sábado, 28 de noviembre de 2009

Objetividad y subjetividad en Arqueología

En teoría, todos perseguimos lo mismo: conocer los hechos acaecidos en el pasado con el mayor nivel de certeza y objetividad posible. Pero en la práctica, las teorías que con tal fin se establecen, lo hacen con un fundamento a veces demasiado endeble. Sobre todo si nos introducimos en el Paleolítico, donde la escasez de datos y la limitación teórica sobre el origen y desarrollo del comportamiento humano van a marcar cualquier estudio que se realice.

En la actualidad, un ejemplo muy discutido es el que concierne al inicio del Paleolítico Superior en Europa, donde dos formas de poblaciones humanas (neandertales y HAM) convivieron, y de alguna manera (sólo uno de ellos, los dos relacionados o por caminos diferentes) se desarrolló en nuestro continente una forma de conducta simbólica (Paleolítico Superior europeo), similar a la que, con cierta anterioridad, puede verse en otras áreas geográficas del Viejo Mundo. Desde entonces, el característico simbolismo de esta cultura moderna ha sido el principal componente conductual de todas las sociedades humanas.

En el análisis sobre qué grupo humano fue el primero en emprender el camino de la modernidad, existen numerosos interrogantes de difícil solución. En los intentos de aclarar esta encrucijada histórica se han expuesto diversas teorías, pero todas presenta importantes irregularidades, tienen defectos teóricos o lagunas explicativas. En la defensa de las mismas, la objetividad muchas veces no pasa de un simple intento, pues enseguida se descalifica la base argumental del oponente ensalzando las formas de la nuestra, cuando la realidad es que todas presentan el mismo tipo de problema: falta de datos que confirmen fehacientemente las líneas teóricas sobre las que se sustentan.

La solución ideal, desde el punto de vista arqueológico, pasaría por el hallazgo de datos arqueológicos y paleontológicos de muy clara interpretación, que no ofrezcan duda sobre la autoría humana de los restos arqueológicos que encontramos de este conflictivo periodo. Sin embargo, las posibilidades de que tales hechos ocurran con la claridad e intensidad que todos queremos no son muchas, por lo que parece importante buscar otros caminos más seguros y posibles que puedan dar luz a estos problemas.

En este último sentido, para superar esta dialéctica hay que racionalizar el debate, e introducir importantes datos que, por corresponder a disciplinas poco usadas en la arqueología, se han mantenido fuera del debate. Esta limitación académica dificultaría la interpretación de la realidad que estamos estudiando: la conducta humana en todas sus facetas. En esta racionalización es primordial conocer los datos y el nivel de certeza que puedan poseer. Básicamente los podemos reunir en dos grandes apartados:

A. Paleontológico: ¿una o dos especies?
En el debate paleontológico se ha olvidado importantes aspectos de la Biología (tanto en general como evolutiva). El concepto de especie no deja de ser un constructo académico, tremendamente útil para clasificar, estudiar y observar la evolución de los seres vivos. Su fundamento es la posibilidad de cruce de dos individuos con descendencia fértil entre los que pertenecen a la misma especie, siendo de diferente taxón si esta condición no se logra (imposibilidad biológica de apareamiento, o de descendencia fértil). De las poblaciones del Paleolítico sólo sabemos lo que sus escasos fósiles nos muestran, así como dónde y en qué periodo temporal se han encontrado. En este sentido, de los neandertales y HAM conocemos:

- Procesos evolutivos diferentes. Actualmente se ha podido estudiar el ADN mitocondrial en diversos restos óseos del Neandertal localizados en diferentes lugares. En tales análisis se ha comprobado la diferencia genética existente entre neandertales y HAM, así como la existencia de una importante diferencia temporal respecto de la separación de las dos poblaciones a partir de un ancestro común, calculándose en unos 500.000 años.
- Aislamiento geográfico durante esa evolución, pues ambas poblaciones se originaron en lugares lejanos (Europa y África), en distintos ambientes y con un aislamiento geográfico, indican la coexistencia temporal y aislada de dos formas evolutivas diferentes.
- Distinta anatomía. Las diferencias morfológicas entre las dos poblaciones son muy conocidas y están bien documentadas en el registro arqueológico. Por medio del análisis dentario como signo biológico del desarrollo ontogénico postnatal, se ha comprobado que los neandertales tenían un desarrollo rápido, llegando a la madurez biológica antes que los humanos actuales, indicando la presencia de un desarrollo ontogénico distinto (Ramírez Roiz y Bermúdez de Castro, 2004). Estos datos recalcan su diferencia anatómica y la existencia de dos líneas evolutivas diferentes.
- Diferencias neuroanatómicas. Los análisis paleoneurológicos han comprobado que nuestra especie presenta una forma evolutiva diferente a la observada en los neandertales, comprobándose un diferente patrón de desarrollo neurológico. En el Neandertal existe una pauta de desarrollo cerebral definido por diversos autores como arcaico, en el que gran parte del cambio está basado en un simple crecimiento general. Mientras que en los HAM se observa un aumento vertical, dilatación del lóbulo frontal y una relativa reducción de longitud y anchura del lóbulo occipital. Se produce un aumento alométrico de la forma y superficie de los lóbulos parietales y posiblemente frontales de nuestra corteza cerebral (Bruner, Manzi y Arsuaga, 2003). Estas distinciones neuroanatómicas indican cierta diferenciación de la superficie del córtex cerebral en las áreas asociativas de los lóbulos parietales y frontales (donde tienen lugar los procesos cognitivos). Si se acepta que son dos líneas evolutivas y un desarrollo ontogénico diferentes, no sería raro pensar en la existencia de diferencias neurofisiológicas en el funcionamiento cerebral de los dos grupos. Tales datos pueden justificar la idea de unas capacidades cognitivas parecidas pero no iguales.

Estos datos, dentro de los clásicos parámetros de la biología evolutiva, inducen a considerar la posibilidad de que sean dos especies diferentes, pero la certeza sólo puede surgir del éxito de una posibles descendencia común y fértil entre ellos a su vez. Como todos conocemos, carecemos de pruebas contundentes que avalen tal hibridación, por lo que tan cierto o falso sería negarlas como aceptarlas plenamente. Conocemos una diferencia anatómica (plenamente demostrada), que no impide una posible hibridación. Incluso se conocen ciertas diferencias neuroanatómicas entre las dos poblaciones, que pueden inducir a pensar en unas capacidades cognitivas parecidas pero no exactamente iguales. Sin embargo, la certeza de estas últimas afirmaciones no pueden demostrarse por medio de los fósiles, sino que debe realizarse a través del estudio de la conducta general de sus productores.

Si aceptamos que puede haber hibridación a pesar de sus diferencias anatómicas, igualmente hay que aceptar la mezcla biológica con la posibilidad de que existan algunas diferencias cognitivas entras las dos poblaciones. La hibridación, proceso meramente biológico, sólo establece la idoneidad biológica en los procesos de la fecundación, en el desarrollo embriológico y en la capacidad de fertilidad posterior. Pero nada indica sobre la posibilidad de diferencias morfológicas (comprobadas entre los neandertales y HAM) que sean compatibles en el proceso de reproducción, ni mucho menos en diferencias cognitivas que no impidan los mecanismos conductuales del apareamiento. Es más, las diferencias anatómicas generales (base sobre la que se distinguen las especies en el Paleolítico) presentarían mayores inconvenientes a la hibridación que las pequeñas diferencias neuroanatómicas y fisiológicas que puedan tener los cerebros de las dos poblaciones.

La demostración por medio de restos fósiles humanos de hibridación, puede indicar que pertenecen a la misma especie biológica (en el aspecto que la biología establece como condición exclusiva de especie: reproducción de individuos fértiles a su vez), pero que presentan diferencias anatómicas (comprobadas) y posiblemente cognitivas (no comprobadas), consecuencia de su independiente evolución de unos 500.000 años en lugares netamente separados geográficamente (Europa y África). Hay autores que califican estas ideas como racismo científico, consecuencia de que aceptar diferencias cognitivas entre los componentes de una misma especie es considerado como tal. Efectivamente, entre todos los componentes de la especie humana moderna (Homo sapiens sapiens) no existen tales diferencias cognitivas, pues todos provienen de la misma línea evolutiva. No obstante, este no es el caso de los neandertales, que presentan un aislamiento geográfico y diferenciación evolutiva de unos 500.000 años, lo que sí da pie a las importantes diferencias anatómicas conocidas y a la posibilidad de cierta diferenciación psicobiológica, a pesar de que pudieran cruzarse entre ellos y tener descendencia fértil..

En este punto sólo los aspectos arqueológicos nos pueden dar indicios sobre la igualdad o no de las capacidades cognitivas de los neandertales y HAM, con independencia de que sean especies diferentes o iguales, y que se hayan mezclado o no. Esto nos permite llegar a una importante conclusión: las capacidades cognitivas derivan de la evolución neurológica, lo que no tiene porqué ser exclusiva de nuestra especie, sino de las condiciones psicobiológicas necesarias para su producción y desarrollo, lo que pudiera suceder en otras especies del género Homo, aunque con el grado de capacidad cognitiva que las características psicobiológicas de sus respectivos cerebros pudieran haber ofrecido. La posibilidad de que así fuera no se ha podido comprobar en la actualidad, pues sólo existe una especie del género Homo, en la que todas sus diversas poblaciones presentan las mismas capacidades cognitivas. El fenómeno es único en la biología y ocurrió en el pasado, por lo que sólo podemos estudiarlo por medio de sus escasos restos (fósiles y conducta).

B. Arqueológico: que contribución tuvieron las dos poblaciones en el origen y desarrollo de la cultura moderna.
La comprobación, en uno u otro sentido, de las anteriores ideas sólo puede realizarse por medio de las manifestaciones culturales que el registro arqueológico nos ofrece, pues la conducta sería la manifestación del desarrollo de las capacidades cognitivas de los humanos que la produjeron. En definitiva, la comparación conductual de las dos poblaciones sería la piedra angular de todo estudio sobre sus respectivas conductas, por lo que la forma de realizarla es fundamental. En este punto es donde la subjetividad científica más ha actuado, pues en el análisis de la conducta de los neandertales (sobre todo en el inicio del Paleolítico Superior) se han omitido aspectos metodológicos importantes en los intentos de demostrar que su conducta fue igual o muy similar a la de los HAM. Igualmente, en el estudio del desarrollo cultural por parte de los HAM ha habido una generalización excesiva, así como una permanente confusión entre el concepto de capacidades cognitivas que poseían y el proceso de su desarrollo condicionado al medio ambiente.

Se aprecia la falta de un método multidisciplinar que nos encauce el origen y desarrollo del simbolismo humano (tanto entre los neandertales como entre los HAM), así como la utilización de una amplia muestra de su población, evitando el sesgo estadístico de unos pocos yacimientosEl principal problema reside en que la atribución de muchas de las conductas claves del inicio de la conducta simbólica no puede realizarse con certeza a ninguna de las dos poblaciones. La falta de fósiles que confirmen su atribución a una u otra población, deja todas las posibilidades abiertas, lo que ha generado el estado de conflictividad teórica actual. Esto ha conducido a una incertidumbre en la atribución paleontológica de los yacimientos correspondientes al periodo de transición paleolítica (45-35.000 BP), tanto a los neandertales como a los HAM.

Siempre se ha comentado que la modernidad la trajeron los HAM a Europa con su cultura del Auriñaciense. Pero desconocemos totalmente su inicio y desarrollo fuera del continente europeo. Cada vez parece más claro que se trata de una generalización (como muchas otras) de la teoría del Out of Africa. De esta generalización se han tenido como ciertas interpretaciones arqueológicas con un fundamento casi inexistente. Es el caso de afirmar que los HAM entraron en Europa con un Auriñaciense (más o menos inicial, arcaico o protoauriñaciense), pero sólo una cultura que caracterizaba a los HAM. Se atribuía a tales poblaciones una unidad tecnológica (tipológica en especial, y tecnológica con aspectos más generales). Casi fue una cultura monolítica, de origen desconocido, que invadió Europa exterminando cruelmente a los indígenas de la época (neandertales). El testimonio arqueológico sobre el que se sustenta tales ideas, estaba más en la mente de los que apoyaban estas ideas, que en los datos obtenidos de los yacimientos.

Con estas ideas, toda cultura que no pudiera relacionarse claramente con el Auriñaciense debía de ser atribuida a los neandertales (Chatelperroniense, Uluzziense, Szaletiense, Bohuniciense, etc.). Lo que tampoco tenía un fundamento adecuado, pero se sostenía con la aceptación de la primera premisa. Esta teórica posición poco fundamentada, y los continuos problemas de atribución paleontológica de los yacimientos, suscitaron un movimiento teórico totalmente opuesto. Se atribuyó a los neandertales un fundamental y primigenio papel en el inicio de la conducta simbólica de Europa. De meros observadores y victimas de los HAM se pasó a ser los verdaderos creadores de las culturas modernas (Chatelperroniense, Uluzziense y las primeras atribuciones del Auriñaciense arcaico) que se relacionan con la conducta moderna y simbólica. Su fundamento se centraba en la descalificación arqueológica de la atribución de los primeros yacimientos auriñacienses a los HAM, sobre la base de errores tafonómicos, estratigráficos y cronológicos de los estudios que llevaron a tal conclusión, problemas que también existían, pero que no se consideraron, en los yacimientos chatelperronienses que fueron la llave del cambio teórico.

Se pasó de un HAM con un desarrollo cognitivo prácticamente igual al nuestro, con todas las connotaciones culturales que nos caracterizaron durante periodos históricos muy posteriores, y un Neandertal con unas capacidades cognitivas muy disminuidas en relación con la de los HAM, a casi todo lo contrario. Un Neandertal con capacidades cognitivas iguales a las nuestras, que les permitió desarrollar las culturas modernas propias del inicio del Paleolítico Superior europeo Chatelperroniense, Uluzziense, Auriñaciense de transición, Bachokiriense, Bohuniciense, etc.), junto con una posterior (36000 BP) llegada de los HAM con un Auriñaciense ya desarrollado (no se sabe dónde ni cuándo) en sus aspectos más característicos, y unas relaciones totalmente desconocidas y la definitiva desaparición del Neandertal.

La objetividad se perdía en ambas posiciones, al aceptar la teoría del Out of Africa tal y como la expusieron en un principio sus autores (p. e. Stringer y Gamble, 1996), o negar totalmente sus propuestas arqueológicas en la parte referente a Europa (D´Errico et al. 2003). Las nuevas afirmaciones sobre la alta capacidad cognitiva del Neandertal, basada en una interpretación de los datos arqueológicos, adolecen exactamente de los mismos o parecidos problemas que se les achacó a los yacimientos atribuidos a los HAM en el inicio del Paleolítico Superior.

I.- Las certezas son escasas, pero valiosas.
- A finales del Paleolítico Medio la conducta de los HAM no tenía las características modernas en el Próximo Oriente, mientras que en el Sur de África aparecieron con claridad patrones conductuales indicadores de modernidad. Cada zona tendría sus propias cualidades medioambientales (sociales, demográficas, culturales, lingüísticas, etc.), y la distancia impediría la posibilidad de relación y comunicación compensadora.
- Aunque aún se opina en que la modernidad se basa en una simple tecnología lítica de características laminares, cada vez se está imponiendo la necesidad de añadir a la anterior otra tecnología de materias primas biológicas (hueso, asta, marfil), así como un incipiente desarrollo de los adornos personales y conductual con cierto simbolismo.
- No existe atribución paleontológica para los yacimientos del Auriñaciense arcaico o de transición, atribuidos a los HAM en principio y después a los Neandertales, por lo que su autoría no puede conocerse con exactitud.
- La única relación de los neandertales con las culturas de la transición son sus escasos restos anatómicos relacionados con el Chatelperroniense (Arcy-sur-Cure y Saint Césaire).
- La modernidad del Neandertal no tuvo las mismas características que las que presenta el HAM. Aunque existentes, no fueron iguales. En el Paleolítico Medio los HAM de Africa del sur presentaron un desarrollo cultural más avanzado que en la Europa del mismo periodo. Sólo se puede relacionar con algunos Neandertales (Chatelperroniense y Uluzziense), pero de la totalidad de la población de neandertales del mismo periodo, sólo una minoría presentaba estas características claramente modernas. Hay que tener en cuenta la comprobada perduración del Musteriense, la posibilidad de un Musteriense con puntas de Chatelperron pero sin tecnología laminar ni ósea, o las culturas de puntas (Neroniense, Szeletiense, Bohuniciense y el complejo Lincombien-Ranisien-Jerzmanowiciense) sin simbolismo ni tecnología ósea comprobada. Tales culturas se extienden, en el mismo periodo de inicio que el Chatelperroniense, por casi toda Europa.


II.- Las dudas siguen siendo muy numerosas, mucho más que las certezas.
Al descalificar las dataciones de los yacimientos atribuidos al Auriñaciense arcaico paralelas a las correspondientes al inicio del Chatelperroniense, sólo se traslada el problema a otros lados, pero no soluciona el problema de la transición en general. El problema no sólo continúa, sino que aparecen nuevas incógnitas:
- ¿Cómo puede explicarse la gran diversidad cultural de los neandertales, donde predominan las culturas no simbólicas entremezcladas con las más modernas o simbólicas, situación que se produce durante milenios?.
- ¿Cómo se aclara la proximidad geográfica de poblaciones de neandertales con culturas claramente simbólicas (Chatelperroniense) con perduraciones clásicas del Musteriense, o la simple extensión de las puntas de Chatelperron?
- ¿Cómo se puede entender la escasa realización de la tecnología ósea, en muchos aspectos ligada a los adornos, pero inexistente en la mayoría de los yacimientos chatelperronienses?
- Si el Neandertal fue el creador de toda la cultura del inicio del Paleolítico Superior ¿Cómo se explica su pequeña o muy escasa representación de tales avances simbólicos en comparación con el gran dinamismo simbólico visto entre los HAM ya desde el inicio del Auriñaciense?
- Si los HAM llegaron sobre el 36000 BP con el Auriñaciense ya elaborado ¿Dónde se originó, a partir de qué cultura y dónde podemos apreciar el continuum cultural que todo desarrollo tecnológico supone, y que se ha visto en el propio Chatelperroniense?

Se precisan teorías lo más amplias posibles, no soluciones parciales. El mundo europeo de los neandertales fue muy irregular, no se corresponde con una natural diversificación cultural, sino a una importante restricción geográfica del desarrollo de la tecnología ósea, y el simbolismo, junto con una limitación en la difusión de ideas. Paralelamente, no se debe intentar soluciones parciales (origen de la cultura moderna por parte de los neandertales) cuando se generan nuevos problemas y se que se ignoran u olvidan (origen de la cultura moderna entre los HAM de Europa).

* Bruner, E.; Manzi, G. y Arsuaga, J. L. (2003): Encephalization and allometric trajectories in the genus Homo: Evidence from the Neandertal and modern lineages. PNAS. 100 (26): 15335-15340.
* D´Errico, F.; Henshilwood, CH.; Lawson G.; Vanhaeren, M.; Tillier, A. M.; Suressi, M.; Bresson, F.; Maureille, B.; Nowell, A.; Lakarra, J.; Backwell, L. y Julien. M. (2003): “Archaeological Evidence for the Emergence of Language, Symbolism, and Music–An Alternative Multidisciplinary Perspective”. Journal of World Prehistory, 17 (1): 1-70.
* Ramírez Roíz, F. y Bermúdez de Castro, J. M. (2004): Surprisingly rapid growth in Neanderthals. Nature 428, 936-939.
* Stringer, C. y Gamble, C. (1996): En busca de los Neandertales. Crítica. Barcelona. 

domingo, 22 de noviembre de 2009

Punta de Chatelperron

El útil más característico del Chatelperroniense es el cuchillo o punta de Chatelperron. Por definición corresponde a una lámina (a veces ancha) con una punta aguda y desviada. Uno de sus lados tiene un dorso curvo obtenido por retoque abrupto por lo general sobre una sola cara. Mientras que el otro lado tiene corte natural no retocado. Es una particularidad de los llamados cuchillos de dorso realizado tanto en lasca como el lámina, y caracterizado por un lado con filo no retocado y con huellas de uso y el otro con retoque abrupto (Eiroa et al. 1999: 72).

Esquema de Punta de Chatelprrron

Al tener unos componentes tecnológicos fáciles de apreciar ha adquirido el criterio de fósil director, fósil guía o fósil característico. Tal denominación se aplica a los restos paleontológicos o arqueológicos cuya presencia puede servir para diagnosticar la unidad estratigráfica en la que se encuentra, debido a que son particulares o exclusivos de una determinada época de la historia geológica, o de la Prehistoria. Como muchos aspectos de la Arqueología, lo que parece simple y es ampliamente admitido pueden plantear problemas interpretativos que se superan los conceptos a tribuidos a la denominación de fósil guía. Los fósiles directores son, como mínimo, buenos indicadores de la tecnología lítica del nivel estratigráfico donde se encuentren, pero a veces no lo son tanto del desarrollo cultural en general de los humanos que generaron tal estrato. 

El Chatelperroniense corresponde con una industria laminar que evoluciona a partir del Musteriense de tradición Achelense tipo B, (MTA B), pues en general suele aparecer donde previamente existía un Musteriense de este tipo o de denticulados, considerándose como una evolución del mismo hacia patrones propios del Paleolítico Superior (Pelegrin y Soressi, 2007). Efectivamente, en niveles musterienses recientes (sobre el 45.000 BP) encontramos una importante evolución laminar y de piezas de dorso, que van progresivamente aumentando. La tecnología para la producción de puntas de Chatelperron se hace predominante, posiblemente por la gran utilidad de tales puntas (uso como cuchillo o puntas de lanzas), de tal manera que parecen ser el centro de toda la talla lítica, usando los subproductos de tallado como base para el resto de los útiles propios de esta cultura (Pelegrin y Soressi, 2007). Lo que no cabe duda es que este útil se extiende por gran parte del oeste de Europa, no sólo en los yacimientos Chatelperronienses, sino en los Musterienses sin tecnología laminar (Musteriense con puntas de Chatelperron), incluso en algunos yacimientos del Auriñaciense arcaico (La Viña, El Castillo, Reclau Viver y L´Arbreda).  

Paralelamente, se entiende que el Chatelperroniense es una cultura que participa plenamente de las características del Paleolítico Superior, al menos las más características de su inicio (tecnología laminar y ósea, producción de adornos). El gran peligro que entraña el usar la punta de Chatelperron como fósil guía, es que cuando en un yacimiento encontramos en algunos de sus estratos con material arqueológico tal punta pueda atribuirse culturalmente al Chatelperroniense, cuando la realidad cultural de los creadores de este estrato pudo ser muy diferente. 

El ejemplo más claro lo tenemos en el estudio del Chatelperroniense de la Península Ibérica. En esta zona geográfica la mayoría de las secuencias chatelperronienses son atribuidas a este conjunto industrial a raíz de la aparición de puntas de Chatelperron en mayor o menor número. Sin embargo, las puntas de Chatelperron adolecen de estudios experimentales y de huellas de uso sobre su funcionalidad. La hipótesis, ya clásica, es la propuesta por Leroi-Gourhan para Arcy-sur-Cure por la que dichas piezas serían cuchillos que se emplearían enmangados en su tercio proximal. En los ejemplares del nivel 10 de Cueva Morín se han encontrado que la mayoría de estas piezas presentan retoques de uso en el filo opuesto al dorso, pero no hemos distinguido ninguna muesca en el tercio proximal. Por el contrario, sí hemos visto como algunas puntas de Chatelperron presentan fractura en lengüeta en su parte proximal, lo que nos podría acercar a una posible utilización de este tipo de piezas como verdaderas puntas y no como cuchillos. Además, los ejemplares con este tipo de fractura son los más típicos y estandarizados Maíllo, 2005).  

Se está observando la pervivencia del Musteriense en fechas más recientes del 40.000 BP, y la existencia de un Musteriense con puntas de Chatelperron (Maroto et al. 2005), en vez de un Musteriense o Chatelperroniense en el sentido estricto. Puede ser la realidad de un Musteriense Final con sus propias características tipológicas, y no simplemente el final del Musteriense (Arrizabalaga e Iriarte, 2006), aunque es evidente que es imprescindible continuar estudiando el proceso y constatar más dataciones. Los datos aportados por los yacimientos arqueológicos son a veces escasos y parciales, siendo muy difíciles apreciar muchas de las características anteriormente señaladas. Diversos autores (Maroto et al. 2005) opinan que, además de encontrar algún fósil director (punta de Chatelperron), debe existir una tecnología claramente laminar para ser atribuido a una cultura moderna (Chatelperroniense). Parece lógico pensar que para asumir una plena modernidad, además de lo ya mencionado, debería haber una tecnología ósea, pues sería un claro índice de la existencia de sus dos principales cualidades (reflexividad y flexibilidad conductual). Esto referente a la industria laminar y ósea, lo que a su vez puede ser independiente de la producción de los elementos simbólicos (adornos) que ofrecen el aspecto más desarrollado de tal cultura, y que ya comente en anteriores comunicados.   

Debemos estudiar las conductas (origen y producción) de los seres humanos del paleolítico, considerando los útiles de los yacimientos como consecuencia de la actividad cognitiva, cultural y social de los grupos humanos (neandertales y HAM), pero la meta prioritaria sería el análisis de la conducta en conjunto, no el útil en sí mismo. Creo que hay que intentar cambiar el sistema de análisis; no del útil a la conducta, sino de las formas conductuales (analizadas dentro de sus características cognitivas, sociales, lingüísticas y simbólicas) llegar a explicar la producción de tales útiles y desarrollo tecnológico (el porqué de su producción en ese momento, causas de su desarrollo, consecuencias sociales, demográficas y económicas de su producción, relaciones simbólicas, etc.). Sin duda, es un trabajo a realizar desde la visión que desarrolla la Arqueología Cognitiva.


sábado, 14 de noviembre de 2009

Genética, Arqueología y lenguaje

La aplicación de la Genética a la Arqueología ha experimentado un enorme auge en los últimos años. La causa no es otra que los numerosos estudios que se han realizado sobre el origen de las especies humanas a lo largo de su evolución, en base al seguimiento poblacional del ADN mt (ADN que se encuentra en las mitocondrias). Igualmente, el conocimiento sobre la secuencia del genoma humano, tanto del nuestro como el del neandertal, está mostrando unos datos muy interesantes, pero que siempre hay que matizar su significado en relación con la conducta de los seres humanos.

Cuando en la actualidad se habla del descubrimiento de genes relacionados con alguna propiedad cognitiva (como en el caso del lenguaje con gen FOXP2), los genetistas entienden perfectamente que lo que puede ofrecer tal gen es la producción o regulación (dependiendo si es estructural o regulador) de algunas estructuras neurológicas que facilitan (total o parcialmente) la capacidad de producir el lenguaje, pero que su manifestación o fenotipo depende de otros muchos factores y de las características del medio ambiente (Enard et al., 2002).

El gen FOXP2 se ha relacionado con la regulación del desarrollo de una parte de la estructura anatómica del lenguaje (Lai et al., 2001). Este gen saltó a la fama con el caso de una familia británica (KE) algunos de cuyos miembros estaban dotados tan sólo de copias defectuosas del mismo, presentando cierto grado de agramaticalidad. La expresión del gen y de la proteína que codifica influye en el desarrollo de los pulmones, el esófago y el corazón, pero lo más interesante es su relación con el cerebro de los humanos y otras especies. Experimentos con animales revelan que FOXP2 desempeña un importante papel en la coordinación motora de los ratones, y se sabe que la inhibición del mismo gen en pinzones afecta drásticamente a sus cantos y a su capacidad para el aprendizaje, de un modo bastante similar a los desórdenes observados en el habla de la familia KE. Por eso los estudios con aves canoras podrían tener un impacto en la comprensión del mismo lenguaje humano, sobre todo en lo referente a la articulación sonora.

Sin embargo, estamos aún lejos de superar la dificultad de identificar fenotípicamente el problema de los afectados por una variante defectuosa del gen (Vargha-Khadem, et al., 2005). Además, la actual localización de dos nuevos genes implicados en el trastorno relacionado con el FOXP2, evidenciaría el carácter poligénico del lenguaje (Camacho, 2005; The SLI Consortium, 2002), lo que concuerda con el carácter multifactorial del lenguaje.

El gen FOXP2 ha sido caracterizado como un gen regulador. Esto significa que no es responsable del desarrollo de ningún tipo de tejido en particular, sino del control de la actividad de otros genes aún poco conocidos. Se sabe que el gen se manifiesta en el desarrollo de una estructura neuroanatómica que comprende los ganglios basales, una estructura subcortical relacionada con la ejecución de tareas secuenciales (Lieberman 2002), y partes del córtex frontal ya relacionadas con el aspecto motor del lenguaje.

La última noticia que tenemos relacionada con FOXP2 se acaba de publicar en la revista Nature, gracias a un trabajo de Genevieve Konopka y su equipo, que ayuda a localizar las pequeñas pero significativas diferencias que median entre las versiones humana y chimpancé del gen. La principal consecuencia fue conocer que el gen FOXP2 cumple funciones distintas en el ser humano y en el chimpancé.

Con él se ha vuelto a comentar las capacidades lingüísticas del Neandertal. Se ha realizado con los fósiles de Sidrón (Asturias), obtenidos con técnicas de aislamiento muy precisas, conociendo que los neandertales compartían con los humanos modernos las mutaciones del gen FOXP2. Esto viene a indicar que los neandertales y los humanos modernos poseían la habilidad para desarrollar su propio lenguaje, es decir, que los neandertales compartieron con los humanos modernos la capacidad del habla.

Pero una cosa es la capacidad de articular sonidos y otra tener un lenguaje de características humanas (cognitivo, simbólico, intencional, social y regulador de la conducta). Si hablamos de articulación sonora, no parece adecuado establecer una relación simple entre la presencia del gen y la capacidad gramatical de carácter plenamente simbólica, ni relacionar la capacidad de articulación sonora con la cognición y simbolismo humano. El lenguaje es un complejo proceso en el que intervienen muchas variantes de diverso origen (anatómicos, neurológicos, psicológicos, sociales, demográficos, culturales, etc.). Del adecuado desarrollo de ellos y de su buena coordinación, se producirá la conducta humana en general, destacando su lenguaje simbólico como conducta clave del proceso de desarrollo cognitivo y cultural humano.

Cuando hablamos de que si el Neandertal podía hablar, nos referimos a una capacidad lingüística que en el periodo de estudio estaría o no desarrollada. Es decir, hay que separar entre capacidad y desarrollo conductual. Naturalmente esta matización se aplica igualmente a los Humanos modernos como a los neandertales. Cada unos de ellos, en función de sus propias capacidades cognitivas y características del medio ambiente, iría desarrollando un lenguaje que quedaría plasmado en la complejidad de la conducta observada en los yacimientos (Rivera 1998, 2003-2004).

Un reciente estudio sobre el origen del lenguaje lo he publicado en la revista Ludus Vitalis 31(2009), donde se intenta hacer un estudio multidisciplinar de tan complejo proceso. Igualmente existe una página web donde se exponen recientes trabajos sobre biolingüística, los cuales creo que pueden ser interesantes para los que les gusten estios temas (Proyecto "Biolingüística: fundamento genético, desarrollo y evolución del lenguaje").

* Camacho, V. (2005): "Nueva aproximación minimalista al estudio filogenético del lenguaje". Actas del IX Simposio Internacional de Comunicación Social. Santiago de Cuba: Centro de Lingüística Aplicada.
*Enard , W.; Przeworski, M.; Fisher, S. E.; Lai, C. S. L.; Wiebe, V.; Kitano, T.; Monaco, A. P. y Pääbo, S. (2002): Molecular evolution of FOXP2, a gene involved in speech and language. Nature 418, 869-872.
* Lai, C. S; Fisher, S. E.; Hurst, J. A., Vargha-Khadem, F. y Monaco, A. P. (2001): “A Forkhead-Domain Gene is Mutated in a Severe Speed and Language Disorder” Nature 413: 519.
* Lieberman P. (2002): On the nature and evolution of the neural bases of human language. American Journal of Physical Anthropology, 119(S35):36-62.
* The SLI Consortium, (2002): “A genome-wide scan identifies two novel loci involved in Specific Language Impairment (SLI)”. Am. J. Hum. Genet. 70: 348-398.
* Vargha-Khadem, F.; Gadian, D. G.; Copp, A. y Mishkin, M. (2005): “FOXP2 and the neuroanatomy of speech and language”. Nature Reviews Neuroscience, 6: 131-138.

sábado, 7 de noviembre de 2009

Calibración de las dataciones radiocarbónicas

Para las dataciones de los yacimientos del Paleolítico Superior se han utilizado fundamentalmente dos tipos de isótopos radiactivos, ambos muy mejorados en la actualidad gracias a los avances tecnológicos del momento. El más usado corresponde al 14C, el cual, gracias al método de Espectrometría de Acelerador de Partículas (AMS), permite en la actualidad obtener datos cronológicos a partir de una muestra muy pequeña (1 a 5 miligramos), disminuyendo sustancialmente el riesgo de contaminación, estrechando sustancialmente el margen de error de la datación y dando un carácter más homogéneo al conjunto de sus dataciones. También ha sido utilizado las series del uranio (234U/230Th), con la limitación de que sólo pueden utilizarse en los lugares en donde existan sedimentaciones calcáreas (corales y en espeleotemas). Hay que tener en cuenta que las fechas obtenidas por el método del U/Th son varios milenios más antiguas que las efectuadas por el 14C, calculándose entre 3.000 y 5.000 años dentro del rango de los 40.000 BP (Bard et alii., 1998). Al ser mucho más precisas las realizadas por el método del U/Th, aparece la necesidad de un ajuste o calibración radiocarbónica, pues está claro que son más recientes que las fechas reales del yacimiento a estudiar. En este sentido, todas las dataciones que no estén calibradas deberían indicarse con el “bp” en lugar del tradicional “BP” (Before Present: Antes del Presente: 1950). 

Este desequilibrio cronológico se debe a que los niveles de 14C atmosféricos no fueron constantes a lo largo del transcurso del tiempo, por lo que para su mejor exactitud necesitan de una calibración que pueda subsanar las alteraciones atmosféricas de su tasa histórica. Para tal fin, el método usado consiste en establecer una comparación entre dos edades cronológicas obtenidas sobre el mismo objeto, una corresponde al método del 14C y otra determinada por medio de una técnica más precisa. Así, se ha utilizado la dendrocronología hasta la fecha de 11.885 BP. Para dataciones más antiguas se han usado las medidas cronológicas obtenidas por medio del U/Th de los corales de las islas de La Barbade, de Mururoa, de Tahití y de Nueva Guinea, donde los sedimentos calcáreos más antiguos permitían realizar dataciones por las dos formas (14C y U/Th). Así, se pudo alargar la calibración de las dataciones radiocarbónicas hasta el 23.950 BP, al existir un número de comparación de dataciones adecuado (Bard et alii.,1998), permitiendo un consenso sobre las fechas del 14C hasta el 24.000 BP cuyas cifras calibradas se han registrado en el programa INTCAL98 (Stuiver et alii., 1998). Pero las fechas obtenidas por el 14C AMS ampliaban su margen varios milenios (llegando a los 40000 BP), los cuales también era preciso calibrar. Para ampliar esta calibración es necesario encontrar registros sedimentarios en los que se puedan obtener algunas dataciones por el 14C y otro de mayor precisión, como son las dataciones de 14C AMS de los sedimentos lacustres, terrestres, marinos y polares, donde es posible conocer la edad cronológica por otros medios analíticos, como el simple recuento de sus capas anuales sedimentarias o diversas aplicaciones fisicoquímicas, dando calibraciones del 14C hasta fechas del 45.000 BP.  

Respecto de los sedimentos lacustres destaca el estudio del lago Suigetsu en Japón, donde se han contado las varvas anuales hasta el 37.930 BP (edad de calendario), obteniendo además unas 250 dataciones de 14C AMS (edad 14C) que son el fundamento de la comparación cronológica (Kitagawa y Van der Plicht, 1998). Sin embargo, los mismos autores del estudio reconocen que puede existir un lapso temporal en la secuencia de las varvas, cuyo valor se sitúa en 1.930 años y que habría que aumentar a partir del 30.000 BP en el resto de la secuencia de los datos comparativos del lago Suigetsu. Para poder solucionar estos problemas se han efectuado numerosos registros sedimentarios (núcleos marinos PS2644, V23-81, DSDP-609, ODP-644, Cariaco y MD952042, dataciones U/Th de corales y espeleotemas y de los núcleos de hielo), intentando lograr una calibración más exacta. En los estudios realizados cada vez se producen mejores puntos de calibración, pero según nos acercamos a los límites de la técnica del 14C obtenida por el método AMS, aún no es posible establecer una calibración de precisión absoluta. La dificultad del análisis de tales procesos hace suponer que la exactitud en la calibración cronológica (cal.) sólo puede hacerse en el Holoceno y los últimos años del Pleistoceno Superior. Para el resto de las edades radiocarbónicas (25-45.000 BP) hay que diseñar escalas temporales integradas por la suma de datos de diversas fuentes, logrando con ello una conversión (con.) de los datos 14C AMS a una edad de calendario muy aproximada, pero no una calibración exacta (Jöris y Weninger, 1998), lo que no siempre se tiene en cuenta. Así, cuando vemos dataciones radiométricas con el calificativo de BP Cal. (indicando la curva usada) hay que tener en cuenta todas estas consideraciones.  

No obstante, existen en la actualidad importantes estudios de síntesis enfocados en lograr una calibración (con las precauciones de interpretación necesarias sobre la pequeña inexactitud en los últimos milenios del método de 14C AMS) de los datos radiocarbónicos a edades reales, donde tal hecho parece ser una cuestión de sincronización e integración de las diferentes escalas temporales que ofrecen conjuntos de datos ya disponibles.  

Recientemente se ha elaborado un programa informático que establece una curva de calibración de las dataciones 14C AMS, usando todos los parámetros anteriormente utilizados, así como poder compararla con las diversas escalas temporales que nos ofrecen los diferentes núcleos polares desarrollados hasta la actualidad. El programa CalPal2007_HULU (http://www.calpal-online.de/) puede representar una herramienta importante para lograr la mayor precisión de los trabajos arqueológicos de este periodo, hasta que los sucesivos problemas ya planteados vayan solucionándose con mayor exactitud (Weninger et alii., 2003).  
Sólo las fechas que hayan pasado por tal programa serán consideradas como calibradas (BP), mientras que todas las demás tendrán la categoría de no calibradas (bp). Incluso las fechas genéricas de duración de una cultura, pues están basadas en datos no calibrados (p.e: duración del Uluzziense 34-31.000 bp).   

Significado de las fechas radiocarbónicas
Supongo que todos estamos habituados a leer, usar y relacionar las fechas que nos ofrecen las dataciones radiocarbónicas. Pero es posible que a alguien se le escape su verdadero significado. Cuando leemos una fecha (p.e. 38750±1400) lo primero que debemos conocer es si es calibrada (BP Cal.) y por cual método, o no lo está (bp). Segundo conocer lo que realmente quiere decir, pues tal fecha indica que la posibilidad de que la fecha real de calendario de la muestra a datar se sitúe entre los márgenes indicados (38750+1400 y 38750-1400) es de sólo un 68,26%. Por lo que existe la posibilidad (31,74%) de que se sitúe fuera del rango temporal indicado. Esta situación nos ofrece un ejemplo de las limitaciones de las dataciones realizadas por estos métodos, que sin embargo tanto han ayudado al desarrollo de la Prehistoria.  

Esto indica y explica la necesidad de obtener el mayor número de dataciones de un mismo nivel, pues entre varios la posibilidad de error disminuye ostensiblemente, a la vez que limita la posibilidad de dataciones notoriamente erróneas. Un ejemplo lo tenemos en las dataciones del Chatelperroniense de la Grotte du Renne (D´Errico et al. 1998), que vemos en el cuadro.




Claramente se aprecia una fecha que desentona notoriamente del resto (45100±2800 OxA-3465). Su existencia puede deberse a diversas causas. Destacan los errores de procesamiento de la muestra (obtención, tratamiento, etc.) o, lo que es más importante en arqueología, la comprobación de intrusión estratigráfica del material datado desde un nivel inferior (que sería más antiguo).   

La alta precisión temporal de los núcleos de hielo, tanto que se habla de tiempo de calendario o real, y los logros de calibración en las dataciones radiocarbónicas, anima a los que trabajan en la prehistoria a utilizar ambos procesos en conjunto. Su finalidad es la de ubicar la conducta observada en los yacimientos dentro de un contexto temporal y climático determinado. Un buen ejemplo lo tenemos en una reciente publicación de J. Zilhao 2008, como se aprecia en el cuadro siguiente, aunque desconocemos qué curva de los núcleos de hielo está usando, pero si que la calibración radiológica se ha efectuado por medio del programa (CalPal 2005), que representa un anterior proceso de calibración al de la página actual (CalPal 2007). 




Esto nos indica la relativa precariedad y cambio constante (aunque posiblemente en pequeñas proporciones) que constantemente se están efectuando. Lo que refuerza la idea de indicar siempre que curva de los núcleos de hielo y qué programa de calibración estamos usando.


* Bard, E.; Arnold, M.; Hamelin, B.; Tisneerat-Laborde, N. y Cabioch, G. (1998): “Radiocarbon calibration by means of mass spectrometric 230Th/234U and 14C ages of corals: an updated database including samples from Barbados, Mururoa and Tahiti”. Radiocarbon, 40/3: 1085-1092.
* D'Errico, F.; Zilhao, J.; Julien, M.; Baffier, D. y Pelegrin, J. (1998): “Neanderthal acculturation in western Europe? A critical review of the evidence and its interpretation”. Current Anthropology, 39 (supl.): 1-44.
* Jöris, O. y Weninger, B. (1998): “Extension of the 14C calibration curve to ca. 40.000 cal BC by synchonizing greeland 18O /16O ice core records and north Atlantic foraminifera profiles: a comparasion with U/Th coral data”. Radiocarbon, 40/1: 495-504.
* Kitagawa, H. y Van der Plicht, J. (1998): “A 40.000 year verve chronology from Lake Suigetsu, Japan: extension of the 14C calibration curve”. Radiocarbon, 40: 505-515.
* Stuiver, M.; Reimer, P.J.; Bard, E.; Beck, J.W.; Burr, G.S.; Hughen; K.A.; Kromer, B.; McCormac, G.; Van der Plicht, J. y Spurk, M. (1998): “INTCAL98. Radiocarbon age calibration, 24.000-0 cal BP”. Radiocarbon, 40/3: 1041-1083.
* Weninger, B.; Jöris, O. y Danzeglocke U. (2003): “Climate Archaeology with Fortran”. Fortran Source Volume 19,1. Spring. Lahey Computer Systems Inc.