viernes, 8 de enero de 2010

Auriñaciense

Tradicionalmente se ha considerado al Auriñaciense como la primera cultura simbólica realizada por los HAM en Europa. Sin embargo, en la actualidad está en discusión la autoría poblacional (neandertales o HAM) sobre inicio del simbolismo europeo, pues un grupo de autores se decantan por considerar que los HAM fueron los que primero desarrollaron tal conducta (p. e. Mellars, 2005; Stringer y Gamble, 1996), mientras que otros consideran que fue el Neandertal con el Chatelperroniense quien inició la conducta con claras evidencias de simbolismo por medio de adornos corporales (p. e. D´Errico et al. 2003). En este sentido, ya hablé del simbolismo en el Chatelperroniense y su posible relación con los HAM. Ahora toca el turno de comentar el origen y desarrollo del Auriñaciense, tanto tecnológicamente como en el simbolismo que caracterizó a sus creadores. Esta cultura presenta tres problemas fundamentales: 

- Primero, sobre el área geográfica de su propio origen, pues en el registro arqueológico no existe un lugar determinado donde podamos ver con claridad el desarrollo de esta cultura paleolítica.

El origen de esta forma de ver el nacimiento y expansión de la cultura aparece con la utilización de un modelo clásico sobre la creación y expansión de cualquier cultura, como es el paradigma difusionista tan utilizado con anterioridad. En él, hay que buscar un lugar de origen donde se observen estratigrafías claras y evidentes, para que avalen dicha zona como origen y sirvan de foco de expansión a los diversos lugares en los que existan yacimientos con restos de estas culturas. Tradicionalmente, es el primer problema que más trabajos han suscitado, en el intento de establecer un área donde ubicar su origen. Sin embargo, por lo menos hasta la fecha actual, no se ha podido localizar ninguna zona geográfica donde situar el inicio de su andadura tecnológica y cultural, para después expandirse a Europa. Las causas, como siempre, se deben a diversos factores. Se ha insistido, siguiendo los cauces tradicionales de la Arqueología, en buscar una amplia secuencia estratigráfica que, en sus sucesivos niveles, muestre la evolución tecnológica de esta industria en sus variadas facetas (tecnología laminar, ósea y creación de adornos). Desde hace varios años conocemos diversos yacimientos en el Próximo Oriente que, en un principio, pudieran cumplir este requisito. En ellos, aparecen unas secuencias estratigráficas que reflejan cierta evolución tecnológica, las más conocidas son las de Boker Tachtit en Israel (Marks, 1989) y Ksar Akil en el Líbano (Ohnuma y Bergman, 1990). Pero su información se limitaba a indicar la presencia de una evolución de la talla laminar, que afectaba a su industria lítica, lo que en aquellos años era la información que más se atribuía a la transición al Paleolítico Superior. Por tanto, en el momento de su estudio fueron denominadas como industrias transicionales, al pensar que podrían corresponder con uno de los focos donde se produjo el paso a la cultura moderna. Sin embargo, el Auriñaciense levantino de esta zona es muy tardío, pues no es más antiguo del 36.000 BP (Bar-Yosef, 1996), lo que invalida esta área como origen del Auriñaciense, por lo menos en su cronología y en los aspectos más característicos de la conducta moderna, como fueron la aparición de los adornos, el uso de otras materias primas y la creación de nuevos útiles. La realidad es que, tanto en Asia como en Europa no conocemos ninguna zona geográfica que nos ofrezca pautas de este desarrollo tecnológico y cultural con la suficiente intensidad y complejidad como para poder asumir que pudo corresponder al centro o a uno de sus centros de origen. A pesar de ello, y basándose en las dataciones muy antiguas, se han atribuido su origen a diversos yacimientos de Europa, dependiendo de los datos de excavaciones locales, sería el caso de Bacho Kiro en Bulgaria (Kozlowski, 1988), la cueva de El Castillo en España (Cabrera y Bischoff, 1989) y Geissenklösterle en Alemania (Conard y Bolus, 2003).

Venus auriñaciense de Hohle Fells 
- Segundo, la forma de afrontar el continuum cultural que toda cultura conlleva, teniendo en cuenta que en este periodo todas las culturas se desarrollan a partir de tecnologías y conductas sin un claro simbolismo (Musteriense), hasta lograr unas formas conductuales y simbólicas consideradas como modernas (Chatelperroniense, Uluzziense y Auriñaciense). Puede resultar conveniente emplear conceptos formales más difusos (como el de transición Paleolítico medio-superior), y someter a una cuidadosa crítica todas aquellas denominaciones que venimos empleando durante el último medio siglo de forma excesivamente categórica en el periodo de inicio del Paleolítico Superior Castelperroniense, Musteriense, Protoauriñaciense, Auriñaciense “antiguo”, etc.). Habrá que valorar si el modo más objetivo de estudiar esta transición exige considerar como realidad histórica las variaciones culturales de carácter diacrónico como ha sido habitual hasta la fecha, en contra de las tradicionales y sistemáticas oposiciones del conjunto del Paleolítico Medio al Paleolítico Superior (Arrizabalaga e Iriarte, 2006). Es decir, admitir con todas sus consecuencias el continuum cultural que significa todo cambio en sus manifestaciones. En realidad, lo que estamos tratando de comprender es la constante (muy lenta en principio, pero mucho más rápida a partir de este periodo transicional) variación cultural de las poblaciones humanas, las cuales dan un salto fundamental con el desarrollo del simbolismo en su conducta. Así, hablar del inicio y desarrollo del Chatelperroniense o del Auriñaciense dentro de este continuum de la transición paleolítica, es ver como culturas con un simbolismo primitivo, inconsciente y no representativo (prácticamente limitado a su precario lenguaje) se transformaron en conductas regidas por el simbolismo. Las dificultades son importantes, pues como ha sido destacado por Straus (2005: 47), el valor subjetivo de la asignación de etiqueta a un conjunto arqueológico lastra a priori su posterior interpretación. En este sentido, tal problema se enlaza con el primero, pues puede que su origen sea la consecuencia de un proceso de mayor amplitud espacial (más que una precisa zona geográfica) e incluso de mayor duración temporal, abarcando todo el tiempo que se considera la transición del Paleolítico Medio al Superior.

- Tercero, sobre los procesos cognitivos que dieron lugar al desarrollo de una tecnología y conducta propia del Paleolítico Superior, es decir, con una conducta reflexiva y base simbólica moderna. Hay que añadir el conocimiento de las particularidades sociales, económicas, demográficas y lingüísticas que posibilitaron tal progreso cognitivo (origen medioambiental), pues el soporte psicobiológico necesario (origen evolutivo), hacía tiempo que se había consumado.

Es desde la Arqueología Cognitiva donde hay que analizar estos últimos problemas. La creación de toda cultura corresponde a un proceso de desarrollo cognitivo (capacidades cognitivas emergentes), motivado por diversas causas, que siempre hay que analizar. Todo proceso de evolución cultural se produciría en un período de tiempo y en unas zonas geográficas cuya duración y amplitud es necesario determinar. La parquedad de información obliga a realizar generalizaciones teóricas, en las que se aprecia una gran falta de precisión. No obstante, en el caso que tratamos, los datos pueden ser lo suficientemente importantes como para intentar establecer una explicación más detallada sobre el proceso temporal y geográfico que significó el inicio del Auriñaciense. Los factores socioculturales, demográficos y medioambientales que influyeron sobre las capacidades cognitivas aún no desarrolladas con plenitud en los HAM, favorecerían la creación de nuevas conductas caracterizadas por la reflexividad y flexibilidad propias de la conducta moderna o simbólica. La causa de tal desarrollo se centra en la adquisición del concepto de la individualidad social y personal, con un nivel lo suficientemente alto como para poder desarrollar un razonamiento reflexivo capaz de crear altos niveles de autoconciencia y de un lenguaje simbólico, donde los conceptos de individualización y las ideas temporales y espaciales pudieran manifestarse con plena unión funcional, ofreciendo nuevas pautas conductuales de mayor complejidad. El uso de tal lenguaje permitiría, además, la transmisión y adquisición generacional de tales propiedades.

Por tanto, el Auriñaciense en los HAM y el Chatelperroniense en los neandertales (cada uno de ellos dependiendo de sus propias capacidades cognitivas) no es sólo un desarrollo tecnológico motivado por ciertas presiones medioambientales, aunque desde luego representen una parte importante en el desarrollo del proceso, sino la manifestación cultural de un desarrollo cognitivo, impulsado por las circunstancias que se dieron en el período de inicio del Paleolítico Superior en las poblaciones de seres humanos.

En definitiva, todo lo mencionado sobre el Chatelperroniense, como cultura de evolución musteriense, que primero desarrolló su tecnología lítica y posteriormente (en un momento determinado por sus condiciones sociales, demográficas, económicas y lingüísticas), fue capaz de crear un limitado pero real mundo simbólico, debe aplicarse a los HAM en sus iniciales formas de culturas simbólicas (Auriñaciense con todos los adjetivos aplicados en su inicio: arcaico, 0, inicial, protoauriñaciense, de transición).

* Bar-Yosef, O. (1996): “The Middle/Upper Paleolithic transition: a view from the Eastern Mediterranean”. En E. Carbonel y M. Vaquero (eds.) The Last Neandertals, The First Anatomically Modern Humans. 51-76. URV, Tarragona.
* Cabrera, V. y Bischoff, J. L. (1989): “Accelerator 14C dates for early Upper Palaeolithic (basal Aurignacian) at El Castillo Cave (Spain)2. JAS, 16: 577-584.
* Conard, N. J. y Bolus, M. (2003): “Radiocarbon Dating the Appearance of Modern Humans and Timing of Cultural Innovations in Europe: New Results and new Challenges”. Journal of Human Evolution, 44: 333-373.
* Kozlowski, J.K. (1988): “L´Aparition du Paleolithic Superieur”. En L´Homme de Neandertal, La Mutation. Otte, M. (ed) vol.8: 11-21. Liège.
* Marks, A. E. (1989): “The Middle and Upper Palaeolithic of the Near East and the Nile Vallery: The problem of cultural transformations”. En Mellars, P. y Stringer, C. (edit.) The Human Revolution: Behavioural and Biological Perspectives in the Origines of Modern Humans. Edinburgh Univ. Press.
* Ohnuma, K. y Bergman, C. (1990): “A technological analysis of the Upper Paleolithic Levels (XXV-VI) of Ksar Akil, Lebanon”. En Mellars, P. (ed.) (1990): The emergence of Modern Humans. An Archaeological Perspective. Edinburgh U.P. Edimburgo.
* Straus, L. G. (2005): “A mosaic of change: the Middle–Upper Paleolithic transition as viewed from New Mexico and Iberia”. Quaternary International. 137, (1): 47-67.
* Stringer, C. y Gamble, C. (1996): En busca de los Neandertales. Crítica. Barcelona.

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