Somos consecuencia de la cultura de nuestra
época, por lo que intentar trasladar conductas actuales a otros periodos
históricos solo nos lleva al error. Cada época tiene sus propios componentes
culturales, lingüísticos y cognitivos, lo que siempre debemos de tener en
cuenta. Los siguientes ejemplos son más
literarios y filosóficos que psicobiológicos, pero recogen el sentir de que
nuestra realidad se forja más con el quehacer cotidiano que con nuestra
herencia biológica:
...lo único que nos es dado y que hay cuando hay vida humana
es tener que hacérnosla, cada cual la suya.... La vida es quehacer
José Ortega y Gasset (Historia como sistema) (1935).
Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me
salvo yo
José Ortega y Gasset (Meditaciones del Quijote) (1914).
La mente humana es la mente humana y a la vez es la cultura,
y si no se salva ésta no se salva aquella.
José Luis Pinillos (La mente humana) (1991).
Sin embargo, existe cierta tendencia a
intentar explicar conductas paleolíticas mediante experiencias sociales
actuales, amparadas en el concepto de que el cerebro actual es el mismo que en
el Paleolítico, lo que anatómicamente es cierto, pero funcionalmente no. Lo
cierto es que no podemos hacer otra cosa, pues cómo podemos imaginar lo que se
desconoce. Sin embargo, este desconocimiento no debe permitirnos realizar
explicaciones sin ningún fundamento que las avale.
Con los aspectos sociales de las
manifestaciones gráficas del Paleolítico se han expuesto multitud de opiniones
sobre su significado, la gran mayoría con el único aval de los paralelismos
etnográficos de las manifestaciones realizadas por poblaciones históricas con
un desarrollo cultural parecido a los del Paleolítico superior. La psicología
actual entiende que existen diferencias de pensamiento,
lenguaje y conducta en diversas poblaciones, las cuales tienen un desarrollo
cultural diferente al conocido como occidental. La prehistoriadora
Almudena Hernando, en el estudio de las poblaciones sobre indígenas americanos
con perduración de sus formas culturales tradicionales, llega a la conclusión
que diversos aspectos de su pensamiento y conducta son diferentes a los
considerados como modernos de nuestra sociedad. Si en la actualidad
existen estas diferencias culturales, más posibilidades hay que se produzcan en
las culturas paleolíticas. Así lo indica en su libro “Arqueología de la
Identidad” (2000):
No tiene sentido pretender que los habitantes de la
Prehistoria o de la Historia eran como nosotros mismos, que entendían el mundo
como nosotros lo hacemos, tal y como, inconscientemente, se ha pretendido hasta
ahora.
Parte del conocimiento de la falta de diferencias
neurológicas y psicológicas entre ellos y nosotros, pues todos participamos de
las mismas capacidades que la evolución ha otorgado a nuestra especie. Estas
poblaciones de aborígenes, a pesar de tener una clara base simbólica y
abstracta en su estructuración lingüística y mental, tienen unas
características distintivas y propias, como también ha analizado el psicólogo
José Luis Pinillos (1991). Para él, estas poblaciones presentan un pensamiento
con unas características distintivas y propias que podemos resumir en los
siguientes apartados:
- Concreto o incapaz de grandes abstracciones.
Le resulta más difícil referirse a un color en abstracto que a una cosa con ese
color. Igualmente, le es complejo hablar de una numeración abstracta, sin una
referencia inmediata a cosas que se pueden numerar. Es más difícil decir y
comprender el número tres, que expresar y comprender lo que significa tres
árboles.
- Sincrético o poco diferenciado, al mezclar
lo imaginativo y lo afectivo con elementos verdaderamente abstractos.
- Colectivo o poco individualizado, poco
crítico, estereotipado, al aceptar sin crítica personal las creencias vigentes
en la comunidad. Prima la individualización social sobre la personal.
- Antropomórfico, humanizador de la Naturaleza
o animista. Propenso a adjudicar a los fenómenos naturales cualidades o
comportamientos propios de los seres humanos.
- Prelógico, al tener unos razonamientos
diferentes a los que usamos nosotros, no porque carezcan de lógica, sino que
utiliza sus razonamientos en unos supuestos culturales distintos. Una cosa
puede ser varias cosas a la vez (la luna, por ejemplo, puede ser una mujer y un
espíritu).
- Místico, reaccionando muy emotivamente ante
lo que no se entiende.
Aunque las capacidades cognitivas que el
ser humano posee son importantes y de gran potencialidad, es preciso su
modelación y/o estructuración por medio de la experiencia y del aprendizaje,
pues sin estos requisitos no se produce un verdadero desarrollo de tales
capacidades, al menos en la forma en que normalmente solemos usarlas.
Un sencillo, divertido y asombroso ejemplo
de tales manifestaciones nos lo ofrece el antropólogo Nigel Barley (1989: 123)
en su libro “El antropólogo inocente” donde, al intentar que miembros de
la tribu de los dowayos del Camerún identificaran con sus nombres a
diversos animales de su medio (leopardos y leones) mostrándoles unas fotografías
de los mismos, se dio cuenta de que no podían identificar a ningún animal en
esas fotos, pues no sabían interpretar lo que se les mostraba. A pesar de
conocer perfectamente a los leopardos no los reconocían en las fotografías,
pues para poder hacerlo es preciso aprender a verlas con anterioridad, es
decir, que el cerebro aprenda a relacionar un animal viviente con esas manchas
de colores o grises que están en un papel, si no se aprende no pueden
relacionarse.
Este aprendizaje, en algún momento de
nuestra primitiva prehistoria, pudo tener los caracteres de iniciación mágica o religiosa en
los inicios del arte prehistórico. Si se mostraban a ciertos miembros de la
sociedad prehistórica los dibujos de un animal bien conocidos por todos
(bisonte, caballo, reno, etc.) por primera vez, con poca luz y la dificultad
del lugar para ver el dibujo mejor, lo cierto es que no verían nada reconocible
y necesitarían un aprendizaje iniciático
que le pudiera desarrollar sus capacidades visuales en esas extrañas facetas de
manchas y líneas de colores.
Todo, hasta las cosas aparentemente más
sencillas, hay que aprenderlas, es decir, hay que enseñar al cerebro a
reconocer una figura, un sonido o cualquier otra sensación susceptible de ser
recogida por sus terminaciones sensitivas. La explicación más razonada sería en
que la creación del nicho cognitivo-cultural (creado y mantenido por las
poblaciones humanas de cada época) es diferente es todos los matices que se
muestra en los diferentes formas de actuar. La evolución nos ofrece amplias
posibilidades de desarrollo cognitivo, pero es el medio ambiente (nicho
cognitivo-cultural) el que va a determinar las características de su desarrollo.
Es lógico que dentro del mundo de la arqueología todas estas aseveraciones se
escapen de su compresión, al entrar en disquisiciones teóricas no asumidas por los
fundamentos de sus disciplinas académicas. Pero, intentar cualquier explicación
de la conducta humana (simbólica, lingüística, flexible y razonada) en el
Paleolítico con las meras opiniones personales fuera de los conceptos
psicobiológicos actuales, solo nos lleva a un marasmo de opiniones sin base científica
que aburre a muchos y desespera a todos.
La Arqueología cognitiva (Estructuralismofuncional) intenta paliar esta situación, utilizando interdisciplinariamente
los datos actuales y comprobados de las ciencias relacionadas con la conducta
humana. Las conclusiones siguientes bien pueden servir para empezar a
comprender la realidad de la evolución cognitiva humana.
- La evolución crea un entramado neurológico innato
predispuesto a procesar toda la información que le llega.
- La naturaleza de esta información depende
de las características del nicho cognitivo-cultural.
- El cerebro se estructura funcionalmente
en función de las características de los estímulos que recibe del medio
ambiente.
- El lenguaje es el modo más importante
para adquirir ordenadamente la información exterior y reorganizar
funcionalmente la estructura neuronal heredada (Evolución cognitiva y lenguaje).
-
BARLEY, N. (1989): El antropólogo inocente. Anagrama. Barcelona.
- HERNANDO, A.
(2002): Arqueología de la identidad. Akal. Móstoles (Madrid).
- ORTEGA Y GASSET, J. (1914): Meditaciones
del Quijote. Ideas sobre la novela. Cátedra (1984: 118). Barcelona.
- ORTEGA Y GASSET, J. (1935): La Historia como sistema. Colección
Austral, 1440. Espasa Calpe (1971: 41-42). Madrid.
- PINILLOS, J. L.
(1991): La mente humana. Temas de Hoy. Madrid.