martes, 16 de junio de 2015

Las emociones en la evolución del género Homo

En los estudios sobre la conducta del género Homo se admite que cualquier acción individual o social siempre estaría presente un componente racional y emocional (Ardila y Ostrosky-Solís 2008; Damasio, 2010). Sin embargo, y a pesar de esta aceptación teórica, muy pocas veces se tienen en cuenta. Las causa son múltiples y conocidas o intuidas por todos los historiadores, pues estos procesos parecen que se escapan de quehacer habitual de la metodología arqueológica y/o académica. Es un proceso muy parecido al del estudio de la autoconciencia racional en nuestro linaje. Ambos temas se estudian en otras disciplinas muy ajenas en la actualidad a la arqueología. Podemos comprender tal hecho académico, pero nunca aceptarlo como si fuera lo más natural del mundo. Al estudiar la conducta humana en la prehistoria, estamos estudiando dos aspectos que nunca hay que olvidar:

- Analizamos la conducta de seres humanos, y como tales hay que proceder.
- Es en este periodo cuando las capacidades cognitivas (racionales y emotivas) se fueron creando (por evolución biológica y medioambiental) y desarrollando).

Si no aceptamos estas particularidades de nuestra evolución, poco podemos comprender de su origen, desarrollo y manifestación.

Las emociones en la conducta humana

Cuando hablamos de emociones parece que todos sabemos de qué estamos hablando. Efectivamente, al menos en un sentido coloquial es así, pues son vivencias que todos experimentamos continuamente, pero realmente ¿sabemos de que se trata?

Las emociones se definen como las reacciones o respuestas psicobiológicas (cognitivas, fisiológicas y motoras) a ciertos estímulos producidos por un objeto, persona, lugar, suceso o recuerdo, con el resultado de establecer o potenciar una conducta apropiada (supervivencia y/o relaciones sociales) a los desafíos del medio ambiente de los que somos conscientes por medio de sensaciones objetivas. Se pueden distinguir varias fases o componentes en su producción (Damasio, 2010):

- Recepción del estímulo que desencadena el proceso (objeto, persona, lugar, suceso o recuerdo).

- Reacción psicobiológica o expresión del sentimiento. Cognitivamente, las emociones alteran la atención, hacen subir de rango ciertas conductas y respuestas del individuo, y activan redes asociativas relevantes en la memoria. Fisiológicamente, las emociones organizan rápidamente las respuestas de distintos sistemas biológicos, incluidas las expresiones faciales, los músculos, la voz, la actividad del Sistema Nervioso Autónomo (el simpático) y la del Sistema Endocrino, a fin de establecer un medio interno óptimo para una acción más efectiva. Conductualmente, las emociones sirven para establecer un comportamiento adecuado a nuestro entorno, y nos impulsan hacia ciertas personas, objetos, acciones, ideas y nos alejan de otros.

- Percepción de la emoción (sentimientos emocionales). Los sentimientos emocionales aparecen con la percepción de lo que nuestro cuerpo hace mientras se manifiesta la emoción, junto con percepciones del estado de nuestra mente durante ese mismo periodo de tiempo (Damasio, 2010).

Las emociones facilitaron, con su básica producción innata y su posterior desarrollo cognitivo-conductual, la evolución del comportamiento social dentro de las poblaciones humanas (Turner, 2000), y éste del desarrollo cognitivo (Coward y Gamble, 2008; Rivera, 2009).

Tipos de emociones

Todos conocemos multitud de emociones, pero distan mucho de ser homogéneas respecto de su origen, desarrollo y manifestación. Existen diversas clasificaciones realizadas según los criterios de sus autores, por lo que hay cierta disparidad entre ellas. Éste es el motivo de que para algunos autores no tengan especial interés en su realización y manifestación, pues todas tienen defectos y siempre se pueden creer que falta alguna emoción (Damasio, 2010). No obstante, existen importantes criterios sobre su origen que hacen necesario establecer cierta clasificación, para poder entender mejor sus características y acción en la conducta humana.

- Las emociones primarias o básicas son aquellas que se dan en todos los seres humanos. Serían el miedo, enfado, tristeza y alegría/felicidad, a las que pueden añadirse el asco y la sorpresa. Son acciones desencadenadas por un objeto o suceso identificable como un estímulo emocionalmente competente (Damasio, 2010; Ekman et al. 1983; Prinz, 2010). Se considera que no contienen otras emociones como una parte, y tienen un carácter innato (Ekman et al. 1983), estando asociadas a la evolución de la especie. Tienen un claro fin social y de salvaguardia personal, aunque su producción y manifestación puede alterarse en función del nivel de desarrollo cognitivo y cultural que tengan las poblaciones humanas.

- Las emociones secundarias se construyen a lo largo del desarrollo ontogenético, y parecen estar más ligadas al desarrollo cognitivo-cultural que a los procesos evolutivos. Se activan de una manera relativamente lenta, no tienen una expresión facial reconocible, comparten patrones de reactividad autónoma con otras emociones, y pueden estar asociadas con un amplio rango de estímulos, incluyendo conceptos abstractos. Su desarrollo a partir de las emociones primarias presenta diversas combinaciones, en las que no se puede obviar un importante componente subjetivo en su elaboración.
Una clasificación podía ser: de la alegría (amor, placer, diversión, euforia, entusiasmo y gratificación); del asco (repugnancia, rechazo, antipatía, disgusto y desprecio); enfado (cólera, rencor, odio, irritabilidad, rabia e impotencia; del miedo (angustia, desasosiego, incertidumbre, preocupación, horror y nerviosismo); de la sorpresa (desconcierto, sobresalto, admiración y asombro); de la tristeza (pena, soledad, pesimismo, compasión y decepción). La mayoría tiene un carácter eminentemente social.

- Existen otra serie de emociones secundarias que no se derivan directamente de las emociones primarias, y son fruto de la socialización y del desarrollo de capacidades cognitivas (autoconciencia). Al tener un origen más cortical estarían más expuestas a la influencia de los pensamientos conscientes, lo que las hace más susceptibles de variación cultural. Serían las llamadas emociones autoconscientes o cognoscitivas superiores. Como ejemplo tenemos la culpabilidad, el desconcierto, el orgullo, la envidia y los celos.

Sobre el estudio de las emociones ya realicé una entrada en el Blog de Psicobiología del género Homo (emociones y conducta), por lo que remito allí a quien quiera profundizar un poco en el tema.

Las emociones en el Paleolítico

Para su estudio en la prehistoria hay que crear una línea argumental que, fundamentada en una teoría del desarrollo cognitivo racional, nos sirva de guía, y pueda explicar lo mejor posible las variaciones conductuales en este periodo. En este sentido, he elegido cuatro componentes cognitivos-conductuales relacionados con las emociones y con los datos del registro arqueológico, y que podemos ver resumidas en el siguiente cuadro.



- Las emociones tienen una estrecha relación con la producción social de la empatía, cuya definición sería percibir en un contexto común lo que un individuo diferente puede sentir. La empatía estaría muy relacionada con diversas estructuras cerebrales con neuronas espejo (corteza prefrontal y temporal) y sin ellas (amígdala, y diversas estructuras del Sistema Límbico). En la empatía se pueden diferenciar tres aspectos (Moya-Albiol, et al. 2010). Primero, conocer los sentimientos de otra persona, por lo que estaría muy relacionado con la Teoría de la Mente (componente cognitivo). Segundo, sentir lo que el otro está sintiendo, ya sea de forma similar o igual a lo que el sujeto puede sentir en la misma situación (componente emocional). Tercero, responder compasivamente a los problemas que le aquejan (comportamiento social). La empatía parece que tiene un protagonismo social muy importante, lo que favorecería el desarrollo de las relaciones sociales y de la conciencia social y personal. Se aprecia en aquellas conductas que para su realización precisen de reforzamientos de las estructuras sociales (migraciones, organización social, distribución del trabajo, etc.). Según diversos autores es fundamental para el desarrollo de las conductas éticas o morales (Hoffman, 1992).

- El desarrollo del control, hasta cierto nivel, de la manifestación conductual de las emociones. Este control puede variar desde una falta total de control que dejaría la expresión de las emociones totalmente libres, hasta elaborar formas graduales de limitación o variación voluntaria de tales manifestaciones. En el segundo caso estaría muy relacionado con la evolución de la autoconciencia. Su existencia o ausencia facilitarían las conductas extremas marcadas por la negación conductual, el engaño, la mentira y la violencia, donde la empatía quedaría parcial o totalmente abolida. Esta función cognitiva estaría muy relacionada con las funciones ejecutivas del LPF (inhibición). Se analiza arqueológicamente por conductas demoradas intencionadamente, así como en las mejoras sociales en el grupo y con otros grupos.

- Las emociones condicionan en alto grado el desarrollo de la motivación, que es el principal impulsor de la conducta (Flórez, 1996). Se puede considerar como el conocimiento (por vía sensitiva y/o racional) de la existencia de hechos que estimulen la necesidad o el interés (componente afectivo, fundamental en la conducta humana) de elaborar mejores y más complejas conductas de todo tipo (tecnológicas, sociales y simbólicas) para alcanzar una solución (meta). La forma en que nos sentimos emocionalmente en una situación determinada consiste en uno de los elementos importantes de la motivación. Los avances tecnológicos, sociales y simbólicos son respuestas a las emociones que han motivado conductas encaminadas a su resolución.

- La influencia de la autoconciencia en las emociones estaría condicionada a su propia creación y evolución, lo que no ocurrió hasta que las circunstancias neuroevolutivas, socioeconómicas, demográficas, tecnológicas y lingüísticas lo hicieron posible (Rivera, 2009). Su desarrollo es un continuum heterogéneo en el tiempo y en el espacio, por lo que existen numerosos estadios intermedios en su progreso a lo largo de la evolución humana. Su acción produciría modificaciones en todas las emociones (primarias y secundarias). De las primarias solo puede darse control al unirse a los mecanismos de inhibición conductual, de las secundarias puede haber grandes modulaciones dando origen a las emociones autoconscientes o cognoscitivas superiores. El seguimiento de la autoconciencia puede realizarse por los datos que sobre la individualidad personal y social (ubicados en conceptos temporales y espaciales) podamos ir encontrando en el registro arqueológico (Rivera, 2009).

El desarrollo de la aplicación de estos conceptos a la conducta arqueológica del género Homo lo he realizado en un trabajo que he publicado en la revista “Vínculos de Historia” (Universidad de Castilla-La Mancha). Podéis acceder al texto completo en la siguiente dirección: Arqueología de lasemociones.

- ARDILA, A.; OSTROSKY-SOLÍS, F. (2008): “Desarrollo Histórico de las Funciones Ejecutivas”. Revista Neuropsicología, Neuropsiquiatría y Neurociencias, 8, (1), 1-21.
- COWARD, F. y GAMBLE, C. (2008): “Big brains, small worlds: material culture and the evolution of the mind”. Phil. Trans. R. Soc. B 363, 1969-1979.
- DAMASIO, A. (2010): Y el cerebro creó al hombre. Barcelona. Destino.
- EKMAN, P.; LEVENSON, R. W. y FRIESEN, W. V. (1983): “Autonomic nervous system activity distinguishes among emotions”. Science, 221, 1208–1210.
- FLÓREZ, J. (1996): “Cerebro: El mundo de las emociones y de la motivación”. En Mora, F. (ed.): El cerebro íntimo. Barcelona. Ariel.
- HOFFMAN, M. L. (1992): “La contribución de la empatía a la justicia y al juicio moral”. En Eisenberg, N y J. Strayer (ed.). La empatía y su desarrollo. Bilbao. Desclée de Brouwer, 151-172.
- MOYA-ALBIOL, L.; HERRERO, N.; BERNAL, M. C. (2010): “Bases neuronales de la empatía”. Rev Neurol. 50, 89-100.
- PRINZ, J. (2010): “¿Cuáles son las emociones básicas?”. Cuadernos de Crítica, México: UNAM, Instituto de Investigaciones Filosóficas, nº 55.
- RIVERA, A. (2009): Arqueología del lenguaje. La conducta simbólica en el Paleolítico. Madrid. Akal.