dichas funciones adquirirían la capacidad potencial de nuestra especie al aparecer ésta dentro del proceso evolutivo del género Homo. Pero su desarrollo (manifestación cultural) tardaría muchos milenios en aparecer en los yacimientos arqueológicos. Este retraso, junto con otras consideraciones psicológicas acordes con Psicología cognitiva: procesamiento de la información, hace pensar que en realidad se trata de procesos emergentes derivados de las características culturales y sociales del medio en el que se desarrolla el niño al nacer (Ardila y Ostrosky-Solís, 2008). Sin embargo, con este concepto llevado a extremos no comprobados, nos encontramos con otro constructo que nos dificulta más aún el estudio del problema. 

Parece claro que la evolución creó estas capacidades (al evolucionar el LPF) en un grado imposible de determinar, pero que requieren la mediación del medio ambiente para que tales capacidades se desarrollen y puedan mediar en la conducta humana. Puede que se trate de una potenciabilidad inespecífica muy dependiente en su estructuración final por las características del medio ambiente, lo que encaja perfectamente con los criterios de emergencia cognitiva humana.   

* De la segunda cuestión sólo podemos tener en cuenta los datos que el registro arqueológico nos proporciona. El registro arqueológico nos ofrece una clara diferencia entre las poblaciones de la transición paleolítica, pues indica un dinamismo mayor entre los HAM (conceptuado globalmente en la población en conjunto y no en yacimientos o zonas más o menos aislados) que el observado entre los neandertales.  

El desarrollo cultural de los HAM durante el inicio del Paleolítico Superior se caracterizó por la aparición de un gran número de innovaciones, de una forma generalizada, rápida y en amplias zonas europeas. También hay antecedentes en el MSA africano de tales avances tecnológicos y simbólicos, casi desde su aparición como especie (D´Errico, 2003, McBrearty y Brooks, 2000; Mellars, 2005).   

Los neandertales durante el Paleolítico Medio mantuvieron una conducta bastante constante, aunque puede apreciarse un cierto desarrollo tecnológico, social y simbólico, pero siempre marcado por una lenta evolución (Gamble, 2001; Mellars, 2005). Algunos autores ven un desarrollo simbólico similar al observado en el MSA africano por los HAM (D´Errico et al., 2003). No parece razonable comparar el registro arqueológico del Paleolítico Medio europeo con el MSA africano, el cual, a pesar de conocerse pocos yacimientos, presenta un desarrollo social, tecnológico y simbólico cada vez más patente (McBrearty y Brooks, 2000). En el inicio del Paleolítico Superior europeo es cuando vemos cambios relativamente rápidos y simbólicos, pero que no se producen en toda su población, ni con el mismo nivel de desarrollo (Mellars, 2005; Rivera, 2008, 2009). Este diferente ritmo del desarrollo cultural y su diversa expresión geográfica indican un distinto funcionamiento global de sus funciones ejecutivas.  

Pero el correcto funcionamiento de estas funciones no depende sólo de su propia capacidad, sino que es condición necesaria la correcta funcionalidad de los otros componentes de toda acción humana: Motivación y creatividad. A su vez, la correcta y coordinada actuación de estas tres capacidades cognitivas va a producir, en un ambiente adecuado, la aparición de las capacidades cognitivas emergentes, lo cual dará paso a la conducta simbólica propia de nuestra especie.


* Ardila, A.; Ostrosky-Solís, F. (2008): Desarrollo Histórico de las Funciones Ejecutivas. Revista Neuropsicología, Neuropsiquiatría y Neurociencias, Vol.8, No.1, pp. 1-21.
* Coolidge, F. L. y Wynn, T. (2004):”A cognitive and neuropsychological perspective on the Châtelperronian”.
Journal of Anthropological Research 60:55-73.
* D´Errico, F. (2003): The Invisible Frontier. A Multiple Species Model for the Origin of Behavioral Modernity. Evolutionary Anthropology. 12, p. 188-202. * D´Errico, F.; Henshilwood, CH.; Lawson G.; Vanhaeren, M.; Tillier, A. M.; Suressi, M.; Bresson, F.; Maureille, B.; Nowell, A.; Lakarra, J.; Backwell, L. y Julien. M. (2003): “Archaeological Evidence for the Emergence of Language, Symbolism, and Music–An Alternative Multidisciplinary Perspective”. Journal of World Prehistory, 17 (1): 1-70. * Gamble, C. (2001): Las sociedades paleolíticas de Europa. Ariel. Barcelona.
* Martín-Loeches, M. (2006): On the uniqueness of humankind: is language working memory the final piece that made us human?
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* Mellars, P. A. (2005): “The Impossible Coincidence. A Single-Species Model for the Origins of Modern Human Behavior in Europe”.
Evolutionary Anthropology 14: 12-27.
* Rivera, A. (2008): “Cognición y conducta de neandertales y humanos modernos”.
Revista Portuguesa de Arqueología. Volumen 11 .
* Rivera, A. (2009): “La transición del Paleolítico Medio al Superior. El Neandertal”. ArqueoWeb, 11.

sábado, 8 de agosto de 2009

El lóbulo frontal humano

Desde que se realizaron estudios volumétricos de los fósiles pertenecientes al género Homo, se han distinguido dos aspectos generales. Primero el mayor volumen cerebral de nuestro Género y en especial el de los Neandertales y Humanos Anatómicamente Modernos (HAM). Segundo el mayor desarrollo del Lóbulo frontal (LF), asociado de alguna manera a sus mayores capacidades cognitivas y a la conducta simbólica. Estas ideas no teñían un fundamento muy claro, pues se basaban principalmente en el aumento del volumen cerebral y en el consiguiente aumento de las capacidades mentales. Pronto surgieron dudas al respecto.  

En general, todas las especies humanas, menos la nuestra, suelen tener una curvatura frontal muy clara, lo que ofrece una idea de que el lóbulo frontal era más pequeño al acompañar al hueso en su forma. Sin embargo, los análisis morfológicos del cerebro, sobre la base de los endomoldes de diversos fósiles, nos ofrece unas perspectivas muy interesantes. Se ha pensado que el lóbulo frontal del Neandertal, teniendo en cuenta la menor curvatura de su hueso frontal, debía de ser menor en su polo anterior. Recientes estudios han podido comprobar que existe una forma evolutiva diferente entre las líneas externa e interna de este hueso, pues mientras que la curvatura de su parte interna (en contacto directo con el lóbulo frontal) se mantiene con las mismas formas geométricas en neandertales y humanos modernos, la forma externa adquiere diferente aspecto. Así, en el Neandertal se aplana con un aumento importante del grosor del seno frontal y del hueso, mientras que en los humanos modernos adquiere su característica forma globular similar a la forma de la cara interna. Por tanto, hay una importante diferencia externa, pero en ambas poblaciones la forma anterior del lóbulo frontal serían semejantes (Bookstein et al. 1999).  

En la conducta humana cobra especial interés el lóbulo frontal, pues es donde se localizan las capacidades cognitivas fundamentales relacionadas con el control y desarrollo de nuestra conducta en general, aunque siempre teniendo en cuenta que el cerebro actúa como una unidad funcional integrada. Este lóbulo tiene dos áreas funcionales perfectamente conocidas; las zonas más posteriores o áreas motoras (primarias) y premotoras (secundarias), donde se sitúa el control voluntario de nuestra motilidad; mientras que las áreas más anteriores o frontales serían las de asociación terciaria (Luria, 1974) con funciones cognitivas superiores, constituyendo el lóbulo prefrontal (LPF). En el ser humano adulto el LPF constituye un tercio del total de la superficie del córtex, estando sus propiedades cognitivas relacionadas con la superficie y características funcionales de sus componentes corticales.
Regiones funcionales del hemisferio izquierdo de la corteza cerebral. El área prefrontal está localizada en el frente de la corteza cerebral (Seeley et al. 2004).   

Durante mucho tiempo se ha asumido que la corteza prefrontal es significativamente más grande en los humanos que en cualquier otro primate (Blinkov y Glezer, 1968). Se ha supuesto que esta diferencia en volumen representa una razón importante para dar cuenta de las diferencias en las formas complejas de cognición (funciones ejecutivas). Sin embargo, tal supuesto se ha puesto en duda. Algunas mediciones del lóbulo prefrontal no han encontrado diferencias entre la corteza prefrontal humana y la de primates no humanos. Semendeferi, Lu, Schenker, y Damasio (2002) midieron el volumen total del lóbulo frontal y de sus regiones principales (incluyendo la corteza y la materia blanca justo debajo de ésta) en humanos, chimpancés, gorilas, orangutanes, gibones y macacos, utilizando reconstrucciones cerebrales en tercera dimensión a partir de escaneos de resonancia magnética (RM). Aunque el volumen absoluto del cerebro y del lóbulo frontal fue más grande en los humanos, el tamaño relativo del lóbulo frontal fue similar en todos los homínidos: macacos (28.1%), gibones (31.1%), orangutanes (35.3%), gorilas (32.4%), chimpancés (35.9%) y humanos (36.7%). Se encontró que los humanos no poseen un lóbulo frontal más grande que lo esperado en comparación con el cerebro de un primate. Más aún, el tamaño relativo de regiones del lóbulo frontal (dorsal, mesial y orbital) fue similar entre los primates estudiados. Lo que se compara es una relación entre el volumen total del cerebro y el volumen del lóbulo frontal.  

Pero la superficie funcional de este lóbulo prefrontal no es la misma entre los primates actuales, siendo mucho mayor entre los humanos. Nuestra evolución neurológica produjo cerebros más grandes, en los cuales la proporción entre el volumen (medida muy usada, pero poco exacta, pues la superficie cortical es el parámetro más preciso de la capacidad funcional) del lóbulo frontal y de todo el cerebro es semejante, pero la superficie del lóbulo frontal, tanto la motriz (áreas motoras y premotoras) como la asociativa (sería el llamado lóbulo prefrontal, compuesto por áreas de asociación terciaras) son mucho mayores. Parece desprenderse que, de una forma general, se produce un aumento evolutivo más o menos homogéneo (aunque deben de existir pequeñas diferencias) del cerebro de los homínidos, en la cual la proporción entre sus diferentes partes sigue siendo similar, pero la superficie funcionante (corteza cerebral) aumentaría en todos sus componentes (áreas primarias, secundarias y terciarias).  

No obstante, como todo en biología, es dudoso que el tamaño de la corteza prefrontal sea la única responsable de las capacidades cognitivas humanas. Otros factores deben ser considerados, tales como la conectividad (¿mayor estimulación?). Schoenemann, Sheehan, y Glotzer (2005) encontró que una diferencia importante entre los humanos y otros primates era el volumen de la materia blanca. Utilizando RM de 11 especies de primates, los autores midieron el volumen de la materia gris, blanca y el volumen total del lóbulo prefrontal y de todo el cerebro en cada espécimen. En términos relativos, se encontró que la materia blanca prefrontal fue la mayor diferencia entre los humanos y los no humanos, mientras que la materia gris no mostró diferencias significativas. Una mayor interconexión cerebral puede representar entonces una característica crucial del cerebro humano. No obstante, hay que tener en mente que los humanos utilizados en este estudio fueron personas contemporáneas, procedentes de zonas urbanas, con niveles educativos altos, etc., no los sujetos humanos que vivían en las condiciones prehistóricas de hace 150,000 años. Pensamos que tendrían las mismas capacidades cognitivas, pero su desarrollo no pudo ser igual, pues en medio ambiente es totalmente diferente, sobre todo en lo referente al simbolismo.  

Existe una trascendente diferencia neurológica en las áreas terciarias del lóbulo frontal (zona prefrontal LPF) entre el ser humano y el resto de los primates (Semendeferi y Damasio, 2000). Conocemos que los humanos modernos presentan una superficie mucho más amplia que los demás primates. Sin embargo, su estructura neurológica es menos densa, permitiendo que existan entre ellas unas interconectividad mucho mayor, como se deduce de la mayor y tardía mielinización observada (Bufill y Carbonell, 2004; Semendeferi et al., 2002). Estos estudios apuntan a que la superficie asociativa del córtex del LPF de los humanos tiene un carácter alométrico cuantitativo (aumento de la superficie funcional del córtex) y cualitativo (nuevas funciones cognitivas). Igualmente, se conoce que las áreas terciarias del lóbulo frontal son mayores, proporcionalmente, que la del resto de los primates conocidos, como se deduce de su mayor circunvolución y girificación (Cela Conde, 2002; Rilling e Insel, 1999). Por tanto, no parece difícil establecer una relación entre el aumento (de superficie y interconectividad) de estas áreas con la conducta moderna. La diferenciación funcional o el aumento respecto de los demás homínidos conlleva a que nuestra especie tendría una mayor capacidad funcional de dos tipos (fundamentales en la conducta humana) (Ardilla y Ostrosky-Solis, 2008):  

* Metacognitivos (área dorsolateral de la corteza prefrontal), para procesar la información, asimilarla y utilizarla para mejorar su conducta, mediante el mayor desarrollo de sus funciones ejecutivas, imprescindibles para la organización de todo tipo de conducta y lenguaje. y al aumento de las capacidades de abstracción y simbolismo.  

* Emocionales (área ventromedial de la corteza prefrontal), que coordina la cognición y la emoción. En ese sentido, la función principal del lóbulo prefrontal es encontrar justificaciones aparentemente aceptables para los impulsos límbicos (los cuales constituyen las “funciones ejecutivas emocionales”).  

Estas dos funciones siempre actúan juntas, pues cualquier acción (sobre todo si se relaciona con otros componentes de la sociedad) siempre lleva adosada un componente emocional (positivo, negativo o dentro de un amplio margen de una supuesta neutralidad emocional). La importancia del LPF humano en su compleja conducta es primordial, aunque no hay que olvidar que nuestro sistema nervioso siempre actúa de forma integrada con otras zonas cerebrales, pues su acción conjunta es necesaria para cualquier acción y, aunque parezca mentira, se necesitan más de las que aparentemente podemos creer que son las necesarias.  

Como las funciones ejecutivas se asientan principalmente en esta zona cerebral (interconectadas funcionalmente con otras áreas neurológicas), podemos intuir que la conducta moderna humana se debe, en gran parte, al desarrollo evolutivo del LPR, y que sus características funcionales serían claves para comprender el origen y desarrollo de nuestra conducta simbólica. Pero las características funcionales de este LPF vienen determinadas por las propias características evolutivas. Por tanto, para entender con detenimiento el origen y desarrollo de la conducta humana, creo que es imprescindible seguir por los derroteros del modelo multidisciplinar, es decir, de elaborar teorías multidisciplinarias que enlacen sin problemas los conceptos recientes de la Biología evolutiva, Neurología, Psicología, Sociología y Lingüística.


* Ardila, A.; Ostrosky-Solís, F. (2008): Desarrollo Histórico de las Funciones Ejecutivas. Revista Neuropsicología, Neuropsiquiatría y Neurociencias, Vol.8, No.1, pp. 1-21. 
* Blinkov, S. M., y Glezer, I. I. (1968). Das Zentralnervensystem in Zahlen und Tabellen. Jena: Fischer.
* Bookstein, F.; Schäfer, K.; Prossinger, H.; Seidler, H.; Fieder, M.; Stringer, CH.; Weber, G. W.; Arsuaga, J. L.; Slice, D. E.; Rohlf, F. J.; Recheis, W.; Marian, A. J. y Marcus, L. F. (1999): Comparing frontal cranial profiles in archaic and modern Homo by morphometric analysis. The Anatomical Record 257, 6: 217-224. 
* Bufill, E. y Carbonel, E. (2004), “Conducta simbólica y neuroplasticidad: ¿un ejemplo de coevolución gen-cultura?”. Revista de neurología, 39 (1): 48-55.
* Cela Conde, C. J. (2002), “La filogénesis de los homínidos”. Diálogo filosófico, 53: 228-258.
* Luria, A. R. (1974): El cerebro en acción. Fontanella. Barcelona.
* Rilling, J. K., e Insel, T. R. (1999), “The primate neocórtex in comparative perspective using magnetic resonance imaging”. Journal of Human Evolution, 37, 191-223.
* Seeley, R.; Tate, P.; Stephens, T. D.; Tate, P. (2004): Essentials of Anatomy and Physiology. Textbook (Hardcover - Older Edition).
* Semendeferi, K. y Damasio, H. (2000), “The brain and its main anatomical subdivisions in living hominoids using magnetic resonance imaging”. Journal of Human Evolution 38: 317-332.
* Semendeferi, K.; Lu, A.; Schenker, N. y Damasio, H. (2002), “Humans and great apes share a large frontal cortex”. Nature neuroscience 5 (3): 272-276.

domingo, 2 de agosto de 2009

Biología evolutiva, Psicología y conducta humana

El uso de la Psicología en los medios arqueológicos ha generado cierto ambiente negativo, ante la dificultad práctica de su utilización como fuente explicativa de ciertos fenómenos conductuales acaecidos en los tiempos prehistóricos. Al temor de utilizar conceptos poco conocidos (pues se trata de una disciplina ajena la Arqueología) hay que añadir la existencia de teorías diferentes (principalmente el conductismo y la Psicología cognitiva con sus diferentes modalidades), lo que sin duda no favorece en nada su uso y extensión.  

Las características del inicio de la Psicología como ciencia, separada de la Neurología que en gran parte del s. XX poco podía aportar, fueron la causa de uno de sus principales problemas que ha presentado su desarrollo teórico. Su investigación sólo pudo tener lugar por medio de la propia introspección de los psicólogos, o de la interpretación que se ha dado de la conducta observada en los pacientes, sin poder tener una correlación neurológica que lo corroborara. En este sentido, Francis Harry Crick (1916-2004), premio Nobel de Fisiología y Medicina en 1962 por su contribución al descubrimiento de la estructura del ADN, expone que la razón no es suficiente para entender nuestra realidad neurológica, teniendo una gran capacidad de autoengañarnos sobre el funcionamiento cerebral en relación con el mundo en el que vivimos y consigo mismo, pues lo que conocemos del cerebro es sólo una pequeña parte de su compleja dimensión. Por tanto, la Filosofía (y la Psicología alejada de la Neurología) ha sido en parte estéril durante más de 2000 años, y probablemente seguirá siéndolo hasta que los filósofos aprendan a entender el lenguaje del proceso de la información (Crick, 1987: 220-228). Como el fin primordial de esta ciencia es el tratamiento de diversas alteraciones psicológicas que padecían los pacientes, se fue desarrollando un concepto ecléctico de la disciplina, es decir, de usar todo aquello que pareciera útil para los enfermos, con independencia de su origen teórico.  

Theodosius Dobzhansky
En la actualidad no es difícil admitir que “Nada en biología tiene sentido, excepto a la luz de la evolución”. (Theodosius Dobzhansky, 1973), así como que “Los hombres deberían saber que del cerebro, y nada más que del cerebro, vienen las alegrías, el placer, la risa y el ocio, las penas, el dolor, el abatimiento y las lamentaciones” (Hipócrates, 460-370 a.C.). En este sentido, se admite que las características neurológicas y psicológicas (psicobiológicas) que van a posibilitar la conducta humana, deben de tener un origen en los procesos evolutivos que las crearon. Fuera de estas premisas básicas, no creo que existan explicaciones actualmente válidas (excepto las que presentan un importante componente religioso), por lo menos referentes al origen y desarrollo de la conducta humana. Pero, a partir de este punto de partida común (evolución y procesos cognitivos), pronto se diversifican las formas de aplicación de tales conceptos. Las causas de esta divergencia conceptual se centran principalmente en dos hechos:  

Hipócrates
* La discrepancia sobre los mecanismos de producción de los cambios evolutivos (evolución). Aunque teoría evolutiva sólo hay una (darvinismo), existen diferentes modelos explicativos sobre las formas y mecanismos que producen los cambios morfológicos (gradualismo, equilibrios puntuados, embriología, genes reguladores, evolución en mosaico, etc.) (Rivera, 2007). La utilización o no de estos conceptos explicativos, ofrece diferentes características psicobiológicas sobre las que van a poder desarrollarse las formas conductuales humanas.  

* Las propias características de la Psicología como ciencia. Su reciente creación como ciencia moderna hace que sus pilares doctrinales básicos estén condicionados a estudios muy recientes, siendo muy escasa su correlación con la Neurología. Su desarrollo, sobre todo durante el siglo XX, fue notable, pero al no poder comprobar la realidad de las diversas teorías psicológicas nacidas a lo largo de este siglo, hizo que perdurasen paralelamente teorías a veces opuestas en sus fundamentos (p.e. Psicología conductista y Psicología cognitiva).  

No obstante, la línea común de los arqueólogos que han intentado relacionar la Psicología con la conducta prehistórica es la corriente psicológica más aceptada en la actualidad: Psicología cognitiva. Esta línea metodológica trata de explicar la conducta humana a través del mejor conocimiento de las entidades mentales o cognoscitivas, pues son ellas las que realizan las acciones que nos caracterizan, sobre la base de la información que reciben por medio de los receptores sensoriales. Esta nueva dirección metodológica parece que presenta actualmente una hegemonía conceptual en la explicación de los procesos conductuales (Belinchón et al. 1992). Pero muchas veces lo teórico es más fácil que lo practico. Así, al intentar estudiar el funcionamiento de los procesos cognitivos humanos y su aparición y desarrollo evolutivo, nos encontramos con dos problemas básicos:  

1.- La Neurología aún no puede ofrecer modelos ampliamente consensuados y delimitados que puedan explicar el soporte neurológico de tales mecanismos mentales. En la actualidad, sólo podemos relacionar ciertas áreas corticales con diversas funciones cognitivas, pero de una forma poco exacta, pues se basan en experiencias observadas en lesiones neurológicas (traumatismos, cirugía, estimulación directa, etc.) y en las modernas pruebas funcionales de imagen neurológicas. En general se aprecia una funcionalidad más global o multifocal que limitada a áreas concretas, aunque la impresión que nos ofrecen es que aún queda mucho que avanzar en este campo antes de poder relacionar procesos cognitivos funcionales con actividad neuronal precisa y concreta. 

2.- Ante esta orfandad teórica y la necesidad de analizar la mente humana, el psicólogo realiza una serie de conceptualizaciones (organización lógica y cognitiva basada en el conocimiento personal del problema a estudiar y, por tanto, subjetivo en algún grado) sobre las características cognitivas que observa en los seres humanos, a las que se denominan constructos. Los conceptos científicos como estrés, depresión y procesos cognitivos, así como casi todos los usados en la psicología, por ejemplo, inteligencia, frustración, inconsciente, emociones, actitudes, ego, fobias, ansiedad, motivación, aprendizaje, entre otros, no tienen una existencia concreta similar a las entidades físicas que se prestan a la observación sensible. Son conceptos que sobrepasan la observación empírica y muchas veces expresan supuestos teóricos. A tales conceptos se les llama actualmente “constructos o conceptos no observacionales” para diferenciarlos de los observacionales (Bunge, 1973). Los constructos no tienen referentes empíricos inmediatos Nadie ha visto ni ha tocado la inteligencia de alguien pero sí la puede inferir de la manera en que una persona es capaz de resolver ciertos problemas en relación con la manera en que otros los resuelven.   

Esta situación permite que las teorías psicológicas puedan mantenerse a la vez, aunque discrepen en algunos de sus enunciados, pues es prácticamente imposible comprobar la veracidad de cualquiera de ellas. Pero algo si se ha avanzado, pues para explicar la conducta humana siempre se estudia bajo los aspectos evolutivos y cognitivos, aunque en la forma de realizarlo existan discrepancias. El principal motivo de polémica se centra en el diferente protagonismo que en el desarrollo conductual tienen la herencia genética y el medio ambiente, pues mientras unos otorgan una mayor predominancia a la base genética (Psicología Evolucionista), otros opinan que en medio ambiente tiene un carácter fundamental (Psicología cognitiva: Procesamiento de la información). Estudiaremos brevemente las dos.

A.- La Psicología Evolucionista.

La psicología evolucionista (evolutionary psicology, EP) niega la generalidad funcional del cerebro humano probando que es imposible un proceso de aprendizaje por medio de un algoritmo genético o general. La diversidad de experiencias que tendría que acometer con éxito dicho proceso general de aprendizaje, desde el simple acto de succionar la leche materna hasta hablar y entender un idioma, pasando por la caza, la recolección de vegetales hasta responder a muy distintas situaciones sociales, hace que sean imposibles unos resultados de conducta suficientemente eficientes y rápidos para muchas de esas situaciones. Además, en muchos casos, los estímulos necesarios para el aprendizaje de esas actividades simplemente no existen y, además, en cualquier caso se precisa que haya contenidos innatos preexistentes para que el proceso de aprendizaje pueda tener lugar. 

La psicología evolucionista plantea un modelo en el que la mente está formada por módulos que resuelven problemas particulares y que han sido conformados por la evolución, de la misma manera que los órganos y funciones fisiológicas son producto de la evolución por selección natural de los caracteres físicos hereditarios. La cognición en los animales está formada por módulos funcionales relacionados entre sí, cada uno de los cuales trata un problema de conducta determinado (inteligencia técnica, lingüística, social y de la historia natural), es decir, cada función cerebral desarrolla un instinto. La PE plantea la razonable hipótesis de que el ser humano no es distinto de los demás animales y comparte este esquema. Al contrario que el modelo clásico de las ciencias sociales (determinismo cultural relacionado con los otros modelos de psicología cognitiva), que plantea la hipótesis nunca probada de que la naturaleza humana se ha formado evolutivamente a través de un proceso de borrado de instintos, que nos convierte en unos seres excepcionales y excepcionalmente moldeables sin parangón en el reino animal. La PE plantea el que la naturaleza humana se ha formado por la evolución de los instintos de nuestros antepasados primates y la aparición de otros nuevos bajo la presión adaptativa del nuevo entorno en el que vivieron los seres humanos durante la mayor parte de su historia. En conclusión, mientras el modelo estándar de las ciencias sociales presupone que el ser humano tiene muchos menos instintos que sus antepasados antropoides, la PE presupone que tiene más. Así, un módulo funcional no es una zona aislada del cerebro, sino una facultad instintiva que nos permite resolver un problema concreto. Cada facultad de este tipo se lleva a cabo en zonas del cerebro que pueden al mismo tiempo ejecutar otras funciones.   

Pero ese control de nuestros instintos no es nuevo, porque así ha sido siempre y es parte de la naturaleza humana. Los instintos se manifiestan en la forma de impulsos, deseos y sentimientos. Muchos impulsos son contradictorios (me gustaría hacer dos cosas, pero una es incompatible con la otra o no tengo tiempo para las dos o solo tengo recursos para una). El hombre tiene una capacidad (un instinto) muy desarrollada para considerar, consciente e inconscientemente una gran variedad de impulsos y deseos y cotejarlos contra una base de experiencias anteriores para adivinar cual de sus deseos es más factible en cada momento en función de las expectativas y cual tiene que mantener en cola de espera o bien reprimir.  

En sentido coloquial se entiende como instintos una serie de "bajos" impulsos que están determinados al 100% de forma innata. El deseo de alimentarse, tener sexo etc. Bajo la PE, un instinto es el resultado de la actividad de un módulo funcional del cerebro que trata un determinado problema, y no hay problema que no esté tratado por uno o varios de esos módulos. Un módulo o instinto genera conductas que no son innatas en general sino que dependen del ambiente. Por tanto, instinto es lo que subyace debajo de cualquier conducta, se considere "básica" o "elevada".  

Estos conceptos se oponen al determinismo cultural, claramente expuesto (de una forma muy extrema) por el concepto de tabula rasa. En filosofía, tabula rasa o tabla rasa hace referencia a la tesis epistemológica de que cada individuo nace con la mente "vacía", es decir, sin cualidades innatas, de modo que todos los conocimientos y habilidades de cada ser humano son exclusivamente fruto del aprendizaje a través de sus experiencias y sus percepciones sensoriales.

B.- Psicología cognitiva: Procesamiento de la información.

Uno de los enfoques más aceptados de la Psicología cognitiva corresponde al denominado Procesamiento de la información, que se asocia a la concepción del ser humano como un sistema neurológico capaz de recibir, procesar, almacenar y recuperar la información que le llega a través de sus sentidos (González Labra, 1998). Conceptualmente se basa en que todo proceso mental o cognoscitivo tiene como origen la información que previamente el cerebro ha tenido que recibir y procesar (Leahey, 1980).  

Sin embargo, esta capacidad de procesamiento de la información no es totalmente libre e independiente, pues estaría limitada por las características psicobiológicas de cada persona. Éstas, en función de su propia herencia genética, no son iguales y juegan un papel importante en el desarrollo de la conducta. La famosa “tabula rasa” en la practica no existe pues es inviable su realización. Desde el mismo momento del nacimiento se va a producir una organización psicológica, que depende de tres factores fundamentales en la futura conducta del neonato.  

* Primero, de las capacidades cognitivas primarias (creatividad, memoria, funciones ejecutivas, motivación, etc.) que la evolución haya otorgado, por medio de la herencia genética de sus padres, a ese nuevo ser.  

* Segundo, el temperamento o la manera particular y natural con que un ser humano interactúa con el entorno. Puede ser hereditario y no influyen factores externos (sólo si esos estímulos fuesen demasiado fuertes y constantes). Es la naturaleza general de la personalidad de un individuo, basada las características del tipo de sistema nervioso. Está relacionado con la influencia endocrina (que se debe a los genes, y que se manifiesta en determinados rasgos físicos y psicológicos).  

* Tercero, con la influencia de los estímulos externos se produce la adquisición e interiorización del simbolismo del lenguaje, y el desarrollo funcional del pensamiento (lenguaje interno), facultando el desarrollo de los fenómenos de autoconciencia y demás procesos cognitivos emergentes. La unión funcional de todos estos procesos van a dar lugar a un importante cambio conductual, tanto en el simbolismo de sus actos como en el control de los mismos (Rivera, 2007).  

Consideraciones  

La aceptación de uno u otro modelo es importante en la explicación del origen y desarrollo de la conducta humana, pues originan formas de desarrollo cultural diferentes. Mientras que la PE explica el origen de estos instintos mediante la tradicional forma gradualista del darvinismo, los psicólogos sociales apoyan más la idea del carácter emergente y cultural de muchas de las cualidades cognitivas del ser humano (Ardilla y Ostrosky-Solís, 2008; Belinchón et al. 2000). 

Los módulos o procesos cognitivos especializados por la evolución en un tipo concreto de comportamiento (inteligencia técnica, lingüística, social y de la historia natural) (Mithen, 1998) constituyen un constucto elaborado sobre otros constructos, lo que ofrece un modelo aún más “artificial” que el expresado por los psicólogos sociales.

La definición de instinto por la PE no deja de semejarse a las capacidades cognitivas (posibilidad de generar una determinada conducta en un medio adecuado) que exponen la psicología cognitiva social. Los dos modelos tienen una base genética que lo posibilita, y necesitan de un medio ambiente que los desarrolle, la diferencia puede ser simplemente de grado, pero prácticamente imposible de especificar.  

Los datos obtenidos por la Neurología moderna, las recientes posibilidades de la Biología evolutiva, los datos obtenidos objetivamente de la Sociología y los modelos sociales del Lenguaje, parecen que ofrecen en conjunto (modelo multidisciplinar) un panorama que se acerca más a las propuestas de los psicólogos sociales.


* Ardila, A.; Ostrosky-Solís, F. (2008): Desarrollo Histórico de las Funciones Ejecutivas. Revista Neuropsicología, Neuropsiquiatría y Neurociencias, Vol.8, No.1, pp. 1-21. * Belinchón, M.; Igoa, J. M. y Riviere, A. (1992): Psicología del lenguaje. Investigación y teoría. Ed. Trotta S.A. Madrid
* Bunge, M. (1973). La Ciencia, su Método y Filosofía. Edición Siglo XX, Buenos Aires.
* Crick, F. H. (1987): Reflexiones en torno al cerebro. En El cerebro. Libros de Investigación y Ciencia, Ciencia Científica, Barcelona.
* Crick, F. H. (1994): “La búsqueda científica del alma: una hipótesis revolucionaria para el siglo XXI”. Debate. Barcelona.
* Dobzhansky, T. (1973). Nothing in biology makes sense except in the light of evolution. The American Biology Teacher, 35, 125-129.
* González Labra, M. J. (1998): Introducción a la Psicología del Pensamiento. Trotta. Valladolid.
* Leahey, T. (1980): Historia de la Psicología. Ed. Debate. 1982. Madrid.
* Mithen, S. (1998): Arqueología de la mente. Crítica. Barcelona.
* Rivera, A. (2007): Evolución y conducta. Arqueoweb, 9 (1).

http://www.ucm.es/info/arqueoweb/numero9_1/conjunto9_1.htm