martes, 6 de noviembre de 2012

Metodología de la Arqueología cognitiva


    Que la Arqueología cognitiva es muy desconocida, es una conclusión que asumen todos los interesados por el estudio de época pasadas. Pero que dentro de ella existen diversas tendencias metodológicas y distintas formas de realizar sus estudios, no es tan conocido, aunque posiblemente sí sospechado. Mi propósito consiste en realizar una serie de posts en los que de forma individual iría mostrando las diversas teorías y métodos que en la actualidad se están desarrollando la Arqueología cognitiva. Elegiría aquellos autores más representativos de las formas metodológicas desarrolladas a lo largo de la historia de la Arqueología (Procesualismo, Postprocesualismo, Estructuralismo), exponiendo sus teorías y problemas que presentan. El fin principal sería la propia difusión de esta especialidad arqueológica, así como una mayor comprensión de una metodología muy poco difundida, usada y aceptada en muchos medios arqueológicos. Un programa de tal exposición sería:

I.- Procesualismo o Nueva Arqueología.
- Merlin Donald (1991).
- Andrew Colin Renfrew (1982, 1993, 2008).
- Willian Noble y Iain Davidson (1996).
- Steven Mithen (1996).
- Thomas Wynn (1977, 1981, 1989) y Frederick L. Coolidge (2011).
II.- Arqueología Postprocesual o Interpretativa.
- Ian Hodder (1991).
III.- Estructuralismo
- André Leroi-Gourhan (1965).
- Almudena Hernando (1999).
- Ángel Rivera (2004, 2009).

     Líneas generales de metodología en Arqueología cognitiva

    La metodología es la parcela de la Arqueología que menos interés suscita entre los que se dedican a esta disciplina. Normalmente, se siguen criterios generales de actuación práctica, dando por hecho que se está en la línea correcta o por lo menos en la más aceptada, pero tal práctica limita mucho el espíritu crítico del trabajo arqueológico y facilita la permanencia de tendencias teóricas ya superadas por otras disciplinas académicas con relación arqueológica. En el caso de la Arqueología cognitiva el problema es aún mayor, pues todos los problemas enunciados anteriormente se ven incrementados. Por tanto, creo necesario recordar los aspectos más generales de las principales teorías arqueológicas, y de relacionarlas con los problemas arqueológicos, para después y en próximas entradas ir explicando las ideas de los autores que se han dedicado al estudio cognitivo del pasado.

PROCESUALISMO O NUEVA ARQUEOLOGÍA

Es la primera metodología arqueológica que se plantea la posibilidad de conocer las mentes de los seres humanos de otras épocas a partir de los datos arqueológicos. En su inicio ya consideraron que lo cognitivo era un subsistema cultural similar a los económicos o políticos estudiados por la Nueva Arqueología, algunos autores propondrán que la comprensión de lo tecnológico y económico se mejora con el estudio de una perspectiva cognitiva (Flannery y Marcus 1976), al considerar que el pensamiento y la acción son procesos indisociables. Los objetos son el resultado del pensamiento, por lo tanto la ideología es fundamental en los procesos sociales y debe relacionarse (Renfrew y Bahn, 2007). Con este fundamente se crearon teorías generales sobre el origen y desarrollo del pensamiento humano, asumiendo que los símbolos de cualquier grupo humano tienen siempre el mismo orden de racionalidad. Se dio prioridad a la existencia de una Razón Universal en los procesos cognitivos y al positivismo de sus conclusiones. Se intentaron realizar estudios objetivos del fenómeno de la cognición, con el fin de analizar cómo se conoce la realidad en la que se vive (Hernando 1999). 

    En este contexto, la mayoría de los procesualistas han desarrollado amplias teorías generales sobre la conducta humana (Colin Renfrew, Merlin Donald, Davidson y Noble, Mithen, Wynn y Coolidge, etc.) con criterios interdisciplinarios, pero no lo suficiente como para evitar los problemas que se les achacan. Se les critica la falta de objetividad de sus estudios, pues reflejan conceptos y formas de pensar actuales, como las del propio investigador, lo que únicamente puede corregirse, hasta cierto punto, con un método interdisciplinar amplio y adecuado. Igualmente, tienen problemas para aplicar sus conceptos generales a las particularidades contextuales de cada yacimiento. Su principal causa es la falta de un método básico y práctico sobre la forma en que las características psicobiológicas humanas adquieren y procesan la información del medio ambiente y la transmiten generacionalmente, lo que en definitiva es el germen de todo origen y desarrollo conductual (Rivera 2009 y 2010).

ARQUEOLOGÍA POSTPROCESUAL O INTERPRETATIVA

Este término reúne a una gran diversidad de puntos de vista y de tradiciones, por lo que muchos prefieren su denominación de interpretativa que recoge mejor su concepto de diversidad. En ella se incluyen paradigmas como el neomarxismo, el feminismo, el estructuralismo, la arqueología contextual, etc., con el intento de superar las limitaciones positivistas y materialistas de la Nueva Arqueología. Ante la imposibilidad de evitar la subjetividad de la mente del investigador, se cambia radicalmente de rumbo. Se abandonan los intentos de comprensión sobre la percepción de la realidad que pudieron tener los seres humanos en otras épocas, por la gran dificultad que entraña. El tener que utilizar nuestra propia mente para analizar las características de la cognición de nuestros antepasados, culturalmente determinada por nuestra lógica y realidad actual, hace muy difícil que podamos acceder objetivamente a la forma en que los humanos del pasado hubieran percibido la realidad de su entorno y creado sus propios símbolos. Los fracasos en la creación de leyes generales para el comportamiento humano hacen que la interpretación del mismo recaiga en el análisis detallado y particular de cada determinado contexto, aunque en su estudio siempre aparecen las ideas actuales y las propias preconcepciones del arqueólogo.

La Arqueología Interpretativa expresa claramente subjetividad de cada individuo sobre su percepción de la realidad. No se puede generalizar, sino analizar cada yacimiento con precisión, pues sólo con sus particulares datos podemos intuir algo de la génesis de su formación. Lo importante es el contexto (arqueología contextual), donde cada objeto arqueológico es producido por un individuo o grupo de ellos, no por un sistema social (Hodder, 1991). Estos criterios hacen difícil el estudio de la cognición humana en la prehistoria. A los postprocesuales les es muy difícil realizar trabajos generales a partir de sus estudios contextuales, pues les falta una metodología que pueda compaginar ambos campos de aplicación. Igualmente, cualquier tipo de análisis realizado sin un mínimo conocimiento de la funcionalidad psicobiológica humana, que controle y limite las posibilidades de explicación, hace que se caiga en una subjetividad parecida a la que se atribuyó a los procesualistas.

ESTRUCTURALISMO

Aunque en principio puede estar comprendido dentro de la variedad de los enfoques postprocesualistas, sus propias características metodológicas hacen que posea aspectos tanto de esta corriente como de la procesual, por lo que en conjunto adquiere unas formas teóricas que la hacen independiente de ambas. El Estructuralismo siempre intentó realizar valoraciones generales (características procesuales) que poder aplicar a los datos particulares de cada yacimiento (valores postprocesuales), por medio de las propias características formales de su teoría, lo que es muy interesante en el intento de estudiar objetivamente las realidades conductuales del pasado. Esta corriente teórica tradicionalmente está fundamentada en la aceptación de unas estructuras o modelos genéricos, aparentemente no visibles, sobre el funcionamiento que rige la conducta humana (Lévi-Strauss, 1964). En relación con la conducta deben existir unas reglas ocultas consecuencia de nuestras propias características psicobiológicas, que usamos constantemente, pero que no somos conscientes de ellas. Así, las estructuras de percepción (sentidos) y procesamiento (cerebro) de la realidad serían similares en todos los grupos humanos, lo que implicaría que tenemos una forma básica de conocer e interpretar la realidad material del mundo en el que vivimos, y que sería común a todos los pertenecientes a nuestra especie. Habría que volver a desarrollar leyes generales sobre la forma de crear y desarrollar la conducta humana, pero con la suficiente flexibilidad como para que se adaptasen a las particularidades, sociales y personales, de cada contexto arqueológico, es decir, explicar la diversidad cultural y de pensamiento como característica esencial de la conducta humana.

El fin primordial del Estructuralismo es el de realizar una interpretación lo más objetiva posible. Para él, el sujeto que se analiza (seres humanos de la prehistoria o actuales) no es importante, dado que ambos están determinados por esas características comunes que encauzan las acciones de la sociedad, y tampoco el que lo estudia (antropólogo, arqueólogo, etc.), pues sólo intenta descubrir los códigos comunes para entender la percepción de la realidad del grupo observado (Hernando, 1999). Sin embargo, el estructuralismo, como corriente metodológica, pocas veces ha constituido una gran alternativa coherente y duradera en Arqueología. Se ha achacado a que estudia temas muy variados sobre lingüística, gramática, psicología, etc., con una compleja relación entre sí, y de todos con la Arqueología (Leroi-Gourhan, 1965). Pero su principal problema ha sido el desconocimiento de las estructuras básicas y generales (psicológicas y neurológicas) que van a regular la conducta humana, así como las características que la evolución les ha dado. Con su conocimiento se podría desarrollar un modelo teórico común a todos los seres humanos, pero independiente de los aspectos particulares de la cultura que pueden tener diferentes poblaciones humanas en un preciso tiempo y espacio. Así, lo único común a todos los humanos serían los factores estructurales propios de nuestra especie, que pueden aplicarse tanto a los seres humanos actuales como a los que desarrollaron las culturas del paleolítico. Las características de la conducta humana relacionadas con la Biología evolutiva, Neurología, Antropología social, Psicología, Lingüística y Sociología, debidamente interrelacionadas, ofrecen un panorama fácilmente identificable con un estructuralismo funcional, es decir, con la base funcional sobre la que se va ha desarrollar nuestro pensamiento y conducta, teniendo una base común en el género Homo. No obstante, la forma en que esta percepción y procesamiento de la realidad va a dar lugar a la construcción cultural (económica, tecnológica, social y simbólica), sería distinta en los diferentes grupos humanos que conocemos. Su realización, sobre la común base psicobiológica, depende de la interacción de múltiples factores, los cuales a su vez actúan con diferentes formas e intensidad.

En definitiva, la percepción de la naturaleza (sentidos) y su procesamiento (sistema nervioso) son iguales para todos los componentes la misma especie, pero cada grupo humano iría creando una estructura social y personal diferente, dependiente de su propia complejidad socioeconómica, cultural, tecnológica, simbólica, etc. Lo que en un principio es común, en su desarrollo se iría diversificando, pero siempre dentro de nuestras limitaciones funcionales.


* COOLIDGE, F. L. y WYNN, T. (2011): “The implications of the working memory model for the evolution of modern cognition”. International Journal of Evolutionary Biology.
* DONALD, M. (1991): Origins of the Modern Mind: Three Stages in the Evolution of Culture and Cognition. Harvard University.
* FLANNERY, K. V. y J. MARCUS (1976): “Formative Oaxaca and the Zapotec Cosmos”. American scientist, 64: 374-383.
* HERNANDO, A. (1999): “Percepción de la realidad y Prehistoria, relación entre la construcción de la identidad y la complejidad socio-económica en los grupos humanos”. Trabajos de Prehistoria, 56 (2): 19-35.
* HODDER, I. (1991): “Interpretive archaeology and its role”. American Antiquity, 56 (1): 7-18.
* LEROI-GOURHAN, A. (1965): Préhistoire de l´art occidental. Mazenod. París.
* LÉVI-STRAUSS, C. (1964): El pensamiento salvaje. Fondo de Cultura Económica. México.
* MITHEN, S. (1998): Arqueología de la mente. Crítica. Barcelona.
* NOBLE, W. y DAVIDSON, I. (1996): Human Evolution, Language and Mind. Cambridge: Cambridge University Press.
* RENFREW, C. (1982): Towards an Archaeology of Mind: an Inaugural Lecture delivered before the University of Cambridge. Cambridge University Press.
* RENFREW, C. (1993): "Cognitive Archaeology: Some Thoughts on the Archaeological Thought". Cambridge Archaeological Journal, 3(2): 248-250.
* RENFREW, C. (2008): “Neuroscience, evolution and the sapient paradox: the factuality of value and of the sacred”. Phil. Trans. R. Soc. B 363, pp. 2041-2047
* RENFREW, C; BAHN, P. (2007): Arqueología: Teorías, métodos y práctica. Akal. Madrid.
* RIVERA, A. (2009): Arqueología del lenguaje. La conducta simbólica en el Paleolítico. Akal. Madrid.
* RIVERA, A. (2010): “Conducta simbólica. La muerta en el Musteriense y MSA”. Zephyrus, 65 (1): 39-63.
* WYNN, T. (1981): “Intelligence of Oldowan hominids”. Journal of Human Evolution 10: 529-41.
* WYNN, T. (1985): “Piaget, stone tools, and the evolution of human intelligence”. World Archaeology, 17:32-43. 

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