En los estudios sobre la conducta
del género Homo se admite que cualquier acción individual
o social siempre estaría presente un componente racional
y emocional
(Ardila y Ostrosky-Solís 2008; Damasio,
2010). Sin embargo, y a pesar de esta aceptación teórica, muy pocas veces se
tienen en cuenta. Las causa son múltiples y conocidas o intuidas por todos los
historiadores, pues estos procesos parecen que se escapan de quehacer habitual
de la metodología arqueológica y/o académica. Es un proceso muy parecido al del
estudio de la autoconciencia racional en nuestro linaje. Ambos temas se
estudian en otras disciplinas muy ajenas en la actualidad a la arqueología. Podemos
comprender tal hecho académico, pero nunca aceptarlo como si fuera lo más
natural del mundo. Al estudiar la conducta humana en la prehistoria, estamos
estudiando dos aspectos que nunca hay que olvidar:
- Analizamos la conducta de seres humanos, y como
tales hay que proceder.
- Es en este periodo cuando las capacidades
cognitivas (racionales y emotivas) se fueron creando (por evolución biológica y
medioambiental) y desarrollando).
Si no aceptamos estas particularidades de nuestra
evolución, poco podemos comprender de su origen, desarrollo y manifestación.
Las
emociones en la conducta humana
Cuando hablamos de emociones parece que todos
sabemos de qué estamos hablando. Efectivamente, al menos en un sentido
coloquial es así, pues son vivencias que todos experimentamos continuamente,
pero realmente ¿sabemos de que se trata?
Las emociones se definen como las reacciones o
respuestas psicobiológicas (cognitivas, fisiológicas y motoras) a ciertos
estímulos producidos por un objeto, persona, lugar, suceso o recuerdo, con el resultado
de establecer o potenciar una conducta apropiada (supervivencia y/o relaciones
sociales) a los desafíos del medio ambiente de los que somos conscientes por
medio de sensaciones objetivas. Se pueden distinguir varias fases o componentes en su
producción (Damasio, 2010):
- Recepción del estímulo que desencadena el proceso (objeto,
persona, lugar, suceso o recuerdo).
- Reacción psicobiológica o expresión del sentimiento.
Cognitivamente, las emociones alteran la
atención, hacen subir de rango ciertas conductas y respuestas del individuo, y
activan redes asociativas relevantes en la memoria. Fisiológicamente, las emociones organizan rápidamente las
respuestas de distintos sistemas biológicos, incluidas las expresiones
faciales, los músculos, la voz, la actividad del Sistema Nervioso Autónomo (el
simpático) y la del Sistema Endocrino, a fin de establecer un medio interno
óptimo para una acción más efectiva. Conductualmente,
las emociones sirven para establecer un comportamiento adecuado a nuestro
entorno, y nos impulsan hacia ciertas personas, objetos, acciones, ideas y nos
alejan de otros.
- Percepción de la emoción (sentimientos emocionales).
Los sentimientos emocionales aparecen con la percepción de lo que
nuestro cuerpo hace mientras se manifiesta la emoción, junto con percepciones
del estado de nuestra mente durante ese mismo periodo de tiempo (Damasio,
2010).
Las emociones facilitaron, con su básica producción
innata y su posterior desarrollo cognitivo-conductual, la evolución del
comportamiento social dentro de las poblaciones humanas (Turner, 2000), y éste del desarrollo cognitivo (Coward y Gamble, 2008; Rivera, 2009).
Tipos de emociones
Todos conocemos multitud de emociones, pero distan mucho de
ser homogéneas respecto de su origen, desarrollo y manifestación. Existen
diversas clasificaciones realizadas según los criterios de sus autores, por lo
que hay cierta disparidad entre ellas. Éste es el motivo de que para algunos
autores no tengan especial interés en su realización y manifestación, pues
todas tienen defectos y siempre se pueden creer que falta alguna emoción
(Damasio, 2010). No obstante, existen importantes criterios sobre su origen que
hacen necesario establecer cierta clasificación, para poder entender mejor sus
características y acción en la conducta humana.
- Las emociones primarias o básicas son
aquellas que se dan en todos los seres humanos. Serían el miedo, enfado,
tristeza y alegría/felicidad, a las que pueden añadirse el asco y la sorpresa.
Son acciones desencadenadas por un objeto o suceso identificable como un
estímulo emocionalmente competente (Damasio, 2010; Ekman et al. 1983; Prinz, 2010). Se considera que no contienen otras
emociones como una parte, y tienen un carácter innato (Ekman et al. 1983), estando asociadas a la
evolución de la especie. Tienen un claro fin social y de salvaguardia personal,
aunque su producción y manifestación puede alterarse en función del nivel de
desarrollo cognitivo y cultural que tengan las poblaciones humanas.
- Las emociones secundarias se construyen a lo
largo del desarrollo ontogenético, y parecen estar más ligadas al desarrollo
cognitivo-cultural que a los procesos evolutivos. Se activan de una manera
relativamente lenta, no tienen una expresión facial reconocible, comparten
patrones de reactividad autónoma con otras emociones, y pueden estar asociadas
con un amplio rango de estímulos, incluyendo conceptos abstractos. Su
desarrollo a partir de las emociones primarias presenta diversas combinaciones,
en las que no se puede obviar un importante componente subjetivo en su
elaboración.
Una clasificación podía ser: de la alegría (amor, placer,
diversión, euforia, entusiasmo y gratificación); del asco (repugnancia,
rechazo, antipatía, disgusto y desprecio); enfado (cólera, rencor, odio,
irritabilidad, rabia e impotencia; del miedo (angustia, desasosiego,
incertidumbre, preocupación, horror y nerviosismo); de la sorpresa
(desconcierto, sobresalto, admiración y asombro); de la tristeza (pena,
soledad, pesimismo, compasión y decepción). La mayoría tiene un carácter
eminentemente social.
- Existen otra serie de emociones
secundarias que no se derivan directamente de las emociones primarias, y son
fruto de la socialización y del desarrollo de capacidades cognitivas
(autoconciencia). Al tener un origen más cortical estarían más expuestas a la
influencia de los pensamientos conscientes, lo que las hace más susceptibles de
variación cultural. Serían las llamadas emociones autoconscientes o
cognoscitivas superiores. Como ejemplo tenemos la culpabilidad, el
desconcierto, el orgullo, la envidia y los celos.
Sobre el estudio de las emociones ya
realicé una entrada en el Blog de Psicobiología del género Homo (emociones y conducta),
por lo que remito allí a quien quiera profundizar un poco en el tema.
Las emociones en el Paleolítico
Para su estudio en la prehistoria hay que crear una
línea argumental que, fundamentada en una teoría del desarrollo cognitivo
racional, nos sirva de guía, y pueda explicar lo mejor posible las variaciones
conductuales en este periodo. En este sentido, he elegido cuatro componentes
cognitivos-conductuales relacionados con las emociones y con los datos del
registro arqueológico, y que podemos ver resumidas en el siguiente cuadro.
- Las emociones tienen una estrecha relación con la producción social
de la empatía, cuya definición sería percibir en un contexto común lo que un
individuo diferente puede sentir. La empatía estaría muy relacionada con diversas estructuras cerebrales
con neuronas espejo (corteza
prefrontal y temporal) y sin ellas (amígdala, y diversas estructuras del Sistema
Límbico). En la empatía se pueden
diferenciar tres aspectos (Moya-Albiol, et al. 2010). Primero, conocer
los sentimientos de otra persona, por lo que estaría muy relacionado con la Teoría de la Mente (componente
cognitivo). Segundo, sentir lo que el otro
está sintiendo, ya sea de forma similar o igual a lo que el sujeto puede sentir
en la misma situación (componente emocional). Tercero, responder compasivamente
a los problemas que le aquejan (comportamiento social). La empatía parece que tiene un protagonismo social muy importante, lo
que favorecería el desarrollo de las relaciones sociales y de la conciencia
social y personal. Se aprecia en aquellas conductas que para su realización
precisen de reforzamientos de las estructuras sociales (migraciones,
organización social, distribución del trabajo, etc.). Según diversos autores es
fundamental para el desarrollo de las conductas éticas o morales (Hoffman, 1992).
- El desarrollo del control, hasta cierto nivel, de la manifestación conductual de las
emociones. Este control puede variar desde una falta total de control que dejaría
la expresión de las emociones totalmente libres, hasta elaborar formas
graduales de limitación o variación
voluntaria de tales manifestaciones. En el segundo caso estaría muy
relacionado con la evolución de la autoconciencia. Su existencia o ausencia
facilitarían las conductas extremas marcadas por la negación conductual, el
engaño, la mentira y la violencia, donde la empatía
quedaría parcial o totalmente abolida. Esta función cognitiva estaría muy
relacionada con las funciones ejecutivas del LPF (inhibición). Se analiza
arqueológicamente por conductas demoradas intencionadamente, así como en las
mejoras sociales en el grupo y con otros grupos.
- Las
emociones condicionan en alto grado el desarrollo de la motivación, que es el principal impulsor de la conducta (Flórez,
1996). Se puede considerar como el
conocimiento (por vía sensitiva y/o racional) de la existencia de hechos que estimulen la necesidad o el interés
(componente afectivo, fundamental en la conducta humana) de elaborar mejores y
más complejas conductas de todo tipo (tecnológicas, sociales y simbólicas) para
alcanzar una solución (meta). La forma en que nos sentimos emocionalmente en una situación determinada consiste en uno de los
elementos importantes de la motivación. Los avances tecnológicos, sociales y
simbólicos son respuestas a las emociones que han motivado conductas encaminadas
a su resolución.
- La influencia
de la autoconciencia en las emociones estaría condicionada a su propia
creación y evolución, lo que no ocurrió hasta que las circunstancias
neuroevolutivas, socioeconómicas, demográficas, tecnológicas y lingüísticas lo
hicieron posible (Rivera, 2009). Su desarrollo es un continuum heterogéneo en el tiempo y en el espacio, por lo que
existen numerosos estadios intermedios
en su progreso a lo largo de la evolución humana. Su acción produciría
modificaciones en todas las emociones (primarias y secundarias). De las
primarias solo puede darse control al unirse a los mecanismos de inhibición
conductual, de las secundarias puede haber grandes modulaciones dando origen a
las emociones autoconscientes o
cognoscitivas superiores. El seguimiento de la autoconciencia puede
realizarse por los datos que sobre la individualidad personal y social
(ubicados en conceptos temporales y espaciales) podamos ir encontrando en el
registro arqueológico (Rivera, 2009).
El desarrollo de la aplicación de estos conceptos a
la conducta arqueológica del género Homo lo he realizado en un trabajo que he publicado
en la revista “Vínculos de Historia” (Universidad de Castilla-La Mancha). Podéis
acceder al texto completo en la siguiente dirección: Arqueología de lasemociones.
- ARDILA, A.; OSTROSKY-SOLÍS, F. (2008): “Desarrollo
Histórico de las Funciones Ejecutivas”. Revista Neuropsicología,
Neuropsiquiatría y Neurociencias, 8, (1), 1-21.
- COWARD, F. y GAMBLE, C.
(2008): “Big brains, small worlds: material culture and the evolution of the
mind”. Phil. Trans. R. Soc. B 363, 1969-1979.
- DAMASIO, A. (2010): Y el cerebro creó al hombre. Barcelona. Destino.
- EKMAN, P.; LEVENSON, R. W. y
FRIESEN, W. V. (1983): “Autonomic nervous system activity distinguishes among
emotions”. Science, 221, 1208–1210.
- FLÓREZ, J. (1996): “Cerebro: El mundo de las
emociones y de la motivación”. En Mora, F. (ed.): El cerebro íntimo. Barcelona. Ariel.
- HOFFMAN,
M. L. (1992): “La contribución de la empatía a la justicia y al juicio moral”.
En Eisenberg, N y J. Strayer (ed.). La
empatía y su desarrollo. Bilbao. Desclée de Brouwer, 151-172.
- MOYA-ALBIOL, L.; HERRERO, N.; BERNAL, M. C. (2010): “Bases
neuronales de la empatía”. Rev Neurol. 50, 89-100.
- PRINZ, J. (2010): “¿Cuáles son las emociones básicas?”. Cuadernos de Crítica, México: UNAM, Instituto de Investigaciones Filosóficas,
nº 55.
- RIVERA, A. (2009): Arqueología del lenguaje. La conducta
simbólica en el Paleolítico. Madrid. Akal.