domingo, 30 de enero de 2011

Baradostiense


El llamado Baradostiense corresponde a una serie de yacimientos situados en los Zagros con una tecnología lítica similar en algunos tipos del Auriñaciense inicial, por lo que también se le ha denominado como el Auriñaciense de los Zagros. Presenta una tecnología lítica y laminar compuesta por raspadores carenados, buriles, puntas de Font-Yves y hojitas Dufour a partir de núcleos carenados y, naturalmente, elementos del sustrato musteriense del que procede en esta zona geográfica (raederas, piezas truncadas-facetadas). No se ha encontrado tecnología ósea ni adornos, indicando la posibilidad de que se deba a la escasez de materia prima orgánica y a la mala conservación de los materiales orgánicos, así como lo poco que se ha excavado en la zona (Olszewski y Dibble, 2006). Un yacimiento representativo es el de Warwasi donde se han encontrado depósitos de 2,2 m correspondientes a este periodo y que se han dividido en dos periodos:

Niveles antiguos del Auriñaciense de los Zagros   AA-LL (40-32.000 BP).


Niveles recientes del Auriñaciense de los Zagros  P-Z (32-22.000 BP).


Sin embargo, los tipos derivados de los núcleos carenados no son los más representativos del Auriñaciense. Esto, junto con la falta de tecnología ósea y de adornos (existen casos similares en la transición al Paleolítico Superior) sitúa a estos conjuntos como una tecnología asociada al Paleolítico Superior, pero con una relación con el Auriñaciense un poco imprecisa. Existe una confusión de términos correspondientes a este complejo periodo que no ayuda nada a su interpretación, por lo que es importante definir los conceptos habitualmente usados (Bar-Yosef, 2006):

1 - Early Upper Paleolithic (principios del Paleolítico Superior). Sería un plazo temporal sin connotaciones culturales, correspondiente a 10-20 milenios desde el final del Paleolítico Medio al Superior.
2 - Initial Upper Paleolithic (IUP). Serían entidades culturales (anteriormente denominadas como industrias de transición), marcando el inicio del Paleolítico Superior por medio de un claro cambio en las secuencias operativas, aunque sin ninguna específica definición cultural del mismo (Marks, 1990).
3 - Industrias de transición. Industrias en las que se observa un marcado cambio de las tecnologías líticas del Musteriense, hacia formas del Paleolítico Superior.

Por tanto, esta cultura ¿es o no es del Paleolítico Superior? ¿Qué nombre (etiqueta) sería el más correcto: industria transicional, Auriñaciense de los Zagros, Initial Upper Paleolithic (IUP)? Puede que la respuesta teóricamente correcta no exista, o que las tres denominaciones puedan usarse según el criterio personal (subjetividad). Lo que sin duda sí podemos destacar es la quiebra de la tradición Musteriense, al desarrollar una tecnología laminar más compleja (láminas y laminillas retocadas, percutor blando, tecnología prismática evolucionada, etc.) y unos tipos propios del Paleolítico Superior (laminas, laminillas Dufour, puntas de Font-Yves, raspadores carenados, buriles, etc.), que además van a ser característicos del Auriñaciense posteriormente desarrollado. Tal vez la síntesis de los tres conceptos pueda resumir sus polémicas características, al conceptuarla como una transición conductual y cultural hacia una IUP (Paleolítico Superior) con elementos tipológicos y tecnológicos que posteriormente serán propios del Auriñaciense, pero que aún distan de representarlo con seguridad. Por tanto, podría hablarse de un Auriñaciense de los Zagros (Kozlowski y Otte, 2000; Harrold y Otte, 2001; Olszewski y Dibble, 2006; Otte, 2006), aunque quizás precise otras subetiquetas (el problema es que ya se han empleado varias en Europa: Preauriñaciense, Protoauriñaciense, Auriñaciense arcaico Auriñaciense 0. Todas ellas con elementos más avanzados en el uso de la tecnología lítica, ósea y la producción de adornos) que lo situasen mejor dentro del marco temporal de las IUP que se conocen en el Oeste de Asia. Lo que si podemos concretar es que en conjunto todos pueden encuadrase en el continuum cultural y cognitivo (pues presenta mayores semejanzas con la tecnología de Bacho Kiro que con cualquier Musteriense local) que desembocaría en el clásico Auriñaciense. Otro problema sería el de las dataciones, pues sin ser muy precisas apuntan a fechas algo más recientes que algunas vistas en Europa (p. e. Bacho Kiro). Esto, ha hecho posible el descartar a esta zona como posible origen del Auriñaciense, y considerarlo como área de tradición auriñaciense, ampliando el territorio de influencia desde Portugal hasta Afganistán (Otte y Kozlowski, 2004).

El origen del Auriñaciense es el más complejo de los que hemos visto en la transición paleolítica, pues involucra a dos poblaciones (neandertales y HAM) y a diversos desarrollos tecnológicos, muchos de ellos convergentes, pero también los hay divergentes. Todo ello dentro de un marco geográfico, demográfico, social y cognitivo que no ha sido analizado en algunos aspectos trascendentes y difinitorios: su generalidad geográfica y las repercusiones estadísticas. La excesiva tradición tecnológica en este tipo de estudios junto con la igualmente excesiva parcelación en sus yacimientos representativos (un solo yacimiento, en una zona geográfica o en una delimitada área europea) hace que, como dice el refrán, la visión de los árboles nos impida ver el bosque.

Los cambios son producidos por grupos humanos (neandertales y HAM) con un determinado desarrollo cognitivo, que forman sociedades con particulares formas culturales, y que conviven en una determinada área geográfica. El continuum cultural de cada uno de ellos tendría unas características propias (puede que definitorias), consecuencia de sus capacidades cognitivas y del desarrollo de las mismas en función del medio ambiente en el que viven e interaccionan. En este sentido, los aspectos cognitivos y sociales adquieren tanta importancia como los tecnológicos, por lo que su análisis pueden aportarnos conclusiones sobre el problema de la transición paleolítica más claras y mejor fundamentadas. Lo veremos más adelante. 
  
* Bar-Yosef, O. (2006): “Defining the Aurignacian”. En Bar-Yosef, O. y Zilhão, J.(eds.), Towards a definition of the Aurignacian. Proceedings of the Symposium held. Lisboa. Portugal.
* Harrold, F. B. y Otte, M. (2001): “Time, Space, and Cultural Process in the European Middle”. BAR international Series 1005
* Kozlowski, J. K y Otte, M. (2000): “The formation of the Aurignacian in Europe”. J. Anthropol. Res. 56: 513-534.
* Olszewski, D. y Dibble, H. (2006): “To be or not to be Aurignacian: the Zagros Upper Palaeolithic”. En Bar-Yosef, O. y Zilhão, J.(eds.), Towards a definition of the Aurignacian. Lisboa. Proceedings of the Symposium held.
* Otte, M. y Kozlowski, J. K (2003): “Constitution of the Aurignacian through Eurasia”. En The Chronology of the Aurignacian and of the Transitional Technocomplexes. Dating, Stratigraphies, Cultural Implications. Trabalhos de Arqueologia 33. Proceedings of Symposium 6.1 of the XIVth Congress of the UISPP.
* Otte, M. y Kozlowski, J. K (2004):”La place du Baradostian dans l´origine du Paléolithique supérieur d´Eurasie”. L´Anthropologie, 108 (3-4): 395-406.

viernes, 21 de enero de 2011

El problema del continuum histórico (cultural y cognitivo)

Todos estamos de acuerdo en que cualquier desarrollo cultural se fragua sobre la existencia de unos antecedentes que lo posibilita. Este acervo y los nuevos logros van constituyendo un continuum cultural, dentro de una heterogeneidad espacial y temporal características de la evolución conductual humana. Lo que es obvio y relativamente fácil de apreciar en los periodos históricos, adquiere rasgos de gran imprecisión en los tiempos concernientes a la prehistoria, y más concretamente en el paleolítico. Sin embargo, aunque sea difícil encontrarlo en el registro arqueológico, tal continuidad en la evolución cultural (rápida o lenta) siempre existe, por tanto debemos de intentar aprovechar todos los indicios que los datos arqueológicos nos ofrecen para poder mostrarlo.

Yacimientos Chatelperronienses
 (rojo adornos; azul tecnología ósea)

(Pelegrin y Soressi, 2007)
Respecto de los neandertales tenemos numerosos indicios de la continuidad del Chatelperroniense y del Uluzziense como desarrollos tecnológicos a partir del Musteriense local. Sobre el Chatelperroniense se aprecia una importante relación tecnológica con el Musteriense de tradición Achelense B (MTA B), pues en general suele aparecer donde previamente existía un Musteriense de este tipo o de denticulados, considerándose como una evolución del mismo hacia patrones propios del Paleolítico Superior (Mellars, 1989; Baffier, 1999; Pelegrin y Soressi, 2007). Así, en niveles musterienses recientes (sobre el 45.000 BP) encontramos una evolución laminar y de piezas de dorso en progresivo aumento. La tecnología para la producción de puntas de Chatelperron se hace predominante, posiblemente por la gran utilidad de tales puntas (uso como cuchillo o puntas de lanzas), de tal manera que parecen ser el centro de toda la talla lítica, usando los subproductos de tallado como base para el resto de los útiles propios de esta cultura (Pelegrin y Soressi, 2007). (¿Qué es el Chatelperroniense?). Es un claro ejemplo de una evolución local, pues no sólo no rompe o es extraña a los rasgos culturales más antiguos del yacimiento, sino que de una forma continuada va transformándose en nuevas manifestaciones tecnológicas y culturales.

Con el Uluzziense ocurre algo similar, aunque algo menos claro. Se ha propuesto una evolución local a partir del Musteriense de denticulados (Laplace, 1966), aunque es difícil encontrar una conexión tipológica y/o tecnológica entre las dos industrias, las cuales presentan diferencias apreciables. Algunos autores opinan que se trata de una industria muy similar al Chatelperroniense, lo que ha sido desestimado sobre todo por aspectos tecnológicos, pues cuenta con útiles exclusivos de microlitos y medias lunas (Palma di Cesnola, 1993). Lo único claro es la gran cantidad de útiles de sustrato que presenta, por lo que su relación con el Musteriense parece clara, pero el origen y la forma de desarrollo aún es poco conocido (Kuhn y Bietti, 2000). (¿Qué es el Uluzziense?).


Sin embargo, lo que es de sentido común incluso de análisis obligatorio, no se realiza con el desarrollo cultural de los HAM. Siguiendo los parámetros de la metodología difusionista de gran importancia en el siglo pasado, del Auriñaciense no se ha podido localizar ninguna zona geográfica donde situar su inicio tecnológico y cultural, para después expandirse a Europa. Desde hace varios años conocemos diversos yacimientos en el Próximo Oriente que en el aspecto tecnológico pudieran cumplir este requisito. En ellos, aparecen unas secuencias estratigráficas que reflejan cierta evolución tecnológica, las más conocidas son las de Boker Tachtit en Israel y Ksar Akil en el Líbano. Pero su información se limitaba a indicar la presencia de una evolución de la talla laminar, que afectaba a su industria lítica, lo que en los años en los que se estudiaron era la información que más se atribuía a la transición al Paleolítico Superior. Por tanto, en su momento fueron denominadas como industrias transicionales, al pensar que podrían corresponder con uno de los focos donde se produjo el paso a la cultura moderna. Sin embargo, el Auriñaciense levantino de esta zona es muy tardío, pues no es más antiguo del 36.000 BP (Bar-Yosef, 1996), cuando con estas fechas está plenamente comprobado la existencia de un Auriñaciense con adornos y tecnología ósea en Alemania, como en el yacimiento de Geissenklösterle (Conard y Bolus, 2003). Estos datos invalidan al Próximo Oriente como origen del Auriñaciense, por lo menos en su cronología y en los aspectos más característicos de la conducta moderna, como fueron la aparición de los adornos, el uso de otras materias primas y la creación de sus característicos útiles. La realidad es que, tanto en Asia como en Europa no conocemos ninguna zona geográfica que nos ofrezca pautas de este desarrollo tecnológico y cultural con la suficiente intensidad y complejidad como para poder asumir que pudo corresponder al centro o a uno de sus centros de origen. Habría que analizar los datos del registro arqueológico con otra metodología más flexible que nos ofrezca otras vías de estudio. En este sentido, como ya mencioné en otra entrada, puede que su origen sea la consecuencia de un proceso de mayor amplitud espacial (más que una precisa zona geográfica) e incluso de mayor duración temporal, abarcando todo el tiempo que se considera la transición del Paleolítico Medio al Superior (Auriñaciense).

La teoría "Out of Africa" afirma que los HAM ya habían desarrollado un comportamiento moderno cuando llegaron a Europa, puede que tal afirmación sea una generalización consecuencia de las señales de modernidad que conocemos del registro arqueológico africano, producido con anterioridad al europeo (D´Errico, 2003; McBrearty y Brooks, 2000; Mellars, 2005), pues tal modernidad (simbólica, tecnológica y social) no se aprecia en el Próximo Oriente, aunque sí en el MSA africano, aunque con cierta dificultad en el seguimiento de su particular continuum cultural. Esta situación nos induce a pensar que el origen, características y evolución de la primera cultura simbólica europea atribuible a los HAM, debemos buscar en la misma Europa, en zonas adyacentes o en todas ellas datos arqueológicos que constituyan ese continuum que tanto nos interesa. Lo que ocurriera en otros continentes o lejanas áreas geográficas, es un problema que habría que analizar con los datos arqueológicos que se obtengan en sus yacimientos, aunque debe existir un modelo general sobre la forma de desarrollo cultural de matiz simbólico.

Puesto que la llegada de los HAM en la transición es un proceso humano y cognitivo de origen externo a nuestro continente, habría que buscar este continuum cultural entre los yacimientos que ofrezcan unas características determinadas:

- La impresión arqueológica sobre los datos obtenidos de tales yacimientos sería de una intromisión poblacional, y no de una evolución local. Se valorarían los hiatos arqueológicos (estratigrafía adyacente pero con signos muy claros de diferenciación cultural. Como ya se vio en Bacho Kiro), y la separación por estratigrafías arqueológicamente nulas.

- Tecnología y tipología lítica y ósea realizada con conceptualizaciones diferentes a las que se ven en la mayoría de los yacimientos más o menos coetáneos de la zona.

- Apreciables diferenciaciones simbólicas (adornos) con los yacimientos locales de larga duración o estratigrafía continuada, y que pueden constituir un determinado continuum cultural (contexto cognitivo), el cual no se acopla al visto en el yacimiento en estudio.

- Semejanza tecnológica, simbólica y cultural con otros yacimientos muy lejanos geográficamente y con las mismas características de intromisión arqueológica, lo que dificultaría mucho su atribución como evolución local.

Se abre el debate sobre la posibilidad de que algunas culturas del este de Europa pudieran ser originadas por los humanos anatómicamente modernos, y no asimilables al neandertal como tradicionalmente se ha comentado. Es el caso de aquellas que tienen gran semejanza tecnológica con las industrias del Próximo Oriente, y tienen un carácter intrusivo respecto de las demás culturas de la zona como el Bohuniciense (Svoboda, 2002; Bar-Yosef, 2006) o tengan elementos suficientes (Bachokiriense y demás yacimientos atribuidos al Auriñaciense arcaico o inicial) como para compararlas con el llamado Baradostiense en los Zagros tecnológicamente similar en algunos tipos del Auriñaciense inicial (Kozlowski y Otte, 2000; Harrold y Otte, 2001; Olszewski y Dibble, 2006).

La teoría básica sería que las poblaciones de HAM del oeste de Asia, por motivos desconocidos (posiblemente de carácter demográfico, climático y de supervivencia), emigraron al este de Europa, donde llegaron con una tecnología que podemos definir como Paleolítico Superior Inicial (IUP), con un sentido más tecnológico que moderno en el aspecto simbólico. El problema es la falta de conexión geográfica, la distinción con las tecnologías del IUP que ya existían en Europa asociadas al Neandertal (p. e. Lincombien-Ranisien-Jerzmanowiciense), y la correlación paleoantropológica, lo que por otro lado es extensivo a casi todas las poblaciones de la transición. En este contexto creo que habría que conocer las características del Baradostiense, para poder compararlas con las industrias más antiguas de la transición europea, y poder asumir si pueden constituir parte inicial del continuum cultural que debió de tener el desarrollo cognitivo y conductual de los HAM en Europa, o es sólo una expansión desde otros lugares con mayor antiguedad, lo que haré en la próxima entrada.

* Baffier, D. (1999): Les deniers Néandertaliens. Le Châtelperronien. Ed. La maison des Roches. Paris.
* Bar-Yosef, O. (2006): “Defining the Aurignacian”. En Bar-Yosef, O. y Zilhão, J.(eds.), Towards a definition of the Aurignacian. Proceedings of the Symposium held. Lisboa. Portugal.
* Conard, N. J. y Bolus, M. (2003): “Radiocarbon Dating the Appearance of Modern Humans and Timing of Cultural Innovations in Europe: New Results and new Challenges”. Journal of Human Evolution, 44: 333-373.
* D´Errico, F.; Henshilwood, CH.; Lawson G.; Vanhaeren, M.; Tillier, A. M.; Suressi, M.; Bresson, F.; Maureille, B.; Nowell, A.; Lakarra, J.; Backwell, L. y Julien. M. (2003): “Archaeological Evidence for the Emergence of Language, Symbolism, and Music–An Alternative Multidisciplinary Perspective”. Journal of World Prehistory, 17 (1): 1-70.
* Harrold, F. B. y Otte, M. (2001): “Time, Space, and Cultural Process in the European Middle”. BAR international Series 1005.
* Kozlowski, J. K y Otte, M. (2000): “The formation of the Aurignacian in Europe”. J. Anthropol. Res. 56: 513-534.
* Kuhn, S. L. y Bietti, A. (2000): “The Late Middle and Early Upper Paleolithic in Italy”. En The Geography of Neandertals and Modern Humans in Europe and Greater Mediterranean. Bar-Yosef, O. y Plibeam, D. (eds.) .49-75. Cambridge, Massachusetts: Peabody Museum of Archaeology and Ethnology, Harvard University.
* Laplace, G. (1966): “Les niveaux Chatelperronien, Protoaurignaciens et Aurignaciens de la grutte Gatzaria á Suhare en Pays Vasque”. Quartär, 17: 117-140.
* Mcbrearty, S. y Brooks, A. (2000): “The revolution that wasn’t: a new interpretation of the origin of modern human behaviour”. Journal of Human Evolution, 39: 453-563.
* Mellars, P. A. (1989): “Major issues in the emergence of modern humans”. Current Anthropology, 30 (3): 349-385.
* Mellars, P. A. (2005): “The Impossible Coincidence. A Single-Species Model for the Origins of Modern Human Behaviour in Europe”. Evolutionary Anthropology 14: 12-27.
* Olszewski, D. y Dibble, H. (2006): “To be or not to be Aurignacian: the Zagros Upper Palaeolithic”. En Bar-Yosef, O. y Zilhão, J.(eds.), Towards a definition of the Aurignacian. Lisboa. Proceedings of the Symposium held.
* Palma di Cesnola, A. (1993): Il Paleolitico superiore in Italia. Garlatti e Razzai, Firenze.
* Pelegrin, J. y Soressi, M. (2007): “Le Châtelperronien et ses rapports avec le Moustérien”. En Les Néandertaliens. Biologie et cultures. Documents préhistoriques, 23: 283-29.6. Éditions du CTHS. Paris,
* Svoboda, J. (2002): “The Bohunician and the Aurignacian”. En Zilhão, J. y d'Errico, F. (eds.), The chronology of the Aurignacian and of the transitional technocomplexes: dating, stratigraphies, cultural implications. Trabalhos de Arqueología 33.

sábado, 8 de enero de 2011

Arqueología y Paleontología

En las últimas semanas del año pasado se han producido diversas noticias relacionadas con la evolución del género Homo. Destacaré las siguientes:

- Se han descubierto en la cueva de Qesem (Israel) ocho dientes humanos con una datación de 400.000 BP. La noticia se ha publicado en el American Journal of Physical Anthropology. Los autores del descubrimiento (Universidad de Tel Avid) indican que puede ser la evidencia más antigua del mundo sobre los humanos anatómicamente modernos, pudiendo cambiar la idea de que su origen fue el continente africano y en fechas diferentes a las tradicionales (150-200.000 BP).  

- Se han encontrado en el sur de China un fragmento de mandíbula y dos muelas pertenecientes al Homo sapiens con una datación de unos 100.000 BP. Los descubridores (Eric Trinkaus y Wu Liu) pretenden cuestionar el origen africano de los humanos anatómicamente modernos, abogando por la tesis multirregional. Este modelo indica que desde la salida del Homo Erectus de África (hace casi 2 m.a.) y su expansión por Asia y Europa, se mantuvo cierto flujo genético que mantuvieron a los humanos de estos milenios con cierta homogeneidad genética, lo que a la larga daría lugar a la evolución de los humanos modernos, con las diferencias de la variantes regionales (las razas actuales). Los autores apuntan otra posibilidad en su artículo, publicado en PNAS, El surgimiento de manera independiente de estos rasgos en Asia Oriental. Lo que se opondría a la teoría Fuera de Africa y favorecería la del Multirregionalismo.

- El descubrimiento de una falange de la mano con un ADNmt diferente al de los neandertales y HAM con una datación de 40.000 BP, en la cueva de Denisova (Altai al sur de Siberia. Rusia). Sobre esta noticia ya realicé una entrada (el tercer homínido), concluyendo la necesidad de usar de metodologías adecuadas y bien fundamentadas, sobre el estudio de la desaparición, evolución y posible cruce del Homo erectus con los HAM en Asia. Sería una prueba de la existencia de humanos diferentes a los comúnmente referidos, así como del cruce entre ellos.

- La propia relación biológica entre los HAM y neandertales en el Próximo Oriente (Hibridación entre neandertales y cromañones).

En conjunto, todas estas noticias parecen ser de difícil compaginación con las teorías tradicionales sobre la evolución humana, e incluso en algún sentido contradictorias. Desde luego, dan la impresión de que nuestro conocimiento sobre el complejo proceso evolutivo que nos ha creado, dista mucho de estar ampliamente comprendido. Puede que una de sus principales causas sea la propia dinámica de desarrollo científico y académico de las sociedades humanas contemporáneas, pues siempre se ha partido de dos supuestos que han marcado toda nuestra tradición científica:  

- La evolución como un proceso biológico de cambio morfológico gradual y guiado por la selección natural, donde el concepto de especie es fundamental para su explicación, aunque realmente se adapta más a la teoría que a la realidad.

- La aceptación de la idea de especie como un hecho real y constante más que como un concepto abstracto, pues en realidad corresponde a un proceso clasificatorio existente en la estructura académica vigente, siendo usado para una mejor exposición doctrinal de la realidad viviente y fósil. Así, lo expresa Emiliano Aguirre en su discurso del acto de recepción a la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales (Aguirre, 2000: 35):

Un taxón no es el ser viviente que pretendemos conocer – y que representa realmente nuestro fósil-: los taxones son entidades abstractas, producto de una operación racional, término de un lenguaje técnico.

Su definición más aceptada corresponde a un concepto biológico que especifica su contenido, como es la capacidad de reproducción o descendencia fértil entre elementos observables de similar anatomía (Ayala, 1980: 96). En el registro fósil es imposible poder conocer esta característica biológica, por lo que deben de establecerse criterios puramente morfológicos, considerando miembros de especies diferentes aquellos organismos de distintas épocas (aunque existe la posibilidad de convivencia temporal más o menos limitada) que difieren anatómicamente entre sí, al menos tanto como se diferencian los organismos actuales clasificados como especies distintas (Simpson, 1945: 16). En este contexto, existe la imposibilidad de comprobar la hibridación biológica de esos grupos en estudio durante el periodo de convivencia pasado, mientras que la diferenciación anatómica estaría marcada en función del azar de los descubrimientos en el tiempo y el espacio, del número de muestras a estudiar, del estado de las mismos, del registro paleoantropológico anterior y del propio criterio de sus descubridores, lo que implica una subjetividad científica muy importante, sólo admisible ante la notoria falta de datos más fiables. Por tanto, no podemos precisar, con la seguridad deseada, que algunas de las especies de nuestro género no sean en realidad manifestaciones diferentes de una misma identidad biológica (entidad de base real desconocida), con todo lo que ello podría significar. A estas bases teóricas hay que añadir las conclusiones que actualmente se están formulando y que pueden cambiar mucho tales conceptos:

- El desconocimiento de la realidad paleontológica de Asia. Si bien Europa y África están relativamente bien estudiadas, el continente asiático presenta una serie de problemas paleontológicos y arqueológicos que muchas veces no se acoplan bien con los datos obtenidos en los otros dos continentes.
- La información que podemos obtener de las nuevas técnicas sobre el ADN fósil, puede aclarar mucho la situación o complicarla aún más, pues es muy posible que rompa las simples ideas de evolución más o menos lineal y/o gradual de especie en especie (p. e. Homo habilis, Homo erectus, Homo sapiens como entidades biológicas independientes y continuas en el tiempo). Puede que sea necesario un nuevo paradigma, que sea mal flexible a estos nuevos datos genéticos y paleontológicos.

- Según se van produciendo los nuevos descubrimientos y se van obteniendo nuevos datos (ADN) nos vamos dando cuenta de la complejidad que supone la evolución, y más aún la de los seres humanos, pues con ellos se añaden nuevos conceptos que no presentan las otras entidades biológicas. Me refiero a la cultura humana, capaz de modular en parte la acción de la selección natural. Esto se ve claramente en la expansión de los humanos, proceso que ninguna otra especie de primates ha podido realizar.



La teoría sintética de la evolución entiende a las especies no como entidades inmutables, sino como realidades dinámicas en continuo cambio en el tiempo y en el espacio, ofreciendo un paulatino y lento cambio morfológico. Esta forma de cambio evolutivo se produce junto a otras variaciones morfológicas realizadas con mayor rapidez en la formación de las especies, como explica el modelo de los equilibrios puntuados y las nuevas directrices sobre el cambio morfológico ya vistas en otras entradas (Mecanismos de cambio morfológico; Paleontología, Biología evolutiva, Genética y Arqueología en la transición). 

Ante la complejidad de la evolución anatómica de varias especies coetáneas, algunos autores ven la evolución humana como un arbusto ramificado, con gran dificultad para conocer cual es el pariente más cercano y quién es el antepasado de quién (Angela et al. 1989: 187). En este arbusto, los humanos son sólo unas ramitas laterales que se han significado, no sólo por sus cualidades, sino por la extinción de todos los demás. El concepto tradicional de especie se diluye y es posible que grupos humanos con una determinada anatomía (más o menos aislados geográficamente) en sus continuas emigraciones (por empeoramiento climático, desastres naturales, etc.) pudieron cruzarse biológicamente con otros humanos con los que mantenían diferencias morfológicas importantes, siendo sus descendientes fértiles o no. Sin embargo, tampoco está claro que estos cruces fueran lo suficientemente intensos como para corroborar plenamente los postulados que la teoría multirregionalista indica.


En este sentido, pudieron existir diversas poblaciones humanas en Asia e incluso en África, producto de evoluciones diferenciadas a partir del Homo erectus y por el aislamiento geográfico. De la coexistencia de estas variadas poblaciones algunas de ellas se mezclarían, mientras que otras no lo harían. El problema es que es prácticamente imposible conocer estas posibilidades, que sólo podemos conocer por medio del los tan buscados fósiles híbridos, y actualmente del ADN fósil de nuestros ancestros más recientes.

Hay que señalar que estas vagas ideas siempre han estado rondando la cabeza a muchos paleontólogos, de ahí la diferente denominación que han recibido los grupos humanos en estudio, con el fin de referirse a una entidad determinada en un tiempo y con una relación evolutiva con las demás (cronoespecies, taxones, grados, especies, etc.). Varias de estas denominaciones no incluyen la necesidad de aislamiento reproductivo con otras contemporáneas o cercanas en el tiempo entre sí. Puede que este sea el camino a seguir dentro de la Arqueología que debe distanciarse de tanta polémica paleontológica sobre las especies, hibridaciones, ancestros y descendientes, y centrarse más en el estudio de la conducta humana.

La Paleontología tiene en el Paleolítico un papel fundamental en su propio campo: la evolución humana. No obstante, en la Arqueología debe de tener una importancia más secundaria, pues la conducta humana no está directamente relacionada con las poblaciones humanas que han configurado nuestra evolución. Las directrices especie-cultura (Homo habilis con Olduvaiense; Homo erectus con Achelense; Neandertal con Musteriense y Homo sapiens con el Paleolítico Superior) hace tiempo que se han superado. Así es comúnmente aceptado que hay neandertales con conductas musterienses de un pobre simbolismo y con culturas del Paleolítico Superior con un mayor simbolismo (Chatelperroniense). Igualmente vemos a los HAM del próximo Oriente del Paleolítico Medio con los mismos desarrollos culturales que los neandertales del mismo periodo, mientras que en el MSA africano estaban más desarrollados simbólicamente, y en Europa habría que esperar hasta el inicio del Auriñaciense. 

La evolución no produjo automáticamente la aparición de poblaciones humanas con tales logros conductuales, por lo que seguir justificándolos como logros directos de mutaciones o procesos evolutivos específicos, así como intentar ver logros culturales y simbólicos a través de la propia evolución morfológica, no creo que deba ser el camino que la Arqueología deba seguir en la actualidad. Opino que debe crear sus propios cauces y directrices sobre la evolución humana en los aspectos conductuales, pero con cierta independencia de los criterios morfológicos propios de la Paleontología. En este sentido, parece que la Arqueología cognitiva si puede tener mucho que decir.

* Angela, A. y Angela,  P. (1989): La straordinaria storia dell'uomo. Mondadori, Milano.
* Ayala, F. J. (1980): Origen y evolución del hombre. AU 278. Alianza. Madrid.
* Simpson, G. G. (1945): The principles of classifications and a classification of mammals. Bulletin of the American Museun of Natural Histoty, 85: pp.i-xvi, 1-350.