viernes, 25 de marzo de 2011

Grotta Fumane y el simbolismo del Neandertal

Recientemente se han publicado diversas noticias sobre el Musteriense relacionadas con conductas posiblemente simbólicas. Aunque parecen tener cierto aspecto esporádico, sobre todo si tenemos en cuenta el gran número de yacimientos musterienses estudiados, no deja de tener un significado arqueológico que hay que tener en cuenta. En una de ellas se indica la existencia y posible uso simbólico de pigmentos minerales, como es el caso del nivel B de la cueva de Skhul, en el que se encontró una tecnología musteriense levantino tipo Tabun C, así como diversos enterramientos de humanos modernos.

Otro estudio de estas características se ha documentado en los yacimientos de la Cueva de los Aviones y la Cueva Antón (Murcia, España), estando esta vez relacionado con los neandertales. El hallazgo de pigmentaciones rojas y amarillas en las conchas perforadas sugiere que fueron usadas como adornos corporales (puede que las conchas en sí mismas, o el colorante sobre el cuerpo o vestimenta). El uso de estos materiales demostraría que el desarrollo cultural y simbólico de los neandertales en la fecha de yacimiento (sobre el 50000 BP) fue semejante al que lograron los HAM de ese periodo.

A estos estudios se suma actualmente un amplio y variado registro de avifauna procedente de los niveles musterienses (A5-A6) de la Grotta di Fumane (44.000 BP), al norte de Italia. Revela modificaciones humanas atípicas sobre especies que no están claramente relacionadas con la alimentación o con usos funcionales (quebrantahuesos, buitre negro, águila real, cierto tipo de halcón, paloma torcaz o chova piquirroja alpina). Se han encontrado marcas de corte, pelado, raspado, así como las fracturas, exclusivamente en los huesos de las alas, lo que sugiere la eliminación intencional de las plumas más grandes por parte de los neandertales. Las especies involucradas, los elementos anatómicos afectados así como la localización de las modificaciones, sugieren una actividad ligada a la esfera simbólica (adornos) de esta población autóctona europea.


Sin embargo, la extensiva interpretación global que de ellos se ha realizado (igualdad cognitiva y conductual de los HAM y neandertales), ofrece diversos aspectos sobre los que no puedo estar de acuerdo. Naturalmente, desde los puntos de vista de la Arqueología cognitiva. Cada vez parece más claro que, con estos datos y los aportados por los HAM en África, la dicotomía de Paleolítico Medio sin simbolismo y Superior con simbolismo no puede mantenerse. Pero no debemos limitarnos en esta simple conclusión, sino profundizar en la heterogeneidad temporal y espacial que caracteriza el continuum desarrollo cultural y cognitivo de los humanos del periodo (HAM y neandertales). Cada uno de ellos, con sus peculiares capacidades cognitivas, iría desarrollando una serie de estados intermedios caracterizados por los datos de sus respectivos yacimientos.

- Se habla de capacidades cognitivas desde un punto de vista demasiado general, sin conocer la realidad que tal denominación entraña. La mayoría de las veces se utiliza como sinónimo de inteligencia, lo que en sí es ya una excesiva limitación de su significado. Los procesos cognitivos que ocurren en nuestro cerebro, tanto racionales (memoria, razonamiento, abstracción, etc.), como emocionales (motivación, sociabilidad, solidaridad, etc.), están encaminados a procesar y utilizar la información que recibimos del exterior o tenemos almacenada en nuestra memoria, con el fin de adecuar la conducta de la mejor manera posible. Está claro que la posible diferencia que pudiera existir entre los neandertales y HAM no serían globales, sino que podrían afectar a determinados aspectos (motivación, sociabilidad, flexibilidad y reflexividad conductual para otras tareas, etc.) en mayor o menor grado. Éstas, al actuar en conjunto ofrecerían respuestas adaptativas de diferente desarrollo y efectividad.

- De igual manera se habla del simbolismo de una forma muy genérica, obviando las capacidades cognitivas lo posibilitan, así como las características que presenta su origen y desarrollo. Estas características son las que constituyen el contexto cognitivo que facilita su aparición. En términos arqueológicos, sería similar al contexto arqueológico (medio en el que desenvuelven las conductas tecnológicas, sociales y económicas que configuran los datos de los yacimientos). Es decir, el simbolismo, complejo proceso cognitivo que resulta de la estrecha correlación de diversas capacidades cognitivas, sólo aparece cuando las capacidades humanas lo permitan y estas puedan desarrollarse adecuadamente.

- Hay que distinguir entre capacidad cognitiva y su desarrollo, pues no son términos análogos sino entidades y procesos diferentes. Las capacidades las origina la evolución y su desarrollo viene configurado por las características ambientales.

- Además, el simbolismo no es un todo o nada. No aparece o falta totalmente, sino que existen estadios intermedios del mismo, aunque su estudio es muy complejo pues a nuestra mente le cuesta comprender aquello que no conoce.

La interpretación de los datos arqueológicos expuestos al principio sin ninguna limitación teórica, nos lleva a una excesiva generalización, al extender cierto comportamiento a la totalidad de la población sin datos arqueológicos que así lo afirmen, con lo que se pierde la objetividad científica que todos deseamos. Hay que desarrollar una metodología adecuada al estudio del simbolismo humano, y abandonar las formas de análisis basadas en el criterio del arqueólogo que realiza la excavación y atribuye un simbolismo (desconocido, vagamente explicado, no estructurado y con el único fundamente de su criterio, y el que no puede tener otra utilidad que el simbolismo que el excavador le atribuye).

Es posible que la existencia de cierto desarrollo demográfico, con numerosas relaciones sociales, constante relación con conchas, pigmentos y aves de la zona, posibilitaría su uso con un incipiente contenido simbólico, en el termino de acentuación de la individualidad personal y/o social, es decir un cierto desarrollo cognitivo local, pero no duradero y desde luego sin contexto de un simbolismo consciente y metafísico (creencias de otros mundo y religión). En este periodo (Musteriense final) existiría cierto simbolismo, primero general y basado en el lenguaje que sin duda tuvieron (aunque posiblemente limitado en ciertos conceptos abstractos). Segundo, mucho más localizado en lugares donde las condiciones medioambientales (demográficas, sociales, tecnológicas y lingüísticas) lo posibilitasen. Hay que tener siempre presente que ni los HAM tuvieron siempre un pensamiento simbólico (considerado como moderno) a lo largo de su existencia como especie.

Aunque las dos poblaciones (neandertales y HAM) tuvieran unas capacidades cognitivas elevadas y, por tanto, una capacidad de desarrollo conductual de carácter simbólico, su desarrollo no fue igual. La Arqueología, desde un punto general y lo más objetivamente posible, así parece indicar. Pues mientras que los HAM una vez que alcanzaron un grado de desarrollo cognitivo que les permitió construir un mundo simbólico en Europa (contexto cognitivo: motivación, sociabilidad, flexibilidad y reflexividad conductual para otras tareas, etc.), no lo abandonaron y se extendió a todas las poblaciones humanas modernas. Sin embargo, estas mismas características no se aprecian entre los yacimientos atribuidos a los neandertales en Europa, donde la gran mayoría de ellos perduraron en un Musteriense (todo lo desarrollado que se pueda admitir), sin datos arqueológicos que atestigüen una conducta simbólica clara. Aunque también es cierto que en limitadas poblaciones de neandertales (concierto contexto cognitivo) se dieron conductas que podemos considerar como simbólicas.

Todo análisis sobre el simbolismo humano tiene que realizarse con una base algo estructurada sobre su inicio y condiciones de desarrollo. Es decir, sobre la base del conocimiento de nuestras propias características psicobiológicas. Fuera de estos parámetros, la subjetividad e imprecisión teórica serían las que dirigieran tal estudio, por lo que sus conclusiones, aunque tuvieran algo de verdad, no sería toda la verdad que las ciencias de la conducta actuales nos pueden ofrecer.


* Peresani, M.; Fiori, I.; Gala, M. Romandini, M. y Tagliacozzo, A. (2011): “Late Neandertals and the intentional removal of feathers as evidenced from bird bone taphonomy at Fumane Cave 44 ky B.P., Italy”. PNAS, 108 (10), 3888-93. 

viernes, 11 de marzo de 2011

Antropofagia en el Paleolítico Medio

Otra forma de tratar el cadáver, aparte de los enterramientos o su simple abandono durante el Paleolítico Medio, consiste en su utilización como fuente alimenticia (antropofagia) o como ritual de unas creencias simbólicas de las que en este periodo nada podemos decir.

Se considerarán como signos de canibalismo a las señales de cortes en los huesos humanos, siendo semejantes a las que se aprecian en los huesos de animales, aunque existan algunas dudas sobre su producción en algunos casos (Orschiedt, 2008). En estos casos, existe un comportamiento homogéneo con los huesos de animales y humanos, pues se encuentran mezclados entre sí y con las herramientas líticas utilizadas. Lo que no sabemos es si esta practica se realizaba con individuos ya muertos o no. Parece plausible que en periodos de hambrunas estacionales (abundantes en periodos fríos), los neandertales se comerían a los miembros de su grupo social ya muertos, sería un canibalismo de supervivencia (Trinkaus et al. 2006). En estas prácticas destaca el yacimiento de Krapina, tradicionalmente utilizado como ejemplo de tal conducta, debido a la gran cantidad de huesos con estas características. Es característica de los yacimientos en los que se practicó la antropofagia, encontrar un mayor número de huesos pertenece a niños. Tal es el caso de Krapina, donde un 64% de los restos son infantiles (Montet-White, 1996: 62-65). Sin embargo, y con los datos de la etnología comparada, en el canibalismo ritual se suelen despedazar y descarnar cadáveres, pero que pocas veces son consumidos, siendo preciso investigar el tratamiento o disposición especial que sugiera algún ritual.

En el paleolítico los yacimientos relacionados con esta conducta como opción de desaparición del cadáver se limitan a 11. Como método de hacer desaparecer el cadáver presenta una representación muy escasa, y está mucho pero documentada. Si añadimos las recientes críticas que relacionan la producción de las señales óseas con alteraciones postdeposicionales e inhumaciones secundarias (Russel, 1987; Orschiedt, 2008), su interpretación con los datos actuales parecería más una simple especulación que una exposición mínimamente documentada. Su posible relación con un ritual asociado a creencias espirituales y/o religiosasa, con efectivos ejemplos etnológicos, lo asociaría con un desarrollo cognitivo similar al que debió de existir en las poblaciones con enterramientos claramente simbólicos, lo que no concuerda con el simbolismo primitivo que vemos en las comunidades del Paleolítico Medio en las que se realizaron tales prácticas (Rivera, 2010).


El tema de la antropofagia presenta otros matices. Su existencia menos desarrollada, al menos demográficamente si tenemos en cuenta el escaso número de yacimientos relacionados, y la falta de un simbolismo moderno entre las poblaciones que la practicaban, indican que sólo pudo tratarse, si es que son ciertas, de un asunto logístico, el cual podría estar relacionado con periodos de gran escasez de alimentos o con costumbres relacionadas con esa forma de agresividad humana.

No hay que olvidar que según la Arqueología cognitiva, para poder atribuir un simbolismo espiritual a una conducta determinada (p. e. antropofagia ritual) es imprescindible la existencia de conceptos sobre la conciencia reflexiva, lo suficientemente elaborados como para tener conciencia de nuestra propia existencia y la de los demás dentro de un amplio concepto temporal y espacial, lo que no se aprecia con el suficiente desarrollo en las poblaciones humanas del Paleolítico Medio (Rivera, 2010).

* BINANT, P. (1991): Le prehistoire de la mort. Les premières sépultures en Europe. Colectión des Hespérides. Errance. Paris.
* DEFLEUR, A.; WHITE, T.; VALENSI, P.; SLIMAK, L.; CREGUT-BONNOURE, E. (1999): "Neanderthal cannibalism at Moula-Guercy, Ardeche, France." Science. 286, pp.18-19.
* DE LUMLEY, M-A. (1973): “Anténéandertaliens et Néandertaliens du bassin méditerranéen occidental européen”. Études Quaternaires mémoire. 2, pp. 551-558.
* GARRALDA M. D.; GIACOBINI G.; VANDERMEERSCH B. (2005): “Neanderthal Cutmarks: Combe-Grenal and Marillac (France)”. SEM Análisis. 43 (2-3), pp. 189-197.
* HIGHAM, T.; RAMSEY, C. B.; KARAVANIC, I.; SMITH, F. H.; TRINKAUS, E. (2006): “Revised direct radiocarbon dating of the Vindija G1 Upper Paleolithic Neandertals”. Proc. Nat. Acad. Sci. 103, pp. 553-557.
* HUBLIN, J-J.; BARROSO RUIZ, C.; FONTUGNE, M.; MEDINA LARA, P.; REYSS, J. (1995): “The Mousterien site of Zafarraya (Andalucia, Spain): dating and implications on the paleolithic peopling processes of Western Europe”. Comptes Rendues de l´Académie de Sciences de Paris, 321, série IIa, pp 931-937. Paris.
* LE MORT, F. (1989): “Traces de décharnement sur les ossements néandertaliens de Combe-Grenal (Dordogne)”. Bulletin de la Société Préhistorique Française. 86, pp.79-97.
* MANN, A. E.; BEAUVAL, C.; COSTAMAGNO, S.; BORDES, J. G.;BOURGUIGNON, L.; COUCHOUD, I.; LACRAMPE, Fr.; LAROULANDIE, V.; MARQUET, J. Cl.; MEIGNEN, L.; TEXIER, J. P.; VANDERMEERSCH, B.; MAUREILLE B. (2005): Carnivore and Neandertal interactions at the Les Pradelles site (Charante, Southwest France). Paleoanthropological Society Abstracts.
* MONTET-WHITE, A. (1996): “Le Paléolithique en ancienne Yougoslavie”. Série Préhistoire d´Europe, 4. Jérôme Millon (ed.). Grenoble.
* ORSCHIEDT, J. (2008): “Der Fall Krapina – Neue Ergebnisse zur Frage von Kannibalismus beim Neandertaler”. Quartär. 55, pp. 63-81.
.* ROSAS, A.; MARTÍNEZ-MAZA, C.; BASTIR, M.; GARCÍA-TABERNERO, A.; LALUAZA-FOX, C.; HUGUET, R.; ORTIZ, J. E.; JULIÁ, R.; SOLER, V.; DE TORRES, T.; MARTÍNEZ, E.; CAÑAVERAS, J. C.; SÁNCHEZ-MORAL, S.; CUEZVA, S.; LARIO, J.; SANTAMARÍA, D.; DE LA RASILLA, M.; FORTEA, J. (2006): “Paleobiology and comparative morphology of a late Neandertal sample from El Sidrón, Asturias, Spain”. Proceedings of the National Academy of Sciences of the United States of America 103(51), pp. 19266–19271.
* RUSSEL, M. (1987): “Mortuary practices et the Krapina Neanderthal site”. American Journal of Physical Anthropology. 72, pp. 81-397.  
* SCHMITZ,  R. W.; SERRE, D.; BONANI, G. et al. (2002): "The Neandertal type site revisited: interdisciplinary investigations of skeletal remains from the Neander Valley, Germany". Proc. Natl. Acad. Sci. U.S.A. 99 (20), pp. 13342–7.